"Toda la noche escucho el llamamiento de la muerte, toda la noche escucho el canto de la muerte junto al río, toda la noche escucho la voz de la muerte que me llama". El título del texto, además de las palabras posteriores, obedece al poemario editado en el año 1968 por Alejandra Pizarnik, que a su vez retoma de la obra del pintor holandés El Bosco, realizada en pleno Renacimiento europeo, quinientos años antes. Ambas creaciones refieren a la incisión quirúrgica en el cerebro denominada lobotomía, de cierto prestigio en el transcurso del siglo pasado. La práctica contó entre sus intervenidos con el francés Guillaume Apollinaire- producto de una herida de guerra-, y el nacido en Máximo Paz, Felipe Aldana. Para nuestro poeta expresó la consumación de su propio infierno.

La lobotomía cerebral es una cirugía consistente en la sección de uno o más fascículos nerviosos de un lóbulo. Wilheim Albert Wlodzimierz Apolinary de Kostrowicki, conocido como Apollinaire a secas, luego del arresto por el robo de La Gioconda en el Museo de Louvre -en su declaratoria implicó también a Pablo Picasso-, y en procura de la nacionalidad francesa, se alista de soldado voluntario al estallar la Primera Guerra Mundial. Allí recibe una contusión de gravedad en la cabeza, procediéndosele la extracción de un ducto nervioso, operatoria todavía en estado experimental. El resultado no puede corroborarse puesto que el escritor expira poco tiempo después, víctima de gripe. Ya en la década del treinta la cirugía alcanza popularidad con las habilidades del médico norteamericano Walter Freeman y su técnica del "picahielos". La acción era entrar con el instrumento por el lacrimal al asalto de la locura, extirpándola de raíz; temeridad propagada en reguero para la curación de todas las enfermedades psicológicas conocidas. Es decir, el método estimó la utilización de la pericia bárbara tanto para el alienado, como para el paciente consciente de su patología, aquel que solo por trastorno relacional se encontraba en estado de marginalidad, arresto o situación vulnerable. Tal fue el caso de Aldana a comienzos de la década del cincuenta.

El poeta constituía un problema para la familia y círculo de amigos. La inestabilidad económica, forjada por los requiebres frecuentes en el ámbito laboral, además del queratocono de nacimiento, lo sumían en profundas depresiones, haciendo de la deseada independencia a los padres una utopía. Y a la búsqueda de esa quimera emprendió la operación hacia el año 1951. Testigos cuentan que luego de la trepanación su personalidad transfiguró; el joven introspectivo dio paso al hombre intemperante, ansioso, saturado de resentimiento y violencia. Esta vehemencia fue la puerta al alcohol, fuente final de sus días.

Aun así, y en momentos de transparencias, donde ni el vino ni la mancha roja del impulso moraban en su inventiva, supo sintetizar en poesía ese estado de emergencia constitutiva del ser sensible: Querías ser como los pájaros del monte,/ y como una guitarra abandonada:/ tú querías ser la flor de piedra/ y la misma piedra silenciada…/ No querías los millones de paciencia de tus ojos,/ tú no querías tus ojos./ No querías la fortaleza de tu cuerpo,/ ni tu propio cuerpo./ No querías tu cola de péndulo,/ ni tu propia cola./ Tú no querías sentir objetos duros/ que te arrojaban/ y luego viste que tu propia imagen en el agua/ no era ni la milésima de tu imagen. Del poema "Vaca" versión mecanografiada por José Athos Ferrazzini y rescatada por la editorial de la Municipalidad de Rosario.