“Para mí la música es todo”. Es como decir "Toda la vida tiene música", o "La vida sin música sería un error", o cualquier máxima clavada en el inconsciente colectivo que aluda a la más hermosa de las artes, pero a la manera de Virginia Innocenti. “Cantar me rescata de toda sombra, me salva”, asegura ella, mientras se le hiela el mate de yuyos que intenta convidar. Su casa, a la hora del crepúsculo, está habitada por ella y sus circunstancias. Conviven discos, con libros, con instrumentos, y con una perra cariñosa y estridente que responde al nombre de Pompi. “Le puse así porque es un pompón”, dice y la acaricia. Es durante un break de la entrevista con PáginaI12. Durante un tiempo quieto que aprovecha para callar dos segundos, levantarse de la silla, calentar la pava y esperar que el agua retome la temperatura ideal. “Mi casa, como verás, es mi usina del arte. Acá escribo, acá ensayo, acá hago todo. Y de acá salieron todos mis discos”, comenta ella en alusión de sus tres discos a la fecha: Habrá (2004); En agua negra (2006) y el casi flamante En la luna, reconocido como uno de los mejores cincos trabajos conceptuales del 2019 por los premios Gardel.
En él va a estar basado precisamente el repertorio de los dos conciertos que la –además—actriz, autora y directora brindará este sábado y el próximo en el Bebop de San Telmo (Moreno 364) bajo el nombre de “En los besos de otras bocas”. “Le puse así porque es una frase hermosa de ´Nostalgias´, ese temazo de Cobián y Cadícamo”. Claro que el tango no es su única nutriente estética. Criada entre una madre pianista y un hermano baterista “de escuchar vinilos en winco”, Virginia creció escuchando una ecléctica banda de sonido que mezclaba al Opa de los Fattoruso y el Rada, con Sui Generis, el jazz-rock de Weather Report, Jaco Pastorius, el Spinetta de los setenta y alguna perlas del rock sinfónico que imperaba entonces. “Todo eso hizo de mí una juglar, que podría prescindir de cualquier cosa a nivel artístico pero de la música no. Jamás”, enfatiza.
--¿Incluso de lo actoral?
--Sí, porque desde la creatividad todo lo que he escrito en los últimos años siempre va hacia ese lado. Necesita nadar las aguas de la música. Es más, antes, desde los 9 años, solo componía letras, porque hay tanta gente que hace melodías maravillosas que siempre preferí dar mis letras a otro, o ponerle letras a las melodías de otros. Pero ahora me animé a componer música y escribí un tema que se llama “Nazareno”. Me animé a jugar a cantar mi poema, y se me dispararon la melodía y los arreglos. La historia es la de un hombre enamorado de la luna, y la de una mujer que pena porque cuando aparece la luna, este hombre es atrapado por ella.
--Todos los caminos conducen a Leonardo Favio. ¡Es Nazareno Cruz!
--(risas) Exactamente. “Nazareno” no era el título original, pero cuando me di cuenta que estaba contando la misma historia, se lo cambié. Además, es el tema más cinematográfico de En la luna, porque está basado en un clima de ensueño, en esa pretensión de estar en la luna, hechizados por ella. Digo esto precisamente pensando en Favio, que tenía como director de cine una concepción musical de sus obras. La reversión de “El romance del Aniceto y la Francisca” (“Aniceto”) me ahorra comentarios
La apelación al también creador de la imprescindible “Sinfonía de un sentimiento” no es caprichosa. Favio fue uno de los personajes del arte argentino que la formó en algún mojón de los treinta años que lleva de trayecto. Otros fueron Tristán Bauer, Luciano Suardi y Jorge Coscia, por caso, y algo de ello puede intuirse en obras suyas como Traducción de las noches o Dijeron de mí, basada en vida y obra de Tita Merello. También en las canciones que escribió para el film Cipayos (de Coscia) o para En la sangre, sueños de agua y desembarco, con que inauguró la sala PAyS del Parque de la Memoria, en 2012. Un péndulo histórico entre actuación y música que hoy sigue entre Libertad Morel, el personaje que encarna en la tira Argentina, Tierra de Amor y Venganza, y en los conciertos por venir, presentados como “una invitación a embriagarnos cantando hasta que la nostalgia, la desesperación, el rencor y los miedos abran paso al encuentro del verdadero amor”. En términos musicales, implica un recorrido serpenteante entre temas de Joni Mitchell y Nina Simone a Gloria Trevi y Cartola; Chavela Vargas y Favio, a cargo de una banda que pide por favor nombrar: el cuyano Sergio Zabala en guitarra y voz, Gaspar Tytelman, en percusión y Cristian Ferreira en contrabajo. “A veces creo que no, pero soy muy profusa, prolífica… no paro de hacer cosas”, dice y se dice.
--Hablás y hacés en tres vertientes, la musical, la actoral y una que cruza las dos. ¿Hasta qué punto se ensamblan y hasta dónde no?
--A lo largo de mi vida he hecho las tres cosas, si. He rotado conciertos, películas y dirección de espectáculos, pero me gusta mucho cruzar las distintas áreas… quiero decir que siempre hay algo del orden del ensamble. Yo hago espectáculos conceptuales, de hecho “En los besos de otras bocas” es el resultado de esto. Incluso, esta tendencia es algo que se profundizó en los últimos años porque, como decía al principio, estuve mucho tiempo padeciendo por no poder ponerle música a mis canciones, o por no tocar ningún instrumento, y después pude. Igual, a veces resulta una bendición, porque sí o sí tuve que asociarme con otras almas que pudieran traducir en notas, acordes y armonías, eso que yo escucho y manifiesto con imágenes, climas y colores. Hablo con Sergio (Zabala) o Diego (Vila) y ellos pueden pasar a música las emociones que quiero transmitir
--Al principio también hablabas de todas las músicas que te fueron nutriendo desde chica, y esto es algo que se corrobora, por caso, en las canciones de tu último disco. Conviven en él Nina Simone, Sui Generis, Joni Mitchell, Chavela Vargas, Spinetta, Cartola, etc, etc, etc ¿Cómo hacés cuándo te tenés que parar a elegir un repertorio?, ¿por dