John Dutcher admite que nunca tuvo tiempo para dedicarle a los “musulmanes”. A raíz de los ataques del 11 de septiembre, su ira aumentó. Cuando veía a una pareja musulmana en el supermercado, gruñía, especialmente si la mujer llevaba puesto un velo. Incluso hubo un tiempo en que llegó a pensar en poner tiras de tocino fuera de una mezquita local, aunque nunca lo hizo. Y entonces sucedió algo muy simple: una familia de refugiados se mudó a la casa vecina y comenzó un proceso de transformación. “Dos familias se mudaron al departamento enfrente al mio. Los había visto llegar”, dijo Dutcher, hablando desde Omaha, la ciudad más grande de Nebraska. “Le dije a la gente con la que estaban, que si hubiera algo que pudiera hacer para ayudar, en el departamento o lo que fuera, sólo tenían que pedir”.
Un año después, en momentos en que Estados Unidos se está recuperando del impacto de la prohibición de viajar de Donald Trump a gente de siete países predominantemente musulmanes y de la suspensión del programa de refugiados del país, Dutcher, que votó por Trump, surgió como una voz de comprensión y esperanza. Cuando una entrevista que hizo con el canal de televisión local KETV se viralizó, muchos en todo el país se inspiraron tanto en sus palabras como en su ejemplo.
Los activistas se preguntaban si un hombre que había sostenido opiniones islamófobicas podía cambiar de opinión simplemente por conocer a gente a la que había etiquetado. “No está en nuestra naturaleza humana acercarnos a alguien que no se parece a nosotros”, dijo Lacey Studnicka, que trabaja para los Servicios de la Familia Luterana de Nebraska (LFS) y estuvo en contacto con refugiados durante 15 años.
Dijo que creía que la clave para cambiar la mentalidad de la gente era la educación. Parte de su trabajo es viajar a través de Nebraska dando conferencias en iglesias y centros comunitarios, a veces con un ex miembro de la comunidad de refugiados. Especificó que era especialmente útil visitar las áreas rurales. “Aún si nadie en su comunidad es un refugiado, si uno es capaz de escuchar las historias de alguien, se abre una puerta”, afirmó.
Nebraska es un estado chato, conservador, mayormente rural y abrumadoramente blanco. En las elecciones de 2016 votó 58 a 33 a favor de Trump. El magnate de Nueva York se aseguró el 85 por ciento de los votos en 19 de los 93 condados del estado. En el condado de Western Grant, 93 por ciento de la gente votó por él. La población del estado es de alrededor de 1,9 millones.
Sin embargo, Nebraska también demostró ser muy solidario con los refugiados. Entre octubre de 2015 y septiembre de 2016, el llamado estado de Cornhusker recibió a 1.441 refugiados, o un 76 por cada 100.000 habitantes de Nebraska, según un análisis del Pew Research Center. Per cápita, Nebraska acogió a más refugiados que cualquier otro estado, por delante de Dakota del Norte, Idaho, Vermont y Arizona.
Los funcionarios dicen que el estado es un destino popular para los refugiados porque la economía es fuerte, y hay trabajos en la hospitalidad, el embalaje de carne y las industrias de servicios. Más del 90 por ciento de los refugiados que llegan al estado, lo hacen para reunirse con los familiares que ya están allí.
Anwar Rida, que vive en Lincoln, se mudó a Nebraska en 1999. Es originario de Irak y dijo que aunque Nebraska era un estado acogedor para los refugiados, era importante que los recién llegados hicieran un esfuerzo para formar parte de la comunidad. Su empresa ofrece clases gratuitas de inglés a los recién llegados, algo que él dice es vital. “Nebraska es un estado encantador, con un ambiente agradable. Hay gente agradable, eso es bueno para las familias”, dijo.
El mes pasado, diez políticos estatales patrocinaron una resolución diciendo que “creen en la protección de los refugiados”, independientemente de la religión, una respuesta a la orden ejecutiva de Trump que muchos creen que iba dirigida a los musulmanes y asignaba un estatus prioritario a los cristianos.
El gobernador de Nebraska, Pete Ricketts, republicano, defendió el veto de Trump y dijo estar en desacuerdo con el juez que ordenó la suspensión de la orden del presidente. Mientras tanto, dos agencias de reasentamiento de refugiados de Nebraska están recortando puestos de trabajo a raíz de la orden ejecutiva de Trump sobre inmigración.
Dutcher dijo que si bien apoyaba el deseo de Trump de endurecer la frontera México-Estados Unidos, dijo que estaba frustrado de que demasiados confundían a refugiados de países como Siria e Irak, con el debate general sobre la inmigración. El hombre de 61 años, quien trabaja para una compañía de limpieza, dijo que su propia transformación había llegado después de muchas horas de oración. Dijo que había asistido a reuniones de Alcohólicos Anónimos y que “había un montón de cosas en mi vida que debían cambiar”. Dijo que cuanto más hablaba con sus nuevos vecinos -algunas veces haciendo uso del traductor de Google, llegó a aprender más sobre los viajes que habían realizado para llegar a Omaha. “A medida que descubría más acerca de ellos, me invitaron a sus hogares. Algunas de estas personas vinieron desde Alepo”, dijo, refiriéndose a la devastada ciudad más grande de Siria. Agregó que la gente cuyos departamentos ocupaban sus nuevos vecinos habían sido adictos a la metanfetamina y bebían mucho. Muy rápidamente, las botellas vacías y los gritos durante la noche fueron reemplazados por el barullo de los niños que lo llamaban “hermano mayor”. “Si me hubiera quedado en mi zona de confort y no los hubiera contactado, nunca hubiera cambiado. Me habría quedado en ese estado de odio”, dijo. “Yo estaba buscando un cambio en mi vida. Le doy el crédito a Dios. Él me escuchó y contestó mis plegarias”.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Páginal12
Traducción: Celita Doyhambéhère.