“Trabajamos para cuidar las urnas”, dice Carlos Pérez Aquino sentado con ropa de combate, boina y borceguíes en su despacho del décimo cuarto piso del Edificio Libertador. Esa es su misión para este domingo y para ello desplegó a los más de 90 mil hombres y mujeres del Ejército que custodiarán las 185 mil urnas, desde que lleguen hasta que salgan de los 14.500 centros de votación de todo el país. Conoce el territorio, previó todo y no quiere problemas. “No lidio con nadie”, dice cauto hasta con los términos con que habla sobre su objetivo: llevar “total normalidad y efectividad” para los votantes.
El despacho de Pérez Aquino está casi al final de un pasillo donde hay puertas y puertas de oficinas adentro de oficinas. En una de ellas está el Comando de Control: dos salas con paredes cubiertas de monitores y mapas, y escritorios tapados por computadoras y botoneras desde donde se hace el seguimiento en tiempo real del despliegue militar para los comicios.
“El desafío del día de las elecciones es poder monitorear a todo un sistema muy grande y asegurarse de que la novedad que se produzca sea resuelta de la mejor manera posible”, es el mensaje que quiere dar a Página/12.
Los técnicos son oficiales que explican el paso a paso de la transmisión de información con una jerga castrense y minuciosa, porque no es lo mismo “lógica” que “logística”, “despliegue” que “táctica”, las “novedades” no necesariamente son “reportes”, el “destacamento” no es igual que una “batería”, una “guarnición” no es una ensalada y decir “operativo” no significa lo mismo que “operatividad” ni “operacional”. Y todo así pero se entiende.
Pérez Aquino fue designado jefe del Comando General Electoral en abril de este año, pero ya lo había sido en 2017 y en las PASO de agosto. Es un hombre muy reconocido por sus pares y explicar su jerarquía es desarmar una mamushka militar. Es general de División, comandante Operacional del Estado Mayor Conjunto y jefe del Comando General Electoral. En términos civiles, tiene “alto rango” en las Fuerzas Armadas y su grado es el segundo en el escalafón militar definido por la geometría indescifrable de las jinetas.
Tiene 63 años, es parte de la Promoción 111 del Colegio Militar, del que se graduó en noviembre de 1980, es paracaidista, hizo una licenciatura en Estrategia y Organización, un máster en la Universidad de Indianápolis, es casado y tiene dos hijos que no siguieron la carrera militar.
Una de sus misiones más relevantes fue ser observador en la posguerra del Golfo. ¿Qué hace un observador militar? “Observa y reporta”, sintetiza. Recorrió zonas desmilitarizadas, vio que las fuerzas estuvieran en posición y trabajó con refugiados. “Fue una tarea muy enriquecedora desde el punto de vista militar y cultural”, afirma. También fue jefe de fuerzas de tareas en Haití y Chipre, donde cumplió misiones de Naciones Unidas. “No hacemos grandes disquisiciones sino que cumplimos" órdenes del Alto Comisionado.
-¿Es más difícil una misión en el Golfo o custodiar unas elecciones?
-(Sonríe) En el Golfo había tareas prefijadas. Acá es montar una magnífica logística para mover a más de 90 mil hombres y mujeres capacitados para cumplir con tareas perfectamente establecidas por el Código Nacional Electoral.
En ambas experiencias vivió “situaciones límites”. Claro que no es lo mismo una que la otra. “Diría que en las elecciones se viven ‘situaciones anormales’, como peleas entre fiscales, un hombre que entró al cuarto oscuro y empezó a romper boletas, y otro que una vez intentó entrar a la escuela caminando por el techo. Esto pasó realmente”, cuenta.
Durante estos días, su misión fue andar de aquí para allá entre conferencias de prensa y entrevistas con veedores internacionales y reuniones con funcionarios de gobierno. Sonríe, es amable, varía de tonos para responder, pero es difícil sacarle una definición fuera de la disciplina.
-¿Es lo mismo lidiar con un político que con un soldado?
-Yo no lidio con nadie. Trabajo con la política y con los soldados. No tengo problemas y trabajar me gusta.
Con el mismo recato con que responde, destaca una y otra vez la capacitación de su gente y relativiza la interpretación que se pueda hacer del militar que custodia las urnas.
-¿No cree que es un poco fuerte la imagen de un soldado en un colegio con un fusil cruzado?
-Puede ser, pero es el armamento que tenemos de dotación y debemos tener alguno para prevenir un mal mayor, como por ejemplo un atentado.
-¿Cuál es la imagen que la sociedad debiera tener del Ejército?
-La sociedad nos ve trabajando. Es la imagen que nosotros tenemos, no la que queremos dar. No aspiramos a nada más que nos vean como somos. En definitiva somos parte de la sociedad.
-Hace años hubo un general que dijo: “Las urnas están bien guardadas”. ¿Usted cómo reformularía esa frase?
-No me gusta reformular algo que dijo otra persona -responda cauto-. Lo que me gustaría decir, pero recién el lunes cuando este acto electoral haya terminado, es que las urnas están bien custodiadas.
El domingo, Pérez Aquino se va a levantar más temprano que de costumbre, va a ir al Edificio Libertador y luego a revistar los “emplazamientos que considere importantes”. Tiene un cronograma de etapas y hay que controlar, como el despliegue, la apertura de los lugares de votación, estar atento a las novedades, reaccionar a partir de lo que se produzca, recorrer algunas escuelas y algún puesto de comando.
Eso sí, antes de las 18 “voy a votar”, aclara y afloja el tono. Luego, a esperar cierre de comicios. Se muestra confiado. Es que “mi gente está muy preparada y capacitada”, remarca y pide a la sociedad “que confíen en ellos porque están ahí para garantizar la total normalidad y efectividad del acto electoral”, el que va a definir quién será el próximo presidente de lo que van de estos 36 años de democracia.