A veces, las anteojeras ideológicas de los especialistas, les impiden observar lo que es evidente para cualquier persona sin formación específica. Es lo que sucede con algunos economistas ortodoxos que aferrándose a ciertos dogmas monetaristas intentan negar lo que todes les argentines sabemos: cuando sube el dólar se acelera la inflación. Así Iván Carrino, un economistas liberal adicto a la línea austríaca, que niega que “los movimientos de dólar son los que generan a inflación”. Para Carrino “el dólar es un bien más de la economía” que cuando sube puede afectar “varios precios, principalmente los bienes importados”. Pero aún así, “si no cambia la cantidad de dinero en la economía, a largo plazo se restabecerá el equilibrio” o, por lo menos, el nivel de precios no “seguirá aumentado”.
Carrino no indica por qué el dólar, que es una moneda extrajera, sería “un bien más de la economía” ya que el dinero, y aún más el que funciona como dinero internacional, es de una naturaleza económica totalmente diferente a los bienes. Los bienes se compran con dinero, hecho que refleja que no son lo mismo. Los bienes son productos que se tranzan en el mercado debiendo permitir una valorización que vuelva rentable la continuidad de su producción para mantenerse en el mismo. El dinero se encarna en un símbolo que se reconoce como expresión material del poder social, cuyo poder de compra es totamente independiente de su costo de producción (dando lugar al señoreaje).
Por otro lado, las características del mercado cambiario muestran que la demanda y oferta de dólares son muy diferentes a la de cualquier bien. Los componentes especulativos pesan en la demanda y oferta de dólares de corto plazo, generando movimientos más parecidos a los de activos financieros. Así, una suba del dólar puede generar una mayor demanda y una menor oferta, si existe elevada incertidumbre sobre su posterior evolución. Por otro lado, los componentes de largo plazo de la demanda de dólares (pagos de la deuda e importaciones) y de la oferta (exportaciones) son poco sensibles al nivel del tipo de cambio real, por lo que requieren políticas de intervención (restructuració de deudas, administración de comercio) si se quiere evitar una devaluación crónica de la moneda nacional.
Por otro lado, si no cambia la cantidad de dinero después que una devaluación generó una aceleración de la inflación, se produciría una acentuación de la crisis económica por falta de medios de pago. El Estado debería seguramente caer en una cesación de pagos de las deudas (y el BCRA de las Leliq), dado la imposibilidad social de reducir otros gastos al nivel que requiriría obtener superávit fiscal financiero y cuasifiscal, ni de financiarlo en mercados de deuda interna y externa totalmente cerrados. Si se intentará una política socialmente inviable de ajuste fiscal para evitar el default, se produciría una agudización aún mayor de la actividad productiva con pérdidas de recaudación, forzado un círculo vicioso de déficit, ajuste y recesión.
@AndresAsiain