De un lado, una foto de Estanislao Fernández Luchetti, hijo del presidente electo Alberto Fernández, en una versión cosplayer del personaje animado Pikachu. Del otro, Eduardo Bolsonaro, diputado nacional de Brasil e hijo del presidente Jair Bolsonaro, empuñando un fusil y rodeado de armas. (“Meme que no es meme” escribió el “hijo e´bestia” Eduardo en modo ataque)
Se trata de una composición visual que propone una comparación falsa y que llevó a muchos (muchísimos, miles de miles) a reproducir en redes esa “igualación”. Miles de miles que incentivaron adhesiones, eligieron sobre lo nunca elegible y reforzaron simpatías como si de un “picadito” se tratara.
¿Son partes de un mismo todo ambas imágenes? Frente a ese “mismo todo” ¿sólo cabe un “a mí me gusta más esto que aquello”? ¿Alcanza con autoproclamarse “de un lado de la vida”? No. Por supuesto que no. Lo que la operación bolsonarística buscó, lo logró. ¿Cómo? En el fotomontaje sólo hay un fascineroso en plan violación diplomática y provocación internacional. Un apologista de la muerte y el varonerismo sobreactuado. Vale decir: en esa imagen no hay nada por elegir. Hay mucho por denunciar y un solo sujeto por remarcar. Sin embargo, todos eligen, como si de condimentos o posturas para dormir se tratara.
A saber, el periodista Reynaldo Sietecase tuitió “Siempre con Pikachu nunca con un facho”. Plegados a ese mensaje, políticos, artistas, comunicadores y etcéteras se encargaron también de manifestarse “del lado Dyhzy” de la vida; autoafirmarse como no fachos” y comprar “el hijo ideal”. Todo esto como si del “otro lado”, en el “coté paulista” de la foto, hubiera un lado per se; analogable al estilo azul versus colorado, bostero o millonario, nena o nene. Y no. No hay.
Frente al terror, es inadmisible el armado de tribunas que opten sólo para quedar cerca de la progresía, posición idelógica manifestable con repudio y ya que estamos con continuidad en el tratamiento periodístico de las violaciones incesantes del gobierno brasilero. ¿O había que esperar a poder adoptar “tu mejor hijo” para declararse antifacho? Que tantos en la Argentina de estas horas hayan edificado gradas y sean “hinchas” de un vástago certifica el éxito del ataque político brasilero, que los quería seleccionando lo inseleccionable. Bingo.
¿Los derechos humanos son trasladables a diatribas ficticias del tipo “A favor o en contra”? Uno y el otro, una imagen y la otra, una vida y la otra, un modelo y el otro ¿son términos analogables, de idéntica equivalencia pero distinta posición individual? ¿Es así de futbolística y elemental la lucha contra los neofascismos de urnas? La misma jornada en la que la justicia brasilera acelera la investigación por el crimen de la concejal de Río de Janeiro Marielle Franco (y descubre que uno de los acusados, ese día de 2018, había estado en la residencia del por entonces candidato presidencial) el tercer descendiente del mandatario refuerza la apuesta del comercio exterior con la Argentina.
La embestida sexogenérica: ni facho ni Pikachu
¿Qué le vende, que ofrece Brasil hoy a la región y a las pampas? La mercancía es la familia tradicional; la mercancía es el varón. Las mercancías ya no son tanto las autopartes como lo es el rosa vaginado y el celeste peniano. El producto es el padre de familia restituido a su capacidad proveedora. Brasil exporta religión asesina. Ofrece para el consumo transnacional la imaginación de un orden reestablecido. Ofrece blancos, mujeres esclavizadas en sus casas y heterocapitalismo espiritual (“Mi mujer tiene la orden de no abrir la puerta de mi casa cuando yo no estoy” dijo el presidente ante el hallazgo del Poder Judicial respecto del crimen de Marielle Franco).
¿Cuál es la reacción frente al pedido de liberación de Lula Da Silva por parte de Alberto Fernández y la presencia de Dilma Rousseff el domingo pasado en Buenos Aires? Una embestida sexogenérica. El fusil es la orientación sexual y la identidad de género. El “argumento” no es bursátil ni de Cancillería. El combate de Bolsonaro es de hombres. El valor es el hombre; todo lo que no es hombre, no es moneda.
Si hay una fractura en el periodismo de las buenas intenciones, es ésta. No es una división ocasionada por empujes político-partidarios; es una frontera cavernosa e inaplazable. Entender que la balística es contra determinados cuerpos antes que contra acuerdos bilaterales. Reconocer que a la plaza de armas de este tiempo sólo entran machos y hembras. Muertas.