Año nuevo, nueva cita con el cine frente al mar. El Festival Internacional de Cine de Mar del Plata enciende sus motores el próximo sábado, línea de largada de su 34° edición, la segunda con dirección artística de la programadora Cecilia Barrionuevo. La noche inaugural estará dedicada al cineasta José Antonio Martínez Suárez, quien fue el presidente del certamen durante más de una década y falleció hace dos meses, con la proyección de su película Los muchachos de antes no usaban arsénico, primero en una serie de merecidos homenajes. En la otra punta festivalera, ocho días después y luego de la entrega de premios y balances de ocasión, la pantalla del enorme teatro Auditorium será testigo de las tres horas y media del último trabajo de Martin Scorsese, El irlandés, una ocasión casi única para disfrutar en pantalla grande de esta producción original de Netflix. En medio de esos dos mojones, fiel a su costumbre, el catálogo de esta edición ofrece una programación tan variada como inabarcable. En estas páginas se ofrecen, sin ánimos exhaustivos, algunos apuntes y señales para comenzar a recorrer algunas de las secciones y títulos más relevantes.
Vida y obra ratonera
La selección de películas englobada bajo el rótulo “Banda sonora original” suele atraer a un público deseoso de reencontrarse en la pantalla con su banda o solista favorito o de descubrir algún aspecto desconocido de figuras inoxidables del rock, el pop y zonas aledañas. Alejandro Ruax y Ramiro Martínez, conocidos sencillamente como Plástico (con ese nombre dirigieron varios videoclips para Intoxicados), estarán presentando su primer largometraje documental en el festival marplatense, un repaso intenso y expansivo de la carrera de Los ratones paranoicos, desde sus inicios en el punk under hasta su transformación en máquinas hiteras de rock de estadio. Dejando que las voces de Juanse, Sarcófago, Maldito y Roy –entre otros miembros y colaboradores cercanos– sean las que guían el relato de principio a fin, evitando así la maldita infección de cabezas parlantes, la película atraviesa ascensos, glorias, caídas y regresos a partir de un jugosísimo material de archivo histórico, no sólo público sino también privado. De los escenarios a los camerinos, de Villa Devoto a los recitales junto a los Stones, de la vida de hotel y el reviente rockero a la conversión religiosa, de los gigs en clubes de barrio a las grabaciones junto al productor Andrew Loog Oldham, casi no hay detalle que Rocanrol Cowboys deje sin iluminar. Uno de los títulos indispensables de la sección musical.
Descubriendo a Nina
“Sí, soy una bruja. Para mí el cine es hechicería, una manera creativa de interactuar con el mundo para reorganizar la percepción y expandir la conciencia, tanto de los espectadores como la mía”, escribe Nina Menkes en su sitio web. El nombre puede sonar poco familiar, pero esta realizadora independiente y ultra vanguardista nacida en Michigan en 1955, hija de sobrevivientes del Holocausto y californiana por adopción, viene subvirtiendo los cimientos del cine narrativo en idioma inglés desde sus primeros trabajos, realizados a comienzos de los años 80. Si una de las motivaciones esenciales de un evento cinematográfico es acercar a la audiencia a autores desconocidos, el Festival de Mar del Plata estará ofreciendo una oportunidad única de acercarse a “una de las obras más personales del cine actual norteamericano”, en palabras de los programadores. Rodando casi siempre junto a su hermana Tinka, los cortos y largometrajes que forman parte de esta retrospectiva integral incluyen A Soft Warrior (1981) –su primer esfuerzo, rodado en Super 8 cuando aún era una estudiante–, el polémico tratado feminista Magdalena Viraga (1986, foto), retrato de una prostituta acusada de asesinar a uno de sus clientes, The Bloody Child (1996), que investiga algunas de las causas de la cultura de la violencia en la sociedad estadounidense, y el documental Massaker (2005), centrado en la masacre de palestinos de Sabra y Chatila, Beirut, en 1982, partiendo de la mirada de los perpetradores. Nina estará en La Feliz presentando sus películas, una de las tres secciones retrospectivas organizadas por el festival junto a la del cineasta John M. Stahl –uno de los grandes nombres del Hollywood clásico, hoy algo olvidado– y la del senegalés Djibril Diop Mambéty.
Las argentinas
Junto con el Bafici, el festival de la ciudad que muchos llaman MDQ (siguiendo la nomenclatura del aeropuerto de Camet) ofrece todos los años un paquete recargado de lo nuevo de lo nuevo en material de cine nacional. Esta 34° edición no es la excepción y las casi ochenta películas argentinas que serán proyectadas –entre cortos y largos, clásicos restaurados, homenajes y flamantes estrenos– le dan forma a una de las selecciones más llamativas de los últimos tiempos. La lista de títulos que acaban de salir de la mesa de montaje y están a punto de exhibirse por primera vez debe necesariamente partir de aquellos tres incluidos en la Competencia Internacional, la principal sección competitiva. Allí se encuentra, entre films alemanes, coreanos, brasileños, norteamericanos, españoles, portugueses y franceses, el opus 2 como director del actor Mariano González, cuya ópera prima, Los globos, se transformó hace tres años en una de las grandes sorpresas del festival. El cuidado de los otros sigue el día a día de una chica que trabaja de niñera y las complicaciones que surgen, de la manera más inesperada, luego de un pequeño descuido; la actuación de Sofía Gala en el rol titular promete estar a la altura de su estupenda interpretación en Alanis, de Anahí Berneri. Unas páginas más adelante aparecen detalladas la sinopsis y ficha técnica del nuevo largometraje de Paula Hernández, que viene de presentarse en varios festivales internacionales como el de San Sebastián: Los sonámbulos es un drama familiar en el cual una típica reunión, tan deseada como temida, termina destapando ollas a presión y sacando trapitos al sol al por mayor. El tercer contendiente nacional es el nuevo esfuerzo del tucumano Ezequiel Radusky, cuya anterior Los dueños (codirigida junto a Agustín Toscano) fue celebrada ampliamente por la crítica especializada; Planta permanente se presenta como una comedia oscura en la cual un nuevo orden burocrático amenaza con destruir la precaria felicidad de un par de empleadas de limpieza de un edifico. Esta última película marca además el regreso de Rosario Bléfari a las pantallas.
La selección nac (y, en algunos casos, pop) continúa en otras competencias como la latinoamericana y, desde luego, la argentina. Allí aparecen listadas, entre otras, las nuevas producciones de Andrés Di Tella (otra que pasó por Donostia) –un nuevo diario personal, íntimo y familiar llamado Ficción privada–, el segundo largometraje en solitario de Clara Picasso, La protagonista, y la delicada reconstrucción ficcional y autobiográfica que la directora debutante Ana García Blaya llevó a cabo en Las buenas intenciones. Otros nombres, reconocidos y noveles, participan de la Competencia Argentina, como Laura Citarella (Las poetas visitan a Juana Bignozzi, codirigida con Mercedes Halfon), Sabrina Blanco (La botera), Maura Delpero (Hogar), Manuel Ferrari (De la noche a la mañana), Delfina Castagnino (Angélica), Agustina Massa (Tanya) y Celestino Campusano, un verdadero “abonado” del festival, que regresa con Bajo mi piel morena. Un listado que, por otro lado, evidencia la importante presencia de las realizadoras, no tanto el corolario de una cuota a ser cumplida por auto imposición como el reflejo de la gran cantidad de mujeres talentosas que se ubican firmemente detrás de las cámaras.
Parasite
El título y algunos de los pergaminos previos del director coreano Bong Joon-ho (The Host, Okja) parecen indicar una aproximación al cine de horror físico, pero los “parásitos” de su nueva película –ganadora nada menos que de la Palma de Oro en Cannes– son esencialmente humanos. Pero, ¿quiénes son los insectos vividores? ¿Los empleados de ese hogar de clase acomodada que comienzan a usurpar lentamente cada uno de sus espacios o aquellos otros que les dan empleo? La respuesta a esa pregunta, en realidad, es bastante compleja y Bong entrega aquí su mejor película desde los tiempos de Memorias de un asesino y la mencionada The Host. Parasite es una sátira social tan ácida que logra perforar la superficie de todo lo que toca y su exhibición en Mar del Plata marca una primera vez en pantalla grande, a la espera de su estreno a comienzos de 2020. Para los fans y seguidores del cine producido en la República de Corea, el festival ofrece además otros cuatro títulos de ese origen, entre ellos el film de terror puro y duro Warning: Do Not Play y el drama de separación familiar Scattered Night, una de las doce integrantes de la Competencia Internacional.
Inevitables
En la variopinta y muchas veces excéntrica fauna festivalera no falla el cinéfilo empedernido, aquel o aquella que el día mismo del anuncio de la programación pasa horas y horas redondeando con marcador fluorescente la grilla, calculando los minutos del trayecto de una sala a otra y maldiciendo por lo bajo ante la imposibilidad de hacer coincidir las funciones de dos películas inevitables. A ellos parece estar dedicada la sección Autores/Autoras, un digesto de algunas de las películas más destacadas que recorrieron los mil un festivales a lo largo del año. El menú 2019 incluye los nuevos largometrajes del sueco Roy Andersson (About Endlessness), la notable Atlantics, de Mati Diop –que estará disponible a finales de año en Netflix; la pantalla grande es ahora o nunca–, la primera película de Werner Herzog ambientada en Japón (Family Romance, LLC), Il tradittore, del veterano que cada vez filma mejor Marco Bellocchio y la nueva saga llena de ambiciones de Terrence Malick, Una vida oculta. También se destaca, sin demasiado esfuerzo, la particular secuela Jeanne (foto), en la cual el francés Bruno Dumont retoma la historia de Juana de Arco a partir de sus años adolescentes. A diferencia de la anterior Jeannette, ese extrañísimo abordaje al musical clásico en el cual la protagonista y el resto de los personajes cantaban y bailaban en cámara, aquí la banda sonora (compuesta por el músico Christophe) acompaña de manera omnipresente las desventuras de la heroína, desde los campos de batalla al célebre juicio que terminó con su cuerpo en la hoguera. En otra línea estética, tan expresiva y extrema como la de Dumont, el universo de Albert Serra (Honor de cavalleria) vuelve a la pantalla con Liberté, en la cual un grupo de exiliados de la corte de Luis XVI, todos ellos amantes de las prácticas sexuales no consensuadas por la moral imperante, se encierran una noche para llevar a cabo las fantasías más atrevidas. La sexualidad y zonas aledañas –entre ellas, el sadismo–, son el tema central de esta provocadora obra del realizador catalán que, en tiempos cada vez más puritanos, vuelve a celebrar los placeres y las visiones de la carne.
La vuelta al nido
Olvidada luego del estreno original en 1938 y redescubierta décadas más tarde como la auténtica obra maestra que nunca dejó de ser, la película del pionero Leopoldo Torres Ríos –el papá de Torre Nilsson y abuelo de Pablo y Javier Torre– es un magnífico aguafuerte de las crisis cotidianas de un matrimonio de típica clase media porteña (José Gola y Amelia Bence, impecables). Vista hoy en día, destaca por su naturalismo y modernidad narrativa, influenciada por el cine de realizadores como King Vidor. Esta nueva copia, que se exhibe en calidad de estreno, fue restaurada a partir de los negativos originales por el Museo del Cine Pablo C. Ducrós Hicken. La gente del Museo estará atareada durante los días marplatenses y a la proyección de La vuelta al nido le seguirá la presentación del libro Nitrato argentino, volumen archivístico y de ensayo que recopila, estudia y describe cada una de las copias depositadas en la institución que fueron registradas en el antiguo soporte de nitrato de celulosa (más conocido como celuloide). El pasado también es presente y futuro.