“Vengo de la vieja escuela de considerar al disco como cuerpo de obra. No puedo hacer el duelo con el formato de disco”, dice Juan Belvis y habla precisamente del segundo trabajo del grupo 8, 8 II, uno de los álbumes más hermosos e inclasificables de este 2019 que se va. Y avanza: “Siento que crecí y me formé para hacer discos. Es lo que creo mejor sé hacer. Para cada disco tengo un proceso muy riguroso de selección de canciones. Hay un hilo conductor excluyente, que con el paso del tiempo en la producción y creación integral del disco, se va dando orgánicamente”.
Juan Belvis pertenece a esa raza de músico que es capaz de dar la vida por un semitono. Guitarrista, tecladista, compositor, productor, lo primero que se escucha en 8 II es el sonido industrial de una philicorda, ese órgano vintage que parece dar la razón a los que rotulan a 8 como una banda de pop barroco. Pop barroco, en todo caso, surcado por bronces –una línea de vientos omnipresente– y dentro de rítmicas y formas que van del candombe a la fanfarria, de Zappa a una suerte de psicodelia orquestada. El libertinaje sonoro –que, es verdad, no deja de escucharse orgánico– es como un volver al futuro que puede ir desde los australianos de Hiatus Kaiyote hasta la cocina de una casa suburbana de mediados de los '70 de Villa Adelina, donde sus abuelos Don Vitale y Esther Soto diseñaron el colectivo M.I.A. (Músicos Independientes Asociados).
Juan nació en 1981 y es hijo de Liliana Vitale y de Nono Belvis, guitarrista también inclasificable que murió en 2009. Nono fue uno de los motores de esa grey autogestionaria que mezclaba rock progresivo, jazz, música clásica, folklore. De alguna manera 8 remite directa o lateralmente a M.I.A. Si por Villa Adelina circulaban además de Lito Vitale y Liliana y Nono Belvis, Alberto Muñoz, Daniel Curto, Verónica Condomí, Gustavo Mozzi, Juan del Barrio, Kike Sanzol, Gaby Comte, en el 8 de Juan destacan músicos fijos e invitados como su primo Luciano Vitale (bajo y percusión), la cantautora indie Mariana Michi en casi todas las voces solistas, Camila Nebbia en saxo, Andrés Beeuwsaert en piano Rhodes, Yusa y Julián Baglietto en voces ocasionales, un coro integrado por otra prima –Emme–, más Julieta Rada y Victoria Piczman. Y siguen los nombres.
Hay algo de casa abierta –una metáfora de lo que habita en el disco– en la que confluyen rigor y creatividad. Juan Belvis reconoce la muesca de origen, esa multiplicidad de registros, pero pone límites a la analogía. “Entiendo que se pueda relacionar a 8 con M.I.A., y me da orgullo. Pero más allá de contar con un gran apoyo familiar, como por ejemplo de mi tío Lito Vitale, y del legado monumental de mis abuelos Esther Soto y Donvi, no diría ni siquiera que 8 es un grupo familiar. Lo considero un grupo fluido tanto por su género y contenido, como por sus integrantes. La música es la que dicta. Yo organizo y articulo las posibilidades de la banda, pero siento que me trasciende a mí. Sueño con generar un proyecto que pueda seguir sin necesitar de ninguna persona en particular. Ni siquiera de mí”.
La voz que guía los diez temas que componen 8 II es la de Michi, una artista con vuelo propio . Su timbre define y unifica aún más el carácter del disco. Si bien canta en alguna canción, como en la marchosa “Las vecinas (autoboicot)” , Belvis pertenece también a la clase de músico que esconde la voz. Tal vez por influjo materno, lo concreto es que el tratamiento vocal –y su género– no resulta un tema menor. “La voz femenina siempre fue clave para mí", dice Belvis. "Recuerdo que a los ocho años ya discutía con mi papá sobre la cuestión. Yo le decía que sólo las mujeres deberían cantar. Rechazaba la voz masculina, la sentía limitada y oscura. ¡Sólo aceptaba a las de Los Beatles y la de Freddie Mercury! Mi viejo me mostraba tipos para hacerme cambiar esa opinión tan cerrada. A los once me hizo escuchar a Kurt Cobain; fue inolvidable: en un walkman, en una plaza. Cobain demolió mi cerrazón".
–¿Hay canciones para ser interpretadas por mujeres y otras por hombres?
–Yo creo que sí. Algunas canciones se presentan como femeninas y otras como masculinas. Yo desde muy chico hice canciones femeninas y las tocaba con mi prima Emme, que aprendía unas melodías rarísimas y las cantaba increíblemente bien. Esta dualidad me persigue hasta hoy.
“Paul Valery, Violeta Parra, Lucrecia Martel, Shaman Herrera, Ingmar Bergman, María Riot, Billie Holiday, Gil Evans, Jim Jarmusch, Andrei Tarkovsky, Igor Stravinsky, Emily Dickinson, Billy Wilder, Miles Davis, Sara Vaughan, Tom Jobim, Diana Bellesi, David Lynch, Björk, J.S. Bach”, escribe en un exacto minuto cronometrado cuando se le pide que pruebe un ejercicio de asociación libre sobre pensadores, escritores y artistas que lo marcaron. “Soy un lector sectario. Mis áreas de conexión literaria son la poesía, el ensayo, quizás algo místico, algo biográfico. Lo que no puedo es lidiar con el artificio de la ficción... Tremenda limitación personal”.
–Tus letras son crípticas, como fotos aisladas, sin mayor conexión entre sí.
–¿La verdad? La música manda. Rara vez empecé una canción desde la palabra. En realidad, nunca. Cuando una melodía ya empieza a trascender la atmósfera musical que me propone, hay un pequeño tramo temporal que me dispara alguna palabra o frase. Es realmente poco tiempo: cuando lo tomo en su momento, la letra sale entera, de un tirón. Si no tuve la habilidad de aprovechar este disparador es probable que la canción quede huérfana de palabra, y no la pueda retomar.
–Eras un niño pequeño cuando el Indio Solari iba hasta Villa Adelina y se trenzaba en larguísimas charlas con tu abuelo Donvi en tiempos de la grabación de Gulp!, de Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota. Leí que admirás la obra del Indio.
–Sí. Como te dije, yo siempre relegué la parte lírica. Y con él me pude reivindicar como creador de canciones de pop y rock. Suelo abocarme al estudio musical, a la armonía, a la orquestación. Pero ya adulto empecé a sentir cómo impactaba en mí la poesía del Indio. Con el tiempo mi amor hacia esa letrística aumentó.
–Como si te hubiera habilitado.
–Claro, el espejo de esas letras me hizo sentir más honesto, más genuino. Empecé a considerar a la música y a la palabra con el mismo y unificador respeto.
Juan Belvis & 8 presentan 8 II el jueves 7 en La Tangente, Honduras 5317. A las 21.