Todavía cubierta de andamios, la vieja dama de Callao y Rivadavia está recuperando algunos de sus brillos internos. El equipo del PRIE, nacido del que restauró la Cámara de Diputados y tiene casi listo el Senado, está avanzando en completar ambientes y elementos de esta creación genial de Francesco Gianotti. Quienes la visiten el sábado próximo podrán ver el salón de fiestas del primer piso brillando como nunca, con su vitral a nuevo y en posición. También podrán ver la confitería limpia y con un avanzado trabajo técnico de cateo en la parte exterior. Y antes mismo de entrar, bastará mirar para arriba para ver la franja de fachada sobre Rivadavia que ya fue limpiada.
La experiencia comienza desde la misma entrada, en el pequeño y coqueto hall diseñado de mano de Gianotti.
Las columnas pareadas de Carrara veteado fueron limpiadas y restauradas, y siguiendo lo que eran apenas contornos esfumados se está terminando de reponer la pintural oro que las ornaba.
También reaparecieron los ornamentos dorados de los placones laterales, los estucados y los notables piñones -por inventarles un nombre- de los coronamientos.
De ahí se sube al salón de fiestas del primer piso, donde se empezó a reponer el bello vitral original. Las maderas relucen, limpias, y las columnas de estuco imitando mármoles sorprenden con sus colores vívidos a nuevo.
Hace casi un siglo que los vitrales de la confitería no se veían tan bien. Este es uno de los 117 paños que conforman el cenital del salón de fiestas.
La baranda fue restaurada y pintada, y se le repusieron los rosetones y las guías de bronces, robadas antes de entregar el edificio. Se pudieron reproducir gracias a las fotos de un cumpleaños de quince enviada por una entusiasta.
El recibidor del salón reluce con sus colores originales y todas sus molduras en posición.
Ahí mismo se dejó, protegido por un vidrio especial, un fragmento del muy frágil piso original del salón.
Los arqueólogos encontraron miles de objetos, de libros de contabilidad a una incontable cantidad de envases, molderías y botellas.
Mientras, continúan trabajos técnicos de gran complejidad y que todavía no se pueden visitar por cuestones de seguridad. Comenzar la reparación de la torre significó un complejo estudio previo de estructuras para poder montar un enorme andamio. Literalmente, el trabajo fue de punta a punta del edificio, con reparaciones y refuerzos en los subsuelos para acomodar cargas, pandeos y otros riesgos potenciales.
En la torre, bien envuelta, se trabaja en consolidar los pretensados originales de Gianotti, muy abandonados, y los elementos internos, literalmente devorados por el óxido y el descuido. Ya empiezan a aparecer pequeñas maravillas, como los mosaicos que le dan un toque de color a los arranques verticales y los fantasiosos capiteles.
Pero el trabajo será largo en este sector. Para dar una idea del deterioro:
Este es el arranque de la escalera interna de la torre.
Pero la belleza del Molino, una pieza verdaderamente única de nuestra arquitectura, está reapareciendo, gracias a uno de los equipos técnicos mejor llevados de nuestra historia.