A partir de diciembre, la Provincia de Buenos Aires tendrá un nuevo gobernador. Axel Kicillof será el primer licenciado en Economía en conducir los destinos de la población bonaerense. Aunque Antonio Cafiero era doctor en Ciencias Económicas, título al que accedió tras culminar la carrera de Contador Público en tiempos en que la de Economía aún no existía, para 1987, sus credenciales estaban más ligadas al ejercicio de la política profesional que a la posesión de ciertos saberes académicos: cuando asumió la gobernación de la provincia, contaba con cuatro décadas de militancia partidaria al interior del peronismo. Muy distinto es el caso de Kicillof, quien se desempeñaba, hasta hace no mucho, como investigador del Conicet y como docente universitario.
Con una base de militancia estudiantil, su posterior paso a la esfera política se dio a partir de su incorporación a sucesivas dependencias en las que sus conocimientos expertos eran un valor en sí mismo (representante del Estado en empresas públicas y, luego, funcionario de la cartera económica del Poder Ejecutivo Nacional). Estos no han dejado de contar, pues el gobernador electo sigue teniendo el perfil de un experto y muchos de los argumentos a los que recurre en el debate político resultan propios de los saberes que ello supone portar. Sin embargo, hace dos años que ha comenzado a construirse como una figura algo distinta, acreditando nuevas capacidades y conocimientos, más ligados al ejercicio de la política. El recorrido político de Kicillof, inusual para lo que se espera de un gobernador que llega con el apoyo mayoritario del Partido Justicialista, ha generado un intenso revuelo en el debate público.
Pero Kicillof no es el primer economista heterodoxo cuyo desembarco político en territorio bonaerense ha alterado la escena de la provincia. Hace poco más de seis décadas, la Unión Cívica Radical Intransigente ganaba las elecciones generales de 1958. Con el apoyo de los votos del proscripto peronismo, Arturo Frondizi se hizo, así, con la Presidencia de la Nación. En paralelo, uno de sus correligionarios, el cirujano Oscar Alende, accedió a la Gobernación con sede en la ciudad de La Plata. A diferencia de lo que ocurriría a nivel nacional, el gobierno del “Bisonte” Alende mantuvo su apego al programa de la UCRI y a la línea política desplegada en la campaña electoral. Durante los años de la “Fusiladora”, un equipo técnico comandado por Aldo Ferrer, quien en 1954 había defendido su tesis de doctorado en Ciencias Económicas en la UBA, había asesorado a Frondizi y a Alende en los aspectos económicos. Constituido en torno de relaciones forjadas en la Facultad de Ciencias Económicas de esa casa de estudios, los muchachos de Ferrer habían producido una serie de informes destinados a guiar los pasos del futuro gobierno. En el discurso de estos reverberaba la prédica de la Cepal, organismo con el cual varios de los miembros del equipo habían colaborado a instancias de la realización de un trabajo demandado por el gobierno militar, en respuesta al asesoramiento que Prebisch le brindó a este.
Pese a ello, al momento de armar los equipos de gobierno, el de Ferrer fue relegado a la gestión económica bonaerense. Mientras tanto, a nivel nacional, se impusieron Rogelio Frigerio y su ferviente prédica de atracción al capital extranjero. No obstante, pronto quedaría claro que, desde la lógica del ministro de Economía y Finanzas de la provincia, los problemas estructurales de ese territorio eran inseparables de los del conjunto del país. La transformación económica de este debía encararse también desde cada rincón de la nación. Orientada por esos axiomas, la gestión de Ferrer no pasaría desapercibida. Entre sus iniciativas, se destacó la creación de una Junta de Planificación Económica, con el objetivo de programar el desarrollo provincial. Desde ella, comenzó a editarse la Revista de Desarrollo Económico, antecedente directo de la que publica hasta hoy día el IDES. Con carácter de órgano de difusión oficial, aparecieron en ella trabajos técnicos sobre distintas cuestiones que serían atendidas por el gobierno de Oscar Alende
Varias de esas iniciativas resultan interesantes por las resonancias que hallan en el presente. Uno de los problemas estructurales identificados por la gestión de Ferrer era la concentración de la tierra. En relación con esto, el norte era el Programa de Avellaneda, que consagraba el principio de “la tierra a quien la trabaja” y la defensa de los pequeños productores. Su traducción política era la reforma agraria, tema que comenzaba a ser fuertemente debatido en el ámbito latinoamericano y que ha sido introducido en la campaña electoral 2019 por un integrante del Frente de Todos.
El equipo de Ferrer elaboró un índice para evaluar el aprovechamiento económico de las explotaciones agropecuarias, con el fin de determinar cuáles debían quedar sujetas a expropiación y/o a colonización. En julio de 1958, el Ejecutivo provincial presentó un proyecto de ley de “reforma integral”, aclarando que la expropiación sería sólo una herramienta a emplear ante la negativa o imposibilidad de compra de las tierras a colonizar. Al mismo tiempo, el gobierno avanzó en una reforma tributaria cuyo propósito era generar los recursos financieros necesarios para concretar los ambiciosos planes de obras e inversiones públicas. Principalmente, se buscaba modificar el impuesto inmobiliario y actualizar la base imponible.
Tanto la propuesta de reforma agraria como el avance de la intervención económica estatal impulsados desde la Junta de Planificación bonaerense comenzaron a ser percibidos como apuestas radicalizadas por diversos actores provinciales de peso. Al tradicional liberalismo de las patronales de la pampa húmeda se le sumaron los condicionamientos del FMI, organismo con el que la Argentina firmó, durante el gobierno de Frondizi, el primer préstamo stand by de su historia y, como bien muestra la experiencia reciente, no el último.
La contracara de ello fue la implementación, a cargo de exponentes del liberalismo vernáculo como Álvaro Alsogaray, de un programa de estabilización monetaria, que Ferrer cuestionaría puertas adentro. Empapadas por la coyuntura del ajuste ortodoxo, empezaron a llover críticas a la gestión económica de la Provincia de Buenos Aires y “explotar” las diferencias entre ésta y las medidas que se tomaban a nivel nacional. En la prensa, se hablaba de “los ideólogos bonaerenses acaudillados por la mente confusamente marxista del Dr. Alende” y se acusaba a Ferrer de querer “enrojecer del todo al imperio de Bonaerensia” (cualquier resonancia con “Peronia” no es pura coincidencia).
La UIA, por su parte, cuestionó duramente la reforma impositiva, acusando de “comunista” al gobierno provincial, mientras que la Sociedad Rural impugnaba las intenciones “izquierdistas” de la Junta. Las opiniones castrenses iban en el mismo sentido. Todas las alertas se encendieron contra el avance del “oso ruso” sobre el territorio bonaerense. Incluso, tras la derrota que sufrió la UCRI en las elecciones legislativas de 1960, el propio Frigerio circularía documentos internos que culpaban a la “política izquierdista” implementada en la provincia. Poco después, Ferrer presentó su renuncia, acompañado por todos los miembros de la Junta de Planificación.
La miope traducción de la Guerra Fría a la escena provincial cobró mayores bríos ante la publicación, en el número de abril-junio de 1959 de la Revista de Desarrollo Económico, de un documento sobre la reforma agraria que se estaba llevando adelante en Cuba, cuya revolución aún no había declamado su carácter socialista. Desde el equipo de Ferrer, se criticó la “confusión pública” que generaba la campaña de los medios de comunicación y de las grandes corporaciones empresarias. Décadas más tarde, el ex ministro bonaerense señalaría que se le había adjudicado un carácter “extremista” a un programa “moderadamente reformista”.
En relación con la experiencia de Ferrer, está claro que Kicillof cuenta con una importante ventaja. No será él un delegado de la Gobernación provincial, sino que la encarnará en primera persona. Además, cuenta para ello con millones de voluntades, que le brindaron su apoyo en las pasadas elecciones. Es probable que, al igual que su antecesor, el gobernador electo también encare la gestión de la Provincia no sólo como la administración de un reducto territorial, sino como parte de una compleja estructura económica al frente de la cual estuvo entre 2013 y 2015.
Con todo, ciertos medios de comunicación y diversos sectores políticos especulan con el surgimiento de tensiones entre el kirchnerismo y el futuro presidente de la Nación, Alberto Fernández. En el cálculo de esa puja, la provincia de Buenos Aires aparece como un escenario privilegiado. Será necesario estar alerta a las campañas mediáticas y mal intencionadas tendientes a plantear, frente a algún tipo de medida aun moderada, la aplicación de un “programa extremista” o a ensanchar posibles diferencias entre el gobierno nacional y el provincial.
Kicillof ha declarado que comparte con Fernández “los mismos objetivos y las mismas prioridades” y que “no va a ser un sector contra otro”. También Ferrer públicamente reconocía que el gobierno de Frondizi y el de la provincia tenían los mismos propósitos generales (promover el desarrollo y una fuerte industrialización). El devenir histórico y, en particular, el modo en que se atiendan los problemas macroeconómicos (especialmente clave será la renegociación con el FMI) delimitarán el terreno sobre el cual se desplegarán las respuestas políticas a esos interrogantes.
* Ceheal/IIEP de la Facultad de Ciencias Economicas de la UBA y al Conicet.