Todavía no cumplió los 40, pero bien puede dar cátedra de las transformaciones que sufrió la industria audiovisual en las últimas décadas. Como pocos, Nicolás Cabré atravesó a lo largo de su corta pero prolífica vida como actor las tres eras de la televisión argentina. En sus primeros años, cuando con sólo 10 años debutó en La ola está de fiesta, que le permitió saltar a la ficción como parte de la comedia Son de diez, conoció aquél tiempo en el que los canales producían in house sus propias ficciones. Más tarde, vivió en carne propia la irrupción de las producciones independientes, actuando en icónicos productos de la factoría Pol-Ka, desde el iniciático Poliladron hasta el consagratorio -para él- Son amores, pasando por Carola Casini, Gasoleros, Vulnerables, Ilusiones o Sin códigos, entre otros. Incluso, en la TV Pública protagonizó sus últimas producciones de época, como Variaciones Walsh y Cuéntame cómo pasó. Y ahora le toca el turno de protagonizar Tu parte del trato, una miniserie de suspenso que asume las características de los actuales tiempos: se estrena el martes a las 23 en TNT, el miércoles a las 22.45 por El Trece y el jueves ya estará disponible íntegramente por Cablevisión Flow. “Soy el resultado de las tres escuelas televisivas”, se sincera.
Con ese aire de indiferencia que lo caracteriza, casi intentando pasar inadvertido, Cabré llegá a la entrevista con Página/12, bolso en mano, para hablar sobe el nuevo proyecto televisivo que protagoniza junto a Eleonora Wexler y Jazmín Stuart. Pese a estar curtido en el arte de presentar programas televisivos, el actor confiesa sentirse "raro" con Tu parte del trato, el thriller de suspenso que verá la luz la semana próxima. "Comenzar a grabar teniendo todos los capítulos cerrados y leídos -cuenta- es una bendición actoral. Tener el tiempo de leer los guiones, de hablar para ver o rever algunas cosas de los libretos, no es algo a lo que estamos acostumbrados. La posibilidad de trabajar con tiempo mejora todo. En lo actoral, nos permite ver las cosas recorriendo todo el arco dramático de tu personaje pero también del resto, saber lo que va a pasar en tal escena pero también en las próximas. Estos proyectos hacen que cuando entremos a grabar ya esté todo claro y hablado, mejorando la producción".
Dirigida por Jorge Nisco y escrita por Guillermo Amoedo y Amaya Muruzábal, Tu parte del trato contará en ritmo de thriller pero con dosis de comedia negra la vida de Carlos (Cabré), un hacker que trabaja en una empresa financiera buscando y detectando oportunidades de inversión para sus clientes. Tan talentoso como introvertido, Carlos arrastra un pasado oscuro que lo vuelve vulnerable y rehén de un jefe (Fabián Arenillas) que lo destrata y amenaza cotidianamente. Tras ser privado de un ascenso, Carlos conoce a Patricia (Stuart), una mujer que lo seduce y que en medio de la noche, el acohol y alguna sustancia le propone hacer un pacto entre ellos para librarse mutuamente de las personas que odian. En el caso de Carlos, el primero en la lista es su jefe. El probema surge cuando, al día siguiente, el hacker amanece sin rastros de su amante y al llegar a la oficina se entera de que su superior fue asesinado. ¿Habrá sido ella que cumplió con parte del trato o mera casualidad? ¿Quién es realmente esa misteriosa mujer y qué quiere? Tres años después, Patricia se le aparece exigiéndole que ahora sea Carlos quién cumpla con su parte del trato: deberá arruinarle la vida a María (Wexler). ¿Será capaz de aceptar ese chantaje?
"Lo que tiene de bueno esta ficción es que hasta el final no sabés quién es quién. Hay un juego de misterios que se resuelve recién al final. Carlos empieza tratar de entender qué es lo que le pasa, quién le está manejando la vida y con qué intenciones lo hace. Es una thriller que mantiene la intriga desde un guión muy inteligentemente escrito, sin trucos. El asesino o la asesina está siempre presente, a los ojos de todos, pero de tal manera que las cosas que uno creen que son de una forma terminan siendo de otra", subraya Cabré, que junto a Wexler y Stuart comparte elenco con Carola Reyna, Federico Olivera, Gustavo Garzón, Silvia Kutica, Fabián Arenillas, Roberto Vallejos, Romina Richi, Hugo Arana, Natalia Lobo, Federico Salles y Julieta Vallina.
-¿Qué te permitió, en términos interpretativos, tener la posibilidad de leer previamente todos los capítulos antes de ingresar a grabar?
