Desde Madrid
A las 10:56 hora de España, la televisión pública transmitía en silencio el momento en que el prior de la basílica del Valle de los Caídos bendecía el féretro con los restos de Francisco Franco, ya ubicado dentro de un coche fúnebre.
Segundos después, los familiares del dictador se persignaban, y las imágenes reproducidas por el canal estatal mostraban el ataúd envuelto en una bandera con el escudo del Ducado de Franco y la Cruz Laureada de San Fernando, que representa la mayor distinción militar otorgada al genocida. En ese instante, en que se cerraba el baúl del coche fúnebre, se escuchó, sin saber bien de dónde procedía, una exclamación a coro: "¡Viva España! ¡Viva Franco!".
La secuencia será recordada como uno de los momentos de mayor tensión en la exhumación del dictador español del Valle de los Caídos, pero también como símbolo de la larga resistencia del franquismo a ser enterrado definitivamente: la familia del dictador invocando uno de los lemas de la dictadura franquista en los instantes previos a que el coche fúnebre trasladara el ataúd hasta el helicóptero del ejército español que lo llevaría hacia el cementerio de Mingorrubio, en Madrid, para su posterior inhumación en un panteón familiar.
El último grito público de los familiares de Franco se perderá entre la sierra de Guadarrama, donde se encuentra el Valle de los Caídos. La exhumación de los restos del genocida, y su posterior traslado al camposanto de El Pardo elimina para siempre el principal lugar de culto de la dictadura franquista y, de su líder, Francisco Franco. 44 años después de su entierro en el Valle de los Caídos, el país ibérico dejó por fin de ser el único de la Unión Europea en contar con un espacio de exaltación al militar que hundió a la nación en las tinieblas de su última dictadura militar (1939-1975).
El Valle de los Caídos, un complejo construido por miles de presos de la dictadura franquista entre los años 40 y 50, fue planeado por Franco como símbolo de su régimen y de su victoria en la Guerra Civil española. Allí se sepultó al fundador de la Falange española, José Antonio Primo de Rivera, pero también los cuerpos de más de 33 mil combatientes de los dos bandos que lucharon en el conflicto.
Desde entonces pero, sobre todo, con la sepultura de Franco en 1975, el Valle de los Caídos ha sido símbolo de dos visiones del país enfrentadas. Por un lado, el sitio de culto del franquismo y de sus herederos políticos. Por otro, el agravio del Estado con los miles de caídos enterrados en la mayor fosa común de España, y el soslayo injustificable de conservar en democracia un espacio de exaltación al dictador.
Este 24 de octubre, la definitiva exhumación de los restos de Franco representa un gran paso para dirimir ese enfrentamiento en favor de la consolidación democrática, y de un proceso más extenso de reparación de las víctimas de la dictadura franquista, y de memoria y aprendizaje sobre los crímenes cometidos por el franquismo.
Un proceso que no se transitará sin obstáculos. La exclamación de los familiares de Franco frente al coche fúnebre; la ofrenda floral con las cinco rosas de la Falange sobre el ataúd; el ingreso a la basílica de uno de los nietos del dictador con la bandera española preconstitucional, o la manifestación franquista en las inmediaciones del cementerio de Mingorrubio donde se inhumaron los restos de Franco, son claros símbolos de la resistencia del franquismo a ser enterrado definitivamente.
Una resistencia que se produjo durante los últimos cuarenta y cuatro años, y que enquistó el proceso de exhumación en los tribunales durante los últimos diez meses, desde que el presidente del gobierno en funciones, Pedro Sánchez, anunciara en junio del 2018 el proyecto para exhumar los restos del dictador, y cumplir así con la Ley de Memoria Histórica, aprobada en el 2007, que establecía que solo las víctimas de la Guerra Civil podrían yacer en el Valle de los Caídos.
Una resistencia que, además, acompañaron con beneplácito los partidos de la derecha, Partido Popular, Ciudadanos y Vox atacando el proceso de exhumación con diversos argumentos, desde atribuirle un carácter electoralista, a denunciar que la izquierda española buscaba reescribir la historia del país. Un posicionamiento que, sin embargo, el avance democrático del país, y el hecho de pertenecer a la Unión Europea, les impedía representar con el compromiso que hubiesen deseado a los ciudadanos que aún le rinden culto al franquismo, y que se manifestaron a la puertas del Valle de los Caídos.
A las 15:00 hora local, cuando los restos de Franco ya habían sido trasladados al cementerio de Mingorrubio y se comenzaba el proceso de inhumación, el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, compareció en una rueda prensa frente a la prensa nacional y extranjera.
“Con esta decisión se pone fin a una afrenta moral, como es el enaltecimiento de la figura de un dictador en un espacio público. Se da un paso más en la reconciliación, que sólo puede descansar en la democracia y en la libertad que todos compartimos. Y nuestra democracia se prestigia, no solamente ante nuestros ojos sino también ante los ojos del mundo”, dijo Sánchez antes de prometer que los miles de cuerpos enterrados (más de un tercio), y que aún no han sido identificados, lo serían “más pronto que tarde”.
El líder español se refirió además a la cercanía de la exhumación con los comicios generales, y el posible uso electoralista de la medida. “Caben todas las opiniones sobre el momento de llevar a cabo esta acción. El Gobierno anunció públicamente que lo haría cuando fuera posible, y este es el momento”, ha dicho Sánchez.
La valoración del rol del Partido Socialista Obrero Español y, más específicamente, del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, como impulsor definitivo de la exhumación de Franco deberá ser analizado en perspectiva más adelante. En el corto plazo, es indudable que tendrá un impacto electoral en los comicios generales que se celebran el 10 de noviembre. A izquierda y a derecha.
Pablo Casado, presidente del Partido Popular, dijo sin referirse explícitamente a la exhumación de Franco que, en los próximos comicios, no se vota sobre el pasado, el “felizmente pasado”, sino sobre el futuro. Una declaración que dejó sutilmente en evidencia la tradicional alianza entre el principal partido de derecha española y el franquismo. Un alianza que Casado intentará renovar dejando de lado los símbolos y concentrándose en los intereses económicos compartidos.
Por su parte, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, afirmó que los “huesos de un dictador no deben ser la prioridad de un Gobierno”, siguiendo el discurso apolítico que caracteriza al partido liberal. Mientras que Santiago Abascal, el jefe del ultraderechista Vox, fue el más transparente con su electorado. “Sánchez va más allá de la telebasura con este show electoral y necrófago”, dijo el dirigente antes de arremeter contra el PP y Cs por su “silencio cómplice” en la exhumación de Franco.
El segundo partido de izquierdas de España, Unidas Podemos, se expresó, primero, denunciando el carácter “electoralista” de la medida. Pero, después, su líder, Pablo Iglesias, se refirió al hecho político de la exhumación. “Está bien que la momia deje el Valle de los Caídos, pero los restos de Franco no están en ese ataúd: están en los poderes oligárquicos de este país, en los millonarios que se hicieron ricos gracias a la dictadura, y que mantienen su poder político”, escribió en su cuenta de Twitter.
A las 18:00 horas concluyó el proceso de inhumación de los restos de Franco. Ante un grupo de franquistas que vitoreaban al dictador, los familiares siguieron el momento en el que el ataúd fue ubicado en el panteón de la familia Franco, y donde ya había sido sepultada su esposa, Carmen Polo. Así, y tras más de siete horas desde que había iniciado el minucioso proceso planificado por el Gobierno, concluía la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos.