Por Carlos Girotti
El 23 de marzo de 2011, ante el fracaso de las tratativas bilaterales con el gobierno chileno de Sebastián Piñera, el presidente de Bolivia, Evo Morales Ayma, presentó ante el Tribunal de La Haya la demanda de su país por la salida al mar, perdida en la llamada Guerra del Pacífico (1879 y 1883). Nadie imaginaría por entonces que un mar de pueblo uniría a ambas naciones en 2019.
El 26 de mayo de 2011, cuando el vicepresidente boliviano Álvaro García Linera visitó Buenos Aires para participar de la inauguración del Centro de Estudios Estratégicos para la Defensa, instituto supranacional dependiente de la UNASUR, nos dijo: “La salida al mar, para los bolivianos, es una herida abierta en nuestro corazón, en nuestra alma, en nuestro cerebro, en nuestro rostro. Nos vemos en esa herida cada día. Forma parte de nuestro ser doliente porque esta identidad también tiene que ver con esta pérdida. Esto forma parte de nuestra espiritualidad profunda y el mar está ahí adentro”.
Apenas cuatro días después, en respuesta directa a esos dichos, el entonces ministro de Defensa de Piñera y actual senador por el derechista Partido Renovación Nacional, Andrés Allamand, amenazó: “Chile es un país que tiene en su posición todo el amparo del Derecho internacional (…) tiene Fuerzas Armadas prestigiadas, profesionales y preparadas que están en condiciones de hacer respetar los tratados internacionales”. A la pacífica demanda boliviana, el guerrerismo de viejo cuño pinochetista le respondía con el mejor de sus argumentos: la violencia fratricida.
Tan solo ocho años más tarde, ya en su segundo mandato, Sebastián Piñera le declara “la guerra a un enemigo poderoso e implacable que no respeta a nada ni a nadie”. Se refería a su propio pueblo, al pueblo de Chile que, en abierta rebeldía contra las políticas que viene soportando desde los tiempos de la dictadura, ganó las calles y plazas de todo el país. ¿Quién lo secunda ahora en tamaña empresa? Andrés Pío Bernardino Chadwick Piñera, su primo y ministro de Interior, designado en 1975 presidente del Frente Estudiantil de la Universidad Católica de Chile por la dictadura de Pinochet y activo protagonista juvenil, en 1977, del acto en la cima del Cerro Chacarillas donde el tirano explicitaría las bases institucionales de su régimen de terror. Pues bien, este primo-ministro no dudó en afirmar por estos días: "No nos engañemos, estamos enfrentando una verdadera escalada, que sin duda es organizada, para causar un grave daño a nuestro país y a la vida de cada ciudadano", y luego agregar que 10.500 militares y agentes de policía se habían desplegado a lo largo del país para tratar de resguardar el orden público, indicando que si fuera necesario reforzaría ese contingente. O sea, frente a lo que Cecilia Morel Montes, Primera Dama de Chile, caracterizara como una “ invasión alienígena”, el primo-ministro, antiguo alfil pinochetista, habría de disponer la brutal represión sobre el noble pueblo chileno.
En Bolivia, entretanto, las huestes del racismo y la xenofobia, aquellas que en 2008 masacraron en Pando a indios pacíficos e indefensos durante el golpe cívico prefectural, ahora procuran desconocer el triunfo en las urnas de Evo Morales Ayma y llaman a la violencia y al espanto otra vez. No lo hacen solas. El dispositivo imperial juega a entronizar a Carlos Mesa como un nuevo Guaidó, valiéndose para ello de Luis Almagro, Secretario General de la OEA y la corte de gobiernos reaccionarios que, como el de Mauricio Macri, especulan con sumarse a la deslegitimación de la voluntad mayoritaria del pueblo boliviano.
Pero las cosas no le quedan fáciles a estas derechas que asolan la Patria Grande. En Bolivia, la Central Obrera Boliviana, la Coordinadora Nacional para el Cambio y centenares de ayllus originarios en todo el país, han salido a respaldar al gobierno de Evo Morales Ayma. En Chile, a pesar de los asesinados por la represión, los torturados y violentados, los miles de detenidos y los heridos, el pueblo y sus organizaciones, como la hermana Central Única de Trabajadores, han ganado las calles y resisten heroicamente la brutalidad del gobierno de Piñera.
Un mar de pueblo une ambas experiencias y no hay motivos para dudar de que esa fraternidad en la lucha será acrecentada con la de otras experiencias. Es el caso de Uruguay, donde una marcha multitudinaria se reunió en la Plaza Cagancha para rechazar la pretendida reforma que daría lugar a la creación de una policía militarizada. O aquí, en nuestro país, donde el próximo domingo 27 una marea de votos derrotará a la gran mentira neoliberal encabezada por Macri.
Son tiempos difíciles, es verdad, pero las aguas que se agitan son las de los pueblos en movimiento y eso, de por sí, por más tristezas que haya que bancar, es una noticia alentadora. Máxime en estos días, cuando se comienza a avizorar la posibilidad histórica de asestarle un golpe definitorio al neoliberalismo.
Secretario de Comunicación de la CTA de los Trabajadores.