Mis películas preferidas mutan con el tiempo y con lo que atravieso, sobre todo si hay un proceso creativo de por medio. A partir de un sueño donde yo estaba ciego, empecé a vincularme con Zezé Fassmor, artista ciego. Zezé perdió la vista a los 25, pero desde ese momento, filma y saca fotos con la idea de volver a ver. Hoy tiene 32 y está más activo que nunca. Hace de todo menos ver, como él dice. Es la primera persona ciega con la que tengo relación y me cambió, sobre todo, en lo que respecta a la percepción de las imágenes y los sentidos. Meses antes de empezar a juntarme con él, tuve la suerte azarosa de llegar a un link de descarga de Blue de Derek Jarman, la primer película “ciega” que vi.
Junio 2018. En esa época estaba dando clases de mi taller audiovisual y tenía un proyector que me habían prestado. Me acuerdo especialmente de lo que me pasó con Blue, porque fue una experiencia única, a pesar de no tener el mejor equipo de sonido para esta magia. Me hubiese encantado verla/oírla en el cine más grande del mundo con el mejor diseño 5.1 que exista.
Derek Jarman tuvo HIV a comienzos de los 90 y con el avance del virus fue perdiendo la vista, tremenda ironía para alguien que vio durante toda su vida e hizo varias películas. La película consiste en un fotograma azul fijo (que según leí, es un azul llamado Klein, el que "inventó" el artista Yves) y dura una hora con diez minutos. Pero lo increíble de esta película es que nos anula la visión a los videntes y nos lleva de viaje hacia una nueva percepción sonora.
A partir de su internación en el hospital, las notas que hizo en esos meses son parte del guión poético que narra la película , completada por otros relatos de su biografía ficcionalizada. Hay un diálogo constante con la enfermedad porque es su motor para hacer la película, como así también con el recuerdo de las imágenes que vivió y de la inminente muerte que se le acercaba. Su forma de enfrentar el futuro era haciendo esta película, que se caracteriza no solo por el sonido sino por el inmenso texto que conduce el narrador. De hecho, es la película de la que más capturas de pantalla hice en mi vida, encapsulando subtítulos bellísimos.
Es una película sin “imágenes”, pero con una tonelada de sonidos y palabras que construyen un nuevo sentido a la idea que tenemos de lo que es una “imagen”. La banda sonora es lo que caracteriza a la película y es un poco lo que conquistó mi mente. Compuesta por Simon Fisher Turner con la dirección de Jarman, armaron una especie de partitura poética sonora, sostenida por las voces del director y de Tilda Swinton en algunos momentos. No es una película-diario directamente: por más que esté basada en vivencias reales de Jarman, un personaje imaginario llamado “Azul” puede ser el responsable del avance de la trama. La intensidad de la narración me hacía acordar directamente a Zezé, que además de filmar y sacar fotos, improvisa poesía, baila y hace radio. El tono de voz del narrador de Blue, sostenido por el diseño sonoro, es infernalmente atractivo para cerrar los ojos y dejarse llevar por la escucha de su voz.
Si bien entendí, la película se tradujo a varios idiomas para que los ciegos puedan también oírla. Sin embargo, no encontré la versión en castellano y únicamente pude llegar a una versión en inglés con subtítulos en castellano. Entonces, mi experiencia fue esta: por más que sé inglés, no entiendo perfectamente el inglés de Inglaterra y no pude cerrar los ojos para sentir la experiencia sonora, necesitaba leer los subtítulos. Necesité de la imagen para entender el texto. Fue raro e interesante a la vez.
La película se pensó como una propuesta de anulación visual para el vidente y una entrega total a confiar en el sonido, en despertar el sentido de la audición en el cine a un nivel que no sé si alguien había hecho antes. No es desconfiar de las imágenes como diría nuestro querido Farocki, sino en transformar el concepto de imagen. Cuando vi/escuché Blue, aún no había conectado creativamente con Zezé. Meses después, empezamos a hacer una película sobre un viaje de él a las Cataratas del Iguazú, un espacio que recuerda haber visto en imagen, que quiso visitar pero no pudo hacerlo cuando veía. Para pensar sobre por qué registrar lo que no ve y qué sucederá con ese material en el futuro si es que puede recuperar la vista. Cuando recordaba Blue a la hora de escribir las ideas sonoras para realizar en la postproducción de mi película, partían directamente desde esta idea de la anulación visual a los videntes y potenciar el imaginario creativo del sonido. Pensaba que si la película llegaba al cine, el diseño sonoro en 5.1 tenía que ser funcional tanto para ver la película con imagen, como también únicamente escucharla cerrando los ojos y potenciar la experiencia en la sala.
“Mi retina es un planeta distante”, dice en un momento el off del narrador de Blue. Y ese texto fue el disparador para cuando empecé esta película con Zezé, que terminó llamándose ¿Qué hago en este mundo tan visual?. Y nada de eso hubiera ocurrido si no llegaba a Jarman ni a Zezé. Lo teatral-físico de lo que transmite la película me estimuló a animarme a pensar ideas para el “vivo”, la experiencia de entregarse a la oscuridad del viaje sonoro.
La ceguera potencia la escucha, y en esta era hiperdigital absurda donde la imagen domina la psiquis mundial, me parece necesario empezar a transformar los conceptos tanto de “imagen” como de “visión”. En Blue hay una película, una ópera, un diario de vida, un diario contra una enfermedad, hay un laberinto narrativo de sonidos: es una película ciega, visible e invisible a la vez, es un canto, un gran poema dark y con suspenso, tenebroso por momentos, como un cuento fantástico o una pesadilla, un viaje onírico cargado de imaginación.
A modo despedida, hice un poema a partir de las capturas de pantalla de fragmentos de la película que hice el primer día que atravesé la experiencia Blue.
Pero,/ ¿qué pasaría si este presente/fuera la última noche del mundo?/ Solamente se puede cavar en los días más calmos/ ya que el viento y la lluvia/ destruyen lo que encuentran./ La arqueología del sonido/ recién ha sido perfeccionada. /Se demanda silencio absoluto /de todos los visitantes,/ así su presencia no molesta a los poetas / que están dirigiendo/las excavaciones./ Desde el fondo de tu corazón/reza para ser liberado de la imagen./ La tierra está muriendo/y no lo notamos.
Manuel Embalse nació en Buenos Aires, en 1991. Músico, montajista y realizador, y es integrante de la productora audiovisual Antes Muerto Cine. Construye y destruye sonidos e imágenes de todas las formas posibles. En su obra audiovisual hay cortometrajes, series web y en la Bienal de Arte Joven 2019 estrenó su primer largometraje ¿Qué hago en este mundo tan visual?.