-Tener tiempo de trabajo me permitió, por ejemplo, escapar a la tentación de que mi personaje cayera en estereotipos. Carlos no es el típico nerd introvertido ni tampoco el exitoso soberbio cuando accede al puesto que deseaba. Es un personaje que nunca pierde identidad, que siempre mantiene una altura de vuelo parecida, dentro de las características que asume como inversionista junior o gerente de inversiones. Carlos no es el héroe inmaculado. Cuando se libera de asuntos espinosos, no le importa si para su salvación mancha a otros. El tiempo, y conocer su recorrido dramamátco, me permitió pensarlo más. Haciendo las cosas a las corridas, o con menos información, hay detalles que inevitablemente se te pasan. Carlos es un personaje que está metido en un lío impresionante, casi sin tener responsabilidad, pero tampoco es Heidi. Es alguien que hace cosas por conveniencia, que no mira mucho para el costado. Es un personaje que tiene su propia oscuridad.
-¿Una oscuridad de la que él se hace cargo?
-Es un ser humano metido en un quilombo sin saber por qué. Es víctima de ese juego pero también hizo de las suyas, como hacker y como inversionista financiero. La única autoridad moral que tiene presente es la de su padre (Hugo Arana), con quien tiene un vínculo distante y conflctivo, pero extrañamente cercano. Su padre le cuestiona todo el tiempo su trabajo, el lugar en el que lo ejerce, pero Carlos no le da bola. Discuten mucho. Su padre es la voz de la ética de la que Carlos carece. En ellos dos hay una tensión generacional y moral. No por nada se trata de un personaje que no es sociable, que no tiene amistades, que es brillante en el trabajo pero que no puede resolver los afectos y los vínculos con los otros. Ese costado, vulnerable, es del que se aprovecha Patricia para tenderle ese "trato" del que él nunca tomó conciencia.
-¿Cómo cree que va a funcionar a los ojos de los televidentes argentinos un thriller con estas características, más acostumbrados a la comedia o el drama?
-Los géneros puros ya no existen, todos se van deformando y combinando con otros. El televidente está todo el tiempo buscando quién es quién y por qué alguien pergeñó semejante plan macabro. La historia que cuenta la ficción es la protagonista. No es una historia que atraiga por identificación, como otros géneros, sino que su valor está puesto en la manera en que los interrogantes vayan encontrando respuestas. Porque no se trata sólo de dilucidar quién es el asesino, sino quién es esa mujer misteriosa que apareció una noche, despareció y volvió tres años después a exigir que el otro cumpla con su parte del trato. El halo de misterio que envuelve a los espectadores es el mismo que encierra a Carlos, que no sabe bien en qué lo metieron y que se pone a investigar para salvar su pellejo. Lo interesante de la ficción es que las fronteras entre lo casual, lo real y lo planificado se desvanecen permanentemente.
-Carlos es un inversor financiero, que tiene en sus manos la posibilidad de hacerles ganar o perder muchos millones a sus clientes. ¿Investigaste sobre cómo trabaja un financista de la bolsa o no fue necesario?
-No, no hacía falta. La composición fue pensada mucho más en función de su personalidad que de la actividad que realiza. Los textos "técnicos" aparecen muy de vez en cuando. De hecho, justamente me dediqué a la actuación para no tener que lidiar ni con números ni con gerentes financieros... Si bien tiene mucha habilidad para hacer ganar plata en el mundo de las finanzas, el personaje descansa mucho más en su perfil hacker. Si me hubiera puesto a estudiar sobre el mundo de las finanzas, era más de "vende humo" que de actor comprometido (risas). Sé que queda mejor decir qué sí, que me metí en la Bolsa durante días enteros, que vi el frenesí de las acciones subir y bajar, pero no era necesario tanto.
-¿Hay mucho "vende humo" en el medio?
-Uuuufff... A muchos les encanta. Gastan más energía vendiendo humo que actuando. Robert De Niro condujo durante varias semanas un taxi para preparar su personaje en Taxi Driver. Hay muchos que creen que para ser como él tienen que hacer lo mismo...
-No pensás que para comprender mejor las emociones por las que atraviesa el personaje tenés que haber vivido esas situaciones.
-No, pero son maneras. Cada uno hace lo que quiere. No digo que esté mal. Pero hay cosas que me resultan divertidas. Recuerdo que cuando estábamos rodando Atraco, en España, estuvimos filmado en el estudio La Ciudad de la Luz, en Alicante. Al lado nuestro se estaba filmando una película muy importante sobre Marco Polo, y nos contaron que el actor había estado estudiando durante años estrategia de guerra y liderazgo bélico, con los militares. ¡Déjate de joder! A lo mejor le sirve, pero me parece que muchas veces es una puesta en escena para justificar el sueldo, tal vez. O para parecerse a De Niro, andá a saber (risas).
-Está claro que no creés en ese método. ¿Cuál es el tuyo?
-No le veo la necesidad de llegar a tanto. Puede ser una limitación mía, eh. A mí me gusta leer el guión y después hablar mucho con el director, los autores y el equipo, qué se quiere contar, cómo, qué pretenden de mi personaje... Aunque parezca raro para un actor, siempre me dieron mucha vergüenza los ejercicios actorales y no los podía hacer. Soy actor, pero me dan vergüenza algunas cosas. Soy un bicho raro, porque soy actor pero no me gusta llamar la atención. Fui a ver un par de clases y vi ejercicios que no hubiera podido hacer ni loco. En mi caso, aprendí haciendo, viendo, escuchando y rodeándome de gente que me ha ayudado mucho. No digo que esté mal estudiar, sino que a mí no me sale. Si yo no entiendo para qué hago tal cosa, no puedo hacerla.
-¿Sos muy cerrado a la hora de componer?
-No. Pero no hago lo que no me nace hacer. Seguramente es un impedimento. Actuar no es sólo un acto individual, es una construcción colectiva. No impongo una mirada ni creo que la mía sea la que deba aplicarse. Creo en el trabajo en conjunto, en los intercambios previos entre todos.
-Pero a veces el ego y/o la soberbia no entienden de razones.
-Al ego hay que domarlo. Siempre. Lo bueno de trabajar con gente a la que uno conoce es que uno tiende apoyarse y dejarse ayudar con mayor facilidad cuando no se encuentra lo que el personaje o la situación necesitan. Uno siempre busca apoyarse en un lugar seguro. Cuando el otro sabe que entraste a la zona de confort, busca correrte un poquito, y eso siempre es bueno. No hay que ser soberbio ni tampoco posar una falsa modestia. Con Jorge (Nisco) tenemos esa relación, que por supuesto no está exenta de amor-odio. Está bueno que te exijan y que te saquen algo nuevo.
-¿Te entregás a lo que propone ese otro, entonces?
-No tengo drama en dejarme llevar, pero me entrego al otro cuando creo que tiene razón. Si no lo creo, lo planteo. Muchas veces hay que consensuar, no solo con una mirada sobre el personaje o la situación sino incluso con las limitaciones del medio, sea por la puesta de una cámara o las características de una escenografía o locación. A veces las necesidades para una misma escena de un actor y de un director son diferentes.
Política
Lejos de ser "opinólogo"
"Me interesa la política, estoy al tanto, pero no soy de hablar públicamente de política. No soy un opinólogo, no es lo mío. No hago repasos de actualidad. Está todo bien quién lo hace porque le interesa y le gusta. Pero no deja de ser raro que cuando uno hace un estreno tenga que expresarse sobre economía, sobre política nacional e internacional, el último escándalo... Uno también puede decir que no", afirma Cabré, con la misma serenidad que atravesó toda la entrevista. Esa decisión de correrse del lugar de opinólogo siempre sonriente que suele exigir el medio no le salió gratis. A lo largo de su carrera, a menudo fue objeto de crítica de parte de cierto sector del periodismo de chimentos, que no se banca que el actor no acepte sus "reglas". "No me victimizo, básicamente porque no es una postura. Soy así. No es que planifico qué me conviene decir, hacer o callar cuando doy una entrevista. Hay cosas que simplemente me gustan y otras que no", aclara.
"La necesidad del otro no tiene por qué ser la mía. Uno no siempre 'tiene que' tal o cual cosa. Es una mentira que uno por ser actor deba opinar de todo y estar siempre con una sonrisa. A veces cierto periodismo se apoya en esas cosas, como cuando preguntan algo desubicado y se esconden detrás de “la gente quiere saber si...”. ¡No sé si la gente quiere saber eso! Es mentira. Yo no estoy obligado a nada. Tengo que hacer bien mi trabajo y ser una buena persona. Nada más. Hay rebusques periodísticos que antes me ponían más belicoso, pero ahora los entiendo y no les doy bola. La excusa de 'me mandan a hacer esto': hacerlo o no depende de cada uno. Entiendo que mi manera de ser y pensar me generaron un montón de quilombos, pero siempre traté de ser sincero. El problema es que en este mundo decir que algo no te gusta es recibido por algunos como una falta de respeto", concluye el actor.