Patricia Bullrich habilitó a las fuerzas de seguridad a disparar por la espalda. En caso de que se produzca un robo, claro. Se naturaliza el tiro por la espalda. En las redes del macrismo, hacían chistes con la foto de Braian Gallo en la mesa de votación. Y todos los chistes estaban relacionados con la facha del pibe. El gorrito para atrás, la pilcha, las zapatillas. Como si dijeran “más chorro, imposible”. Ni sabían quién era Braian. En este gobierno, Braian Gallo circulaba por la vida con una condena a morir de un tiro por la espalda.
Discriminación más gatillo fácil es una condena a muerte para los pibes pobres. El cuerpo de un pibe muerto en el pasillo de la villa y un tipo a los gritos diciendo que le tiraron cuando robaba es toda la prueba que se necesita para pasar a otra cosa. El pibe termina en el cementerio y toda la barra lo va a despedir y sabe que cualquiera de ellos puede ser el que sigue. Y que su vida no vale dos pesos en esta sociedad.
Si tu vida no vale dos pesos, no tenés nada que perder, ni le debés nada a nadie. Si sabés todo eso y a pesar de todo eso te hiciste militante de un movimiento popular, todavía te volviste más peligroso para la sociedad representada por la que habilita el tiro por la espalda y por el que hace chistes en las redes. El prejuicio está casado con la muerte y es el pasaporte para la impunidad.
Si Alberto Fernández se pone la gorra en serio también se convierte en un blanco para esa mentalidad. El gesto simbólico de ponerse la gorra, juega como contracara del gobierno macrista derrotado y que en el año 2016, pocos días después de asumir, quiso ocultar que los gendarmes habían baleado con balas de goma a 16 chiquitos de una murga en la villa 1-11-14.
Primero dijeron que no había sucedido, después que no habían sido los gendarmes. Y salieron las fotos de los chiquitos con agujeros de bala en todo el cuerpo. Y recién allí tuvieron que aceptarlo. Así empezó el gobierno de Cambiemos-Juntos por el Cambio.
El gesto simbólico es importante frente al prejuicio, frente a la discriminación y la mano dura que representó el macrismo. Muestra la intención de otro sentido, otra sensibilidad. Es lo opuesto: “yo me pongo la gorra cuando los que se van tiraban a matar”.
Hay un compromiso con los pibes condenados a morir de un tiro por la espalda. Un compromiso que deberá ser respetado cuando sea gobierno. Ponerse la gorrita, ponerse en la piel de Braian no puede ser nada más que para la foto.
Porque muchas veces las políticas no llegan hasta atrás del barrio. Y otras veces no quieren problemas con la fuerza pública. O simplemente no se termina de controlar en forma efectiva a las fuerzas de seguridad, que pasan a convertirse en parte del problema. Ponerse en la piel de Braian es que ese cambio tiene que llegar hasta el fondo del barrio, hasta el fondo de las fuerzas de seguridad, hasta el fondo del que discrimina.
No se trata de nada de lo que dijo Bullrich, ni de “tirar todos los días un gendarme o un policía por la ventana”. Se trata de llegar a fondo de un sistema de pobreza y represión, de romper el prejuicio, de terminar con ese destino de fatalidad para los pibes pobres.
El que se ensaña con los pobres y se solaza en el prejuicio, muchas veces es alguien desesperado por demostrar que no es pobre. El macrismo empobreció a mucha gente que reniega de la pobreza y se ensaña con los pobres para diferenciarse. Y vuelve a votar al que lo empobrece porque cree que así se diferencia del pobre. Y es tan idiota que cada vez que vota en ese círculo vicioso se empobrece cada vez más de bolsillo y de espíritu.
Braian fue presidente de mesa, tomó el control de su vida. Se rebeló contra la fatalidad de su destino. Pero no fue una rebelión individual, juramentándose ante la tumba de un amigo que murió de un tiro por la espalda. Encontró un sentido comunitario, un reclamo compartido, un esfuerzo solidario. Es militante de un movimiento social y por esa razón está más expuesto y salió escrachado por los que prejuzgan, pero al mismo tiempo, sabe que está abriendo camino para otro país posible.