Los grupos de hinchas de Boca se fueron concentrando desde temprano en los alrededores del estadio, pero a diferencia de otros días, el semblante no era festivo como en otras oportunidades.
La gran cantidad de policías, incluso, no dejó que la efervescencia creciera demasiado. El clima de la calle contrastaba con lo que se estaba por vivir más tarde, el duelo más trascendental del fútbol argentino.
La situación comenzó a cambiar lentamente en el interior del estadio. El público local mostró carteles con el recuerdo de River por la segunda categoría, y los cantos alusivos al máximo rival se escucharon con más claridad.
La tensión fue creciendo por la demora que se generó para que comenzara el partido, debido a los papeles que tapaban la visión de las líneas, y tenían que ser quitados por personal de mantenimiento. Lo que provocó ese momento fue aplacar la adrenalina que había hasta el momento. Cuando se inició el juego finalmente, los hinchas se lanzaron a desplegar todo su repertorio, para incentivar a sus jugadores a que vayan en busca de la hazaña.
Los fuegos artificiales fueron otros de los atractivos de la noche. Cuando los equipos se presentaron en el campo, desde el sector de la calle Del Valle Iberlucea se lanzaron un número de bengalas que iluminaron el cielo, de la misma forma que sucedió hace tres semanas en Núñez.
Los extranjeros que estaban en la cancha miraban asombrados todo el espectáculo, y disfrutaban con cada pequeña reacción que acontecía desde alguno de los costados. Entre ellos se encontraba el uruguayo Diego Lugano, que se ubicó a pocos metros de la tribuna local. El ex defensor no dejaba de sacarse fotos con los que se lo solicitaban. En otro sitio, Lucas, un español de Girona que llegó hasta La Boca para vivir la experiencia por primera vez, no dejaba de sorprenderse con lo que veía. "Esto es único, siempre lo veía por televisión y ahora pude estar aquí. Es increíble".
La medianoche se fue acercando, al mismo ritmo que el desencanto del público por lo que pasaba en la cancha. Los neutrales estaban maravillados por lo que les tocó vivir. Los otros no sabían cómo hacer para que pasara el tiempo y terminaron insultado al presidente Daniel Angelici.