“Yo ya llegué a mi meta, ahora empieza vuestra partida.” Así dice el último verso de Los zurdos mueren antes, corte de Almanauta, el más reciente disco de Nach, publicado el año pasado. En el notable videoclip dirigido por Willy Rodríguez –que le valió una nominación a los Grammy latinos–, un largo plano secuencia acompaña el desarrollo del track de más de siete minutos, en el que el MC español da cuenta de su posición en el mundo y su visión algo trágica de la cultura moderna. Sin embargo, para él algo continúa: “Es un mensaje para la gente joven, pero también para cualquiera que tenga una motivación, una meta. Si no salimos a buscar, dejamos de ser humanos. He cumplido muchos de mis sueños, y me siento muy afortunado”, explica el rapero, que se prepara para tocar en Groove este sábado.
La bajada de línea llega cuando nuevas generaciones abrazan la cultura hip hop, esencialmente en el plano musical, sea en formato freestyle o canción. Y en esto, Ignacio José Fornés Olmo es una de las grandes referencias para hablar de vieja escuela, del clásico rap combativo de bombo y caja. Espejo para los más jóvenes y contemporáneo de otras leyendas como Kase.O, SFDK o Arma Blanca, Nach empezó a escribir rimas en los cuadernos del colegio. Jamás olvidó ese hábito, por eso el 26 de noviembre va a publicar Silencios vivos, su segundo libro de poesía. “El rap es estar en un bar hablando con los amigos, con música de fondo. La poesía es meterte en el baño, mirarte al espejo y hablar contigo mismo –compara–. Ambos momentos me sirven. Con la poesía me descubro, hago terapia con la libertad que da el papel, y salen cosas sorprendentes, al menos para mí.”
El rapero de 45 años, que se licenció en sociología en la Universidad de Alicante, se crió en San Blas, un barrio de esa ciudad en el poco sobraba y en el que, como en tantos otros puntos del globo, había que convivir con la violencia y discriminación de quienes no entendían de qué iba el hip hop. Al presentar el single Oveja negra, que canta junto a Macaco, se extendió vía Twitter: “Los que ayer nos hacían bullying, hoy compran nuestros discos. Los que ayer decían que no íbamos a triunfar, hoy quieren que le firmemos un autógrafo a su hijo. Los que ayer nos marginaban en el colegio, hoy nos solicitan amistad por redes sociales. Nunca te sientas mal por ser diferente, por ser raro o no adaptarte. Ahí es donde está todo tu potencial y tu belleza”. Por entonces había gente que se aferraba al hip hop de una forma casi desesperada. “Era algo auténtico, fresco. Y era una actitud, un movimiento, nuestro modo de vida. Por eso nos aferrábamos tanto, no nos gustaba que lo corrompieran”, recuerda.
“Vivo en una era donde cuidar el lenguaje ya dejó de estar de moda/ Donde Wisin & Yandel venden más que Leonard Cohen”, es otro verso de Los zurdos mueren antes. ¿Eso habla de la decadencia de la cultura occidental?
--Decadencia no es la palabra. La cultura está cambiando, es más inmediata, tiene menos memoria y se centra más en la imagen. Soy más de la escuela en la que palabra debe ser trabajada porque tiene mucho peso, y donde la imagen está para apoyar. Pero son los tiempos que corren. De todos modos, hay quienes buscan profundizar y aprovechan la tecnología para crear cosas impactantes, hacer crítica social. Parece que no tenemos tiempo para la crítica social, que es el arte más importante, porque ahí hablamos de lo que se sufre, para poder cambiar las cosas. Yo, que vengo de la cultura urbana, noto que a veces falta un poco más de eso. Hay grupos que lo hacen, pero son underground. El mainstream se ha comido la atención mediática, donde las cosas son más digeribles.
Sin embargo, hay MCs de las nuevas camadas que todavía te citan como influencia…
--No todo el mundo sigue lo efímero, también se buscan respuestas. Aunque nos separe una generación, siempre intento estar al día. Claro que me gusta más lo antiguo, el rap de los ’90, pero hay muchas cosas hechas hoy que sigo, y me gustan. Mi música es universal, la gente de cualquier lugar y posición social se puede identificar con ella, porque hablo como ser humano. Me hace sentir bien ser un referente.
Hoy, el hip hop como cultura popular parece tener cierta preponderancia en esa idea de cambiar las cosas. ¿Es así?
--El rock de los ’60 la tuvo, el punk la tuvo. Lo bueno que tiene el rap es que ni siquiera necesitás un micrófono, sólo tu voz. Sólo con una libreta, improvisando, puedes hacer cosas increíbles. A diferencia de cualquier otro estilo, el rap nació de la nada. De la nada se pintó una pared, de la nada de hizo beatbox, de la nada se empezaron a rimar frases. Eso es la hostia. Muchos chavales ven esa autenticidad y saben que pueden hacerlo; y al tener voz, todo lo demás puede suceder.
“Saca del gueto a niños y los convierte en artistas”, decís en El hip hop que sé. Pocos ámbitos ofrecen ese tipo de ascenso. ¿Ciertos deportes, quizás?
--A lo mejor para otras artes necesitas pagar estudios, ir a alguna escuela. Aquí está la calle, cualquier niño que tenga algo especial lo va a sacar a través del rap. Es cierto, en el deporte también hay mucha gente que de la nada se convierte en alguien. Me quedo con el rap, que hace que muchos niños devengan en artistas. Lo que importa es que en algún momento dejen de ser niños y empiecen a madurar. Los hay de 30 que siguen siendo niños… pero ése es otro tema.
¿Qué papel juega el ego, para poder llevar a cabo esa transformación?
--Depende de que el MC no confunda. El ego confundido es “Yo tengo esto”, cuando debería ser “Yo valgo esto, yo soy esto”, por una cuestión de superación, de poder decir “Estoy aquí”. Vivimos en una sociedad capitalista muy consumista, donde nos han enseñado que el ego crece cuantas más cosas materiales vamos teniendo: más dinero, más popularidad, más atracción del sexo contrario… ésa es la parte equivocada. Para mí, tener ego es decir que tengo un par de huevos y que no me va a parar nadie.
* Nach tocará este sábado 2/11 a las 19 en Groove, Av. Santa Fe 4389.