Con Juanse como invitado en “Genius”, Andrés Ciro Martínez, junto a su grupo Los Persas, no sólo escribió en la madrugada del domingo otra página memorable en Cosquín Rock, sino que garantizó el éxito de la fecha iniciática de la edición 2017 del festival de patente criolla más importante del país. El encuentro sucedió en el Escenario Principal, poco luego de que el ex líder de Los Piojos dejara atrás la primera mitad de sus tres horas de show, en las que alternó clásicos de su ex banda con los temas de su terna de álbumes en solitario, que tiene en Naranja persa, de 2016, su más reciente producción. Aunque el encuentro entre ambas deidades del rock argentino también reflejó una de las consignas del día uno del evento, donde el rock barrial y la cruzada metalera fueron las grandes acaparadoras de la jornada. Esto quedó en evidencia desde bien temprano, cuando la agrupación de Daniel Osvaldo, la polémica ex estrella de Boca devenido frontman del rock local, en Barrio Viejo Blues, debutaba en el encuentro musical celebrado en el Aeródromo de la localidad cordobesa de Santa María de Punilla, que arribó este año a su capítulo 17.
Si bien para la grilla del festival la inclusión del ex futbolista –quien brindó una performance arreada más por las buenas intenciones que por las ideas–, significaba todo un acierto, una porción del público –especialmente los hinchas azul y oro– se encargó de recordarle la decepción que causó durante su paso por el club. Mientras que en la antípoda del predio, Los Antiguos consumó un recital potente, confirmando el buen momento que atraviesa el cuarteto de hard rock y stoner rock liderado por el regio Pato Larralde (sobrino del folklorista José Larralde). En las 15 cuadras que separan al Escenario Principal del Temático Heavy, y en medio de un carnaval de remeras rockeras en las que abundaban las de Callejeros, Ciro, Malón, el Indio Solari y la despedida de Black Sabbath en cancha de Vélez –aunque se podían divisar igualmente las del merchandising oficial del evento e incluso de Spinetta y Cerati–, se encontraban las otras cinco vitrinas del Cosquín Rock 2017. La Carlos Tórtola albergó a los grupos punk, al tiempo que la Quilmes Garage y la Ceremonia Geiser reunieron básicamente a los artífices del pop independiente nacional.
El Espacio Alternativo, a partir de una programación que incluyó la proyección de un documental y actos standuperos (destacó el de Roberto Petinatto, Pettinato Café Concert, quien ayer se presentó ahí con su show Sumo x Petinatto), se convirtió en el bunker de Los Pericos para que los pioneros del reggae en la Argentina celebraran sus 30 años de trayectoria artística. Durante cada uno de los tres días de duración del festival, la banda repasa un repertorio dividido por décadas. El de la primera fecha del Cosquín Rock osciló entonces entre su álbum debut, El ritual de la banana (1987), y Big Yuyo (1992). Y vaya que fue un fiestón, pese a los inconvenientes técnicos que padecieron los liderados por Juanchi Bailerón. En el medio de “Fronteras en América, que siguió a “El ritual de la banana”, “Eu vi chegar” y “Nada que perder”, se fue la luz. Pero el público no dejó que la conmemoración, constituida por un repertorio que respetó los arreglos originales, decayera al generar un arengue que contagió al grupo, que se prendió a través de su base percusiva. Esto sucedió dos veces más, lo que lo hizo más dramático y conmovedor.
Si Los Pericos tuvo como cómplices en el arranque de sus tres shows en el festival a Santiago Aysine de Salta la Banca, a Corvata de Carajo y a José Palazzo (organizador del Cosquín Rock), un rato más tarde, de vuelta en el Temático Heavy, Vitico contó con el hijo de Pappo, Luciano Napolitano, quien previamente había actuado con su grupo Lovorne en el mismo escenario, y Boff Serafine, otrora violero de Riff, para brindarle un tributo al Carpo. “Esto es lo más cercano a una reunión de Riff que van a ver”, se jactó el mandamás de Viticus. La audiencia respondió con el “Dale Pappo”, de cuya muerte se cumplieron el sábado 12 años. Una vez que los comensales se colgaron sus respectivos instrumentos, el bajista y cantante, que hasta ese momento había trazado un recital impecable, capitaneó un homenaje que recurrió a himnos de la banda definitoria del heavy metal argentino del tenor de “Sube a mi voiture” y “Susy Cadillac”, al tiempo que la pantalla se convertía en un álbum de fotos de una camaradería inoxidable. Y tamaña emotividad fue el sello que precisó esa presentación para que rankeara entre las mejores de la fecha.
Volviendo a las antípodas, casi al mismo tiempo que Vitico ponía en marcha el homenaje a Pappo, su hijo, Nicolás Bereciartúa, actuaba en el Escenario Principal como guitarrista del proyecto solista de Rich Robinson, ex integrante de The Black Crowes. Aunque para su infortunio, la convocatoria le fue esquiva. El violero estadounidense de rock sureño invitó al público a escuchar otros sonidos. Pero claro, la mayor parte de las 20 mil personas que asistió al estreno del Cosquín Rock 2017 se encontraba viendo a Viticus o a Juanse. El guitarrista y cantante, quien experimenta una campaña de reinvención de su imagen que apunta a su inserción en el indie, tocó en la carpa erigida por Geiser. La novel disquera llamó a ésta igual que el disco compilado que puso a la venta en 2016, con el que el pop independiente argentino saluda a Los Ratones Paranoicos: Ceremonia. Sin embargo, durante esa hora la tribu rolinga desplazó a los hipsters de su lugar de confort, por el que pasaron bandas y solistas con propuestas refinadas y de última generación. Juan Ingaramo y Viva Elástico fueron una estupenda muestra de ello.
Mientras Cosquín Rock se adapta al recambio y a la pluralidad que atraviesa la escena musical local –de lo que dio fe en su pasada edición y reafirmó en ésta–, el evento sigue apostando mayoritariamente por la memoria del rock argentino del último cuarto del siglo XX. De la misma manera que el público, que disfrutó en la noche punk del Escenario Carlos Tórtola de clásicos del género como Expulsados y Bulldog. Al tiempo que en el Temático Heavy, Carajo y Malón dejaron bien en claro que, por más que su propuesta ya esté aceitada, aún tienen cancha para reinventarse. No se puede decir lo mismo de los artistas nacionales que pasaron por el Escenario Principal, pues la endogamia del rock barrial ha dejado a esa movida sin parámetro de comparación. O sí: se mira a su propio ombligo. No obstante, fue la diva de la primera jornada del festival, que sirvió de pasarela, entre banderas y cantitos, para Ojos Locos, El Bordo (hicieron un llamado para que no haya más femicidios), Salta la Banca (en su show se mostraron solidarios al inminente paro de docentes), Los Gardelitos, La 25 y, por supuesto, Ciro y Los Persas.