Desde el viernes, Ayelén Salgado no va a la escuela. Ella es vocera de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (Aces) y con sus compañerxs asiste a las marchas de estudiantes secundarios que se realizan en las distintas plazas de Santiago de Chile para protestar con un hartazgo profundo las condiciones de vida, el ajuste y el toque de queda impuesto por Sebastián Piñera de mano de las Fuerzas Armadas chilenas. 

Desde el viernes, Chile está sumido en la insurrección popular, un grito de rebeldía que se extendió a lo largo de la Cordillera y alcanzó a todas las generaciones de chilenxs que se cansaron. 

Ayer, un gran conjunto de agrupaciones llamó a una nueva huelga general y realizaron una serie de reclamos entre los que destaca el pedido del cese del toque de queda y el fin de la militarización. En los territorios se levantan asambleas populares y cacerolazos espontáneos. 

Dicen que todo empezó con el aumento del subte a 30 pesos, pero no: esto viene de larga data. “En Chile ha sido así históricamente, todas las movilizaciones han sido organizadas por estudiantes secundarios; a lxs estudiantes no les subieron el boleto, pero se lo suben a nuestras familias que no les alcanza a pagar y fue la gota que rebalsó el vaso de muchas reivindicaciones como el acceso a la vivienda, el servicio de salud privado, el sistema de pensiones, y la educación que van enfocados a un cambio sistemático con las movilizaciones que estamos haciendo”, cuenta Ayelén.

“Como estudiantes secundarixs reiteramos nuestro profundo rechazo a las políticas represivas que ha ejercido el gobierno mediante la militarización y los constantes toques de queda. Lo anterior ha desencadenado en el asesinato de compañeros que han defendido la dignidad de nuestro pueblo con la vida”, dice parte del comunicado que sacó la Aces. 

Lxs secundaries que se movilizan tienen entre 15 y 18 años. Van a las marchas en grupos, conectados por los grupos de whatsap y tienen un protocolo de seguridad. No son improvisadxs: el movimiento estudiantil chileno hace décadas se moviliza en las calles para reclamar por una educación pública para todes. El viernes ellxs comenzaron sus protestas haciendo evasiones en el metro, no pagaban el aumento que impuso el gobierno y lxs adultos fueron siguiendo el mismo método. La protesta comenzó a escalar: a los tres días, el presidente Piñera dijo en un discurso que “estaban en guerra” e impuso el toque de queda en todo Chile, dejando a cargo la seguridad y la represión a las Fuerzas Armadas y Carabineros.

Victoria tiene 20 años y estudia Trabajo Social en la Universidad Católica de Santiago. Hace cuatro días que duerme poco y nada porque no para de revisar el celular y las redes sociales para ver que está pasando. “Todo esto me genera mucha angustia y ansiedad, hay muchas cosas en la cabeza. Durante el día voy a protestar y con el toque de queda vuelvo a mi casa y sigo viendo las redes sociales y las noticias para ver que pasó. Es mucha la mala información que circula, los medios apenas informan o difunden fake news. En redes sociales si se encuentra lo que está pasando, por eso todo el mundo las está revisando a cada rato. Cuesta mucho dormir, estas todo el rato pensando si esto va a empeorar o no”, cuenta Victoria con la voz cansada.

La represión de parte de las Fuerzas Armadas sólo es visible a través de los miles de videos que circulan en redes sociales y dan cuenta de la realidad más cruel: se ensañaron con mujeres y niñxs¸ videos de mujeres siendo arrastradas y niñxs perseguidos por militares. Desde hace dos días, además, se empezó a visibilizar otra denuncia, que recuerda a los años más oscuros de las dictaduras militares. “Hemos recibido numerosas denuncias de abuso en contextos de detención policial, testimonios de violaciones a mujeres y de todo tipo de acoso que se están repitiendo de manera reiterada y se esta viendo como las vivencias de la dictadura reaparecen, cómo la violencia política sexual esta aquí. Son secundarias muchas las que han sido victimas de abuso. Nosotras estamos llamando a una comisión de Verdad que se impulse desde los movimientos feministas y organizaciones de derechos humanos para conseguir justicia sobre lo que nos están haciendo”, dice Inger, periodista de la Coordinadora 8M Chile.

El estado de represión que se está viviendo no sólo generó mayor organización en todos los puntos de Chile, sino también la solidaridad entre ciudadanxs se expande. Ayelén cuenta que cuando marcha con sus compañerxs de colegio, están protegidxs por lxs estudiantes de Salud y enfermeros. “Ahora tenemos mucho apoyo de estudiantes del área de la salud y están a disposición en las marchas, nos ayudan a sacar los perdigones, reparten limones cuando tiran gases lacrimógenos. Nos sentimos acompañadxs”, dice.

Es duro para la generación de los padres de Ayelén y abuelxs. Quienes han vivido la dictadura de Pinochet están reviviendo recuerdos dolorosos y les cuesta sumarse a las oleadas de protesta. “Mis padres no han participado en algunos cacerolazos como más familiares de otros compañerxs porque ellos vivieron la dictadura y tienen miedo de salir a las calles cuando están los milicos ahí, entonces la mayoría de los estudiantes secundarios estamos saliendo solos entre nosotros”, cuenta Ayelén.

“Uno se empieza a preocupar por su entorno, a una amiga la golpeo un carabinero. También pasa que si tienes a un familiar carabinero estás entre la espada y la pared. Ya por la noche se escuchan balazos, helicópteros. Ya ha muerto gente. Después del toque de queda empiezan a disparar”, detalla Victoria.

 

A las movilizaciones de secundarixs se suman tanto los de colegios públicos y privados, sin distinción, llevando banderas y peleando en conjunto por una educación universal y pública. En las redes, Ayelén da declaraciones afuera de una comisaría donde denunció la represión y la detención de dos compañerxs secundarios. “Queremos dejar en claro que esto no nos va a amedrentar y seguiremos luchando y llamando a la evasión masiva del metro”, dice. En las marchas también se suman sus profesores, quienes además van a las movilizaciones territoriales en cada barrio. Este año hubo un gran paro de docentes y profesores que marcharon por sus salarios y las condiciones de infraestructura en las escuelas públicas, olvidadas. El clima es caldeado y en todos los puntos y esquinas hay debate, asambleas y movilizaciones.