Si tuviésemos que definir al lunfardo, lo correcto lingüísticamente sería decir que es un argot. Un argot surgido en las ciudades rioplatenses alrededor de 870 y que desde hace varias décadas es ya un argot nacional, porque se halla extendido a toda la Argentina en forma transgeneracional y transclasista. Pero hay una manera más fácil de decirlo: el lunfardo es un vocabulario popular, un listado de voces y expresiones, un conjunto de términos afectivos, que tienen la función primordial de traducir o representar un universo de acciones, objetos, sentimientos y maneras de mirar. La elección de un lunfardismo no expresa solamente una rebelión contra las normas lingüísticas, sino también una evidencia de disconformidad social, ya que los efectos connotativos de una palabra lunfarda implican un cuestionamiento tácito al modo en el que la sociedad funciona.
El estudio del lunfardo comenzó en 1953, cuando José Gobello publicó Lunfardía. Con esta obra nació el estudio del lunfardo desde una mirada lingüística. En un momento en el cual tanto los círculos filológicos universitarios como la Academia Argentina de Letras ignoraban olímpicamente el habla popular, aquel libro constituyó el verdadero comienzo de la lunfardología y fue la piedra basal sobre la que se asentaría desde 1962 la Academia Porteña del Lunfardo, institución privada sin fines de lucro cuyo objetivo primordial es el estudio del habla de Buenos Aires, así como también la investigación y difusión de la cultura popular porteña en general.
Sucede que muchos –incluido Borges– confundieron al lunfardo con un tecnolecto delictivo o con una jerga carcelaria. Quizá por ello la investigación lingüística obvió su estudio durante décadas. En el siglo pasado solo tres lingüistas profesionales intentaron una aproximación científica: Beatriz Lavandera, Beatriz Fontanella de Weinberg y Susana Martorell de Laconi.
Pero el lunfardo recién llegó a las aulas de la universidad pública en el siglo XXI. Primero fue en la Licenciatura en Folklore del IUNA (hoy, la UNA), cuando se creó la cátedra de Lunfardo, a cargo de Oscar del Priore entre 2001 y 2016, y al frente de la cual estamos actualmente Andrea Bohrn y yo. En torno a 2010, pocos después de que Eduardo Romano y Julio Schvartzman llevasen el tango a la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, dos cátedras de Gramática de la misma carrera (Letras) –la de Mabel Giammatteo y la de Inés Kuguel y Laura Kornfeld– incorporaron el lunfardo como tema dentro de la unidad de variación lingüística. Asimismo, el Museo de la Lengua fundado en 2012 en la Universidad Nacional de General Sarmiento dedica al lunfardo y al cocoliche parte de su contenido, el que se ha expandido con actividades de divulgación y material para la escuela media a partir del año pasado. Por mi parte, algunos de los seminarios de especialización y maestría que vengo dictando en la UNIPE se han dedicado al lunfardo y a la literatura lunfardesca. Todavía somos pocos. Ojalá se nos sumen.
Oscar Conde: Docente de la Universidad Nacional de las Artes (UNA) y de la Universidad Pedagógica Nacional (UNIPE).