La concejala izquierdista y activista de Derechos Humanos Marielle Franco es un símbolo de la lucha contra la desigualdad social, el racismo y la homofobia en Brasil.
En la noche del 14 de marzo de 2018, Fvvvffffdddranco, de 38 años, fue asesinada a tiros junto al conductor del vehículo en el que viajaba, Anderson Gomes, en el centro de Río de Janeiro, en el barrio Estácio tras participar en un acto político.
Hay dos detenidos en el caso. El agente jubilado de la Policía Militarizada Ronnie Lessa es sospechoso de ser el autor de los disparos que mataron a la concejala.
El otro detenido, Elcio Vieira de Queiroz, de 46 años y quien había sido expulsado de la Policía Militarizada, está acusado de conducir el automóvil desde el que se realizó el brutal crimen. Según denuncia la Fiscalía, la concejala fue asesinada por sus acciones políticas y las causas que defendía. El caso, no obstante, no está cerrado y las autoridades investigan si hubo inductores del crimen.
Nacida en la favela de la Maré, en Río de Janeiro, Franco ya es un ícono en la historia de Brasil. El pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, su nombre era coreado por la mayoría de los asistentes a las manifestaciones que se llevaron a cabo en varias ciudades del gigante suramericano. Además, su cara y nombre -estampadas en camisetas- ya son sinónimo de revolución, y su asesinato ha marcado un antes y un después en el activismo brasileño.
De familia humilde y criada en una favela de la zona norte de la ciudad más emblemática de Brasil, estudió en la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro e hizo un máster en administración pública en la Universidad Federal Fluminense. Trabajó en varias ONG e inició su militancia en derechos humanos tras perder a una amiga por una bala perdida en un tiroteo entre traficantes y policiales en la favela de la Maré.
Con 19 años de edad, Franco fue madre de una niña, tras lo que se implicó en la defensa de los derechos de las mujeres y acentuó el debate en las favelas. Miembro del izquierdista Partido Socialismo y Liberal (PSOL), centraba su lucha en la defensa de los derechos humanos de las mujeres y los jóvenes negros, de los habitantes de las favelas y de la comunidad LGBTI.
Fue la quinta concejala más votada en las elecciones municipales de Río de Janeiro, con 46.502 votos. En enero de 2017 inició su mandato. Además, era relatora de la comisión representativa de la Cámara de Concejales, creada especialmente para supervisar la intervención militar en Río de Janeiro, decretada por el expresidente Michel Temer el 16 de febrero de 2018.
En declaraciones a la prensa, sus familiares la describen como una persona luchadora, pasional y valiente. Para su hermana Anielle, Marielle era "mucho más que una concejala, tenía esencia y garra por lo que hacía, hablaba de lo que molestaba y otros no se atrevían y lo hacía sin miedo". Por eso, consideró que su legado es el inicio de un movimiento mundial que le dice a las mujeres que la única opción es ser fuerte.
"Trabajadora, guerrera, una mujer con sueños y esperanza", apuntó su madre, Marinete da Silva."Sabía que tenía muchísima potencia como mujer", aunque "nunca hubiese imaginado hasta donde llegaría su mensaje". "Yo crié a esa niña y Marielle hoy no es solo nuestra (de la familia), es del mundo", indicó.
Asimismo, sus compañeros de partido destacan la importancia de la lucha de Franco en la política y en el activismo, no solo de Brasil sino mundial. El también concejal del PSOL y amigo íntimo de Franco, Tarcísio Motta, la recuerda como una mujer "firme y de sonrisa enorme, capaz de sonreír, pero de corregir las cosas que veía que estaban mal".
La relación entre ambos era muy cercana, por lo que tras el asesinato de la concejala, tras el impacto y la tristeza inicial surgió una reacción de "responsabilidad y defensa de las ideas".
En declaraciones a Efe, Motta destacó como una de las mayores conquistas políticas de Franco el hecho de hacerse un hueco en un parlamento ocupado originalmente por "hombres, blancos y poderosos", por lo que la llegada de una mujer negra y procedente de la favela supuso una revolución.
Agencia EFE. Especial para Página/12