Meses atrás, Claudia López era entrevistada en un set de televisión por un presentador local que, en tono aparentemente bromista, criticaba su forma de hablar “como si estuvieras siempre enojada”. “No me vengas con ese chovinismo condescendiente”, le paró el carro la líder de la Alianza Verde. No sería ni la primera ni la última vez que la tildaran de “gritona” por su estilo seguro, insumiso, contundente: misógina figurita repetida que busca desautorizar a cualquier mujer que ose alzar públicamente la voz. A palabras necias, respuestas sagaces, templadas. Como las suyas, que en cierta ocasión dijo: “Contra la corrupción solo cabe gritar”. Y la tenacidad rindió frutos para la ex senadora y ex candidata a la vicepresidencia de Sergio Fajardo: el pasado domingo, el pueblo de Bogotá la convirtió en su nueva alcaldesa. Un hito, sin dudas, porque nunca antes una mujer había sido elegida en urnas para el mentado cargo, el segundo más importante en responsabilidad política del país.
“La transformación más grande que está ocurriendo en el mundo es el cambio en el rol de los jóvenes y las mujeres en nuestra sociedad. Por primera vez una mujer diversa, hija de una familia humilde, gana la alcaldía de Bogotá. Seré la primera, pero estoy absolutamente segura que vendrán más. El cambio y la igualdad son imparables”, expresó esta mujer abiertamente lesbiana, hija de una maestra de escuela y de un comerciante boyacense, cuyo triunfo -subrayan voces en tema- “tiene una innegable dimensión simbólica en un país de élites políticas donde las mujeres nunca han alcanzado la presidencia y en promedio ocupan apenas el 15 por ciento de los cargos de elección popular”.
“Bogotá votó para derrotar al machismo y a la homofobia”, celebró López, de 49 años, tras la sonada victoria. Otro punto clave de su plataforma es “avanzar en la triada básica del bienestar de cualquier sociedad: salud, educación pública gratuita de calidad y empleo digno”. También vital es su postura ecologista, “que Bogotá sea un ejemplo de sostenibilidad, en políticas ambientales y en nuevos hábitos de vida saludable”.
Vale decir que aunque apenas comenzó a medirse en urnas cinco años atrás, su nombre está ligado desde hace largo rato a la lucha contra la corrupción. De hecho, López alcanzó notoriedad en 2005, cuando investigando votaciones atípicas destapó el escándalo de la “parapolítica”, como se llamó a los vínculos entre congresistas, grupos paramilitares y narcotraficantes. “Gracias a esa investigación, más de 50 políticos han sido condenados a cárcel”, anota en su sitio web. Como periodista, también generó revuelo que fuera despedida de El Tiempo por cuestionar al propio periódico en su columna semanal. Y el año pasado fue una de las principales responsables de motorizar -sin presupuesto para campaña, sin propaganda electoral- una consulta popular para endurecer las sanciones contra los políticos corruptos; consulta en la que votaron 11 millones y medio de personas: por apenas 500 mil votos no fue vincular.
Fiel a sus ideales, C.L. empezó a involucrarse en la vida pública en sus años mozos, con el movimiento estudiantil de la Séptima Papeleta, que promovió la Asamblea Constitucional de 1991. “El éxito de La Séptima Papeleta me convenció de que mi vida tenía que enfocarse en la acción política y decidí cambiar de carrera”, cuenta quien inicialmente estudiase Biología, pero luego se formase en Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales. “Años después, gané una beca para hacer una maestría en Administración Pública y Política Urbana en la Universidad de Columbia, en Nueva York. Limpiaba casas y baños para costearme la vida en Estados Unidos”, recuerda. Más recientemente, ya siendo congresista, la mujer de sobresaliente carrera académica -que trabajó en Naciones Unidas- completó un doctorado en Ciencia Política en Northwestern, Chicago. “Para mí la educación ha sido un antes y un después en mi vida. Ha sido la oportunidad de reconocer mi propio valor, mi propio potencial. De descubrir un mundo de conocimiento y de servicio público”, explica.
“Ninguna manifestación de amor es una falta de respeto”, respondió López con santa paciencia tras ser interrogada cantidad de veces sobre un gesto que no necesita explicación: el beso que dio a su pareja, la senadora Angélica Lozano, nomás enterarse del triunfo en urnas, capturado en una pic que devino viral. Un cándido corolario para una jornada histórica que, por supuesto, despertó tirria en rancios ultraconservadores. Para pruebas, la rabieta medieval del concejal y pastor Marco Fidel Ramírez que, vía Twitter, anotó: “A partir de ahora, Bogotá bajo el yugo de Sodoma”, y ya luego: “Correrá cual veneno letal la corruptora ideología de género y el abortismo desde la Alcaldía”. Empero, frente a los embistes homófobos, la respuesta en redes fue ejemplar: el #BesoChallenge, arenga a compartir imágenes besándose, en apoyo a López, sí, y para promover el respeto por la diversidad sexual. “Cualquiera de los candidatos hubiera celebrado con su esposa, compañera o compañero. Yo no tengo por qué ser la excepción”, le quitó hierro al asunto la nueva alcaldesa de Bogotá.