#OscarsSoBlack, pero también #OscarsSoIndie. Eso representa Luz de luna, la película ganadora de la 89ª entrega de los premios de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas, “salida de la nada”, como definió desde el escenario el conductor de la ceremonia, Jimmy Kimmel. “De la nada” quiere decir desde las fronteras más lejanas de Hollywood, producida por tres pequeñas compañías (una de ellas es la de Brad Pitt y George Clooney) y dirigida por un realizador al que hasta el domingo conocían sólo en los circuitos del cine independiente. Pero Luz de luna no es la única película so black y so indie en competir en el Dolby Theatre 48 horas atrás. Lejos de ello, es el resultado más visible de una doble avanzada académica, destinada a lavar la imagen, demasiado blanca y demasiado mainstream, que dejaron los Oscar de la temporada anterior. Allí están para demostrarlo las indies Manchester junto al mar, Sin nada que perder y la mismísima La La Land (que por muy lujosa que luzca no tiene detrás a una major), y las blackish Fences, Talentos ocultos y Loving.
Al año 2014, el 94 por ciento de miembros de la Academia eran blancos (¡!), tres cuartos del total eran hombres y más de la mitad tenían más de 60 años. La presidenta de la Academia, Cheryl Boone Isaacs, que al fin y al cabo es afroamericana, se halla en plena labor de torcer esas cifras, mediante una intensa campaña de incorporación de nuevos miembros, que permitan ir cambiando el sesgo de los premios. Con el Oscar a Mejor Película obtenido por Luz de luna, la Academia de Cheryl Bone Isaacs da un doble espaldarazo a los realizadores jóvenes, premiando la película filmada por Barry Jenkins (37) y, como Mejor Director, a Damien Chazelle, director de La La Land, que con 32 es, junto a Norman Taurog, premiado en 1931, el más joven de la historia. Hilando un poco más fino en la interna entre esas dos películas, es sorprendente que la historia de maduración de un joven negro, pobre y homosexual, hijo de una madre alcohólica (Luz de luna), se haya impuesto por sobre una comedia dramática musical que relee a los clásicos de los años 50, entre colores radiantes y una historia de boy-meets-girl (La La Land).
Pero, ¿de dónde sale esa película que sale de la nada, llamada Moonlight? Sale, en parte, de la propia historia de su realizador y coguionista, Barry Jenkins, aunque paradójicamente se base en una obra teatral de Tarell Alvin McCraney, quien escribió el guión junto a él. Por eso uno de los tres Oscar que ganó es al Mejor Guión Adaptado (el otro es el de Mejor Actor Secundario para Mahershala Ali, conocido por su papel de lobbista en House of Cards). Nacido en 1979 en Miami, como el héroe de Luz de luna, a Jenkins lo crió una mujer que no era su madre, junto a tres hermanos, en un pequeño departamentito. De joven estudió cine. En 2008 estrenó su primera película, Medicine for Melancholy, que produjo con dinero prestado por un amigo. Contaba la relación de un día de una pareja de afroamericanos, cada uno de los cuales representaba una cierta posición política dentro de su comunidad: él, la más intransigente en relación con los blancos; ella, la más flexible.
Bien recibida por la crítica y en festivales, la película ganó tres premios en los Independent Spirit Awards (“los Oscars” del cine indie). Pero Jenkins se pasó ocho años sin un nuevo contrato, hasta que logró “vender” Moonlight, cuyo rasgo más destacado es el carácter asordinado, dramáticamente reticente que le da a una historia que se prestaba a lo sórdido, con un protagonista que de pequeño es víctima sistemática de “bullying” por los pesados del colegio, y de allí en más aprende a guardarse todo. Narrada en tres tiempos en la vida de Chiron, es una historia triste la de Luz de luna. Pero no mórbida, como pudo haberlo sido. Frecuentes ralentis, climas visuales y una escena onírica vienen a reemplazar ese mundo interior que el protagonista mantiene bajo cuatro llaves. ¿Irá a verla el público porteño, ahora que acaba de convertirse en “la reina del Oscar”? Desde los tiempos de Spike Lee se viene sosteniendo que el espectador local “no va a ver películas de negros”, y Luz de luna acaba de confirmarlo. Dos semanas después de su estreno ya había caído de varias salas, y ahora, un mes más tarde, de varias más. Seguramente se repondrá este jueves, oportunidad para que quien no la haya visto lo haga. Si le despierta interés, claro.