El dilema histórico de la humanidad, fue y será como construye su subjetividad. Como constituye y se constituye para la realidad cotidiana y para la lejana. El hombre de la antigüedad producía su subjetividad desde el paganismo politeísta y en la relación dominial de amo y esclavo. En el medioevo, lo subjetivo instituyente va a ser el monoteísmo, y la relación de dominancia del señor feudal con el ciervo de la gleba. Es en la edad Media, desde el monoteísmo que se produce una intensividad, distinta y centralizada por ése monoteísmo, que es la del encantamiento con el ambiente, entendido como naturaleza. Es así que en este período histórico las personas contemplaban la naturaleza, sorprendiéndose y reverenciándola. También los pueblos originarios. Las personas, entonces, sentían que formaban parte del ambiente en clave de integración, de cuidado de ella y no de conquista. No creemos que ésta etapa sea la panacea, sí, que era distinta y reverencial de la Tierra. Lo que positivamente nos demuestra que no siempre existió el atropocentrismo de conquista como productor de subjetividades. Por ende, que se puede y se debe generar modelizaciones humanas conductuales de integración y cuidado de la Tierra. Desde ya distinta y mejor a la otrora medieval. Donde debería prevalecer la justicia social y ambiental.

Es con la modernidad, avasallante, veloz, racional, inundada de codicia y ambición extrema, que alejada de toda emoción, pero sustantivizada en la tensión del dominante contra la/el trabajador, la que rompería con el encantamiento medieval con la naturaleza. El desencanto primó y a la conquista del planeta instigó. Es la ajenidad con la Tierra lo que permitió la depredación, contaminación y el deterioro de la Casa Común. Esa ajenización con el ambiente del planeta, en el capitalismo financiero se agudizaría en grado de pleno divorcio. Distinto era, aún dentro de la modernidad, la subjetividad constituyente de las personas en la economía mundial industrial con intervención estatal y justicia social, en el período que va desde 1945 a 1976. En Argentina, por ejemplo, va a ser -en los años 1954 y 1973- muy alta la participación de los trabajadores en la captación de la riqueza nacional, lo que marca la equidad social existente en ésa época.

Es con la financiarización de toda vida del neoliberalismo que se inicia a fines de los 70 y principios de los 80 del siglo XX, que se produce la gran ruptura y nace la exogenia: se reducen mucho las empatías personales y crecen en demasía las simpatías y deseos por las cosas, por las mercancías y por la monetarización de todo.

Las personas en la presente etapa instituyen su subjetividad, ya plenamente desde el afuera mediante, entre otros instrumentos, el exceso de las redes informáticas, la invasividad mediática y el consumismo, siendo este último en exceso para los ricos y de escaso consumo para los pobres. Etapa que también genera indiferencia con lo colectivo y lo social. Se trafica en demasía superficial con las expectativas de las mayorías de clase media con pertenecer, llegar y trepar a la riqueza material. La subjetividad del presente se edifica también viendo a la otra, al otro como medio instrumental a desechar en su momento. La gente en la actual época de la financiarización de la vida se conecta desde su vacío, lo vacuo exógenamente en disposición individualista, competitiva y narcisista. Propio del sistema de la financiarización de toda la vida que incrementa el individualismo en forma atroz.

Es el neoliberalismo el que genera el fenómeno de la exogenia. Es un concepto que nos señala que la constitución subjetiva de las personas se realiza absolutamente desde el afuera y la conexión con los otros se produce en clave de competencia e individualismo.

La exogenia la sufrimos cuando somos modelizados a pura exterioridad, cuando somos totalmente hablados e interpretados. Cuando dejamos de pensar en sí y para sí en comunidad. Tal como ocurre en el mercado. La violencia de mercado invade todas las relaciones. La exogenia como proceso de subjetivación a plena exterioridad construye simpatías con las mercancías u objetos deseados y erradica en su totalidad empatías con las personas. Esa es la novedad de la exogenia, que solo hay subjetividad para las cosas y no para la humanidad.

Hay dos ideas que potencian esta patología social y que son planteadas por la sociología: la adiaforización y la aporofobia. La primera es la pérdida de todo escrúpulo y decencias mínimas. Y, la otra es el miedo, desprecio y terror a los pobres. La salida es por dentro. Recuperar el pensar, que es más que razonar. La subjetivación la debemos metabolizar desde nuestro interior y vincularizarnos con la otra con el otro en notredad, con empatía y solidaridad bajo los grandes ejes de justicia social y ambiental.

Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales. Cientista Social. Docente de la UNR.