La industria editorial Argentina –una de las más afectadas por la política económica de Cambiemos- va de mal en peor. Aunque la cantidad de títulos editados se mantuvo constante en los últimos cinco años, un promedio de 28.000 por año, la cantidad de ejemplares disminuyó drásticamente, pasando de 128 millones en 2014 a 43 millones en 2018, es decir, una caída de alrededor del 70 por ciento. En el primer semestre de 2019 se registraron 18,6 millones de ejemplares impresos, menos de la mitad que en 2015, un 55 por ciento menos. Cuatro años consecutivos de crisis se traduce en una situación de características inéditas: caída de ventas, pérdida de rentabilidad, derrumbe de la producción, pérdida de puestos de trabajo, aumento de las importaciones, cierre de editoriales, librerías e imprentas. A partir de 2016 comenzó a sentirse una caída de la capacidad adquisitiva del salario. En septiembre de 2019 la cantidad de libros que se podía comprar con el salario mínimo, vital y móvil (15.625 pesos, según el INDEC) fue la más baja de la década (23,9 libros), a un precio promedio de 655 pesos cada libro (dato aportado por la Librería Hernández). En 2011, con otro gobierno y otras políticas, se compraba 31,9 libros, con un sueldo mínimo de 2.300 y a un precio promedio de 72 pesos.
“La tormenta perfecta” es el título del trabajo sobre el ámbito editorial, realizado por Nicolás Sticotti, en el marco del segundo informe sobre la Situación de las industrias culturales en Argentina en el período 2015/19, elaborado por el CUICA (Centro Universitario de las Industrias Culturales Argentinas), que funciona en el ámbito de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV). En este informe se destaca el retraso de los precios de los libros –que no aumentaron acompañando los índices de inflación- y la pérdida de rentabilidad del sector. “La caída de las ventas de estos últimos cuatro años no permite nuevos reacomodamientos de precios –plantea Sticotti, coordinador del CUICA-. En este sentido el valor del libro argentino medido en dólares está muy por debajo del promedio histórico. Hoy los libros argentinos promedian 11 dólares, contra unos 17 dólares de los años anteriores”.
Cada año ha sido peor que el otro. Para los números que maneja la Cámara Argentina de Publicaciones (CAP), si se compara 2015 contra 2019, hay una caída del 35 por ciento en ejemplares vendidos. Si se compara este año con 2018, la caída interanual que estiman será superior al 20 por ciento. La CAP señala que el dato central del 2018 fue “la imposibilidad del precio del libro para acompañar la inflación”, que se acrecentó durante 2019. “El Estado compró menos libros escolares que en años anteriores y como en los últimos tres años, nada de literatura infanto juvenil”, precisa Sticotti y agrega que la abrupta caída de las compras por parte del Estado fue del 93 por ciento en 2016. Las compras que se realizaron en 2017 y 2018 fueron exclusivas para un puñado de sellos concentrados de grandes corporaciones que trabajan textos escolares. La política de fomento de la lectura de los gobiernos kirchneristas, que incluía compras de materiales de enseñanza, pero también de narrativa y poesía, benefició a más de 150 sellos editoriales. En el informe que presentó la Cámara Argentina del Libro (CAL), que reúne a medianas y pequeñas editoriales, la disminución de ventas en ejemplares acumula un 35 por ciento entre 2015 y 2018.
La situación de crisis se está volviendo estructural y golpea tanto a grandes como chicos. A la caída de las ventas se añaden otros inconvenientes: el aumento de los costos y las tarifas, el retraso de la cadena de pagos, las dificultades de financiamiento y las importaciones. El sector de las librerías lleva contabilizados más de 50 cierres, un 5 por ciento del total de las librerías comercialmente activas. La cadena de librerías Distal cerró 6 locales en mayo y dejó a más de 40 trabajadores en la calle. También hay casos de librerías independientes compradas por grandes grupos, por ejemplo Librería La Barca (Av. Scalabrini Ortiz 3048), que fue absorbida por la cadena Cúspide del Grupo Clarín. A este complejo panorama se suman los despidos directos en los sectores administrativos y comerciales de las editoriales; pero también se redujo el trabajo para los contratados, el sector más precarizado e invisibilizado, integrado por correctores, diseñadores, traductores e ilustradores. Para la CAL la caída de los puestos de trabajo es del 20 por ciento. En el sector gráfico es donde peor se manifestó la crisis, como lo confirma la Federación Argentina de la Industria Gráfica y Afines (FAIGA) con la pérdida de más de 5 mil puestos de trabajo desde 2015. Según datos oficiales del SIPA (Sistema Integrado Previsional Argentino) los puestos de trabajo registrados en los sectores “Edición de Libros” y “Imprentas” llegaron en 2018 a los mismos niveles que dejó la crisis del 2001. “Todo indica que este período terminará con peores resultados en términos de empleo que en aquel momento”, advierte Sticotti.
Rodolfo Hamawi, decano del Departamento de Humanidades y Artes de la UNDAV, recuerda que “históricamente hubo proyectos que pusieron el eje en la industria nacional, el consumo y una distribución equitativa de la renta nacional o fueron proyectos de reprimarización y financiarización de la economía y regresivos en la distribución de la renta”. El ejemplo de la industria editorial Argentina le sirve para mostrar tres momentos históricos de mayor producción de libros y cómo esa producción récord se redujo a un tercio. En 1953, durante el gobierno peronista, se produjeron 50.000.000 de ejemplares; cinco años después, en 1958, el año en que asumió como presidente Arturo Frondizi, la cantidad de ejemplares descendió a 14.000.000. En 1974 la misma cifra fue de 40.000.000 y en 1979 de 17.000.000. En 2014 se alcanzó los 128.000.000 de ejemplares y en 2018 se desplomó a 43.000.000. “Para sacar a la industria de esta tormenta perfecta y rescatar nuestro mercado editorial, hay que reactivar el consumo e instrumentar políticas de promoción que beneficien al libro argentino y sus PyMES”, concluye Sticotti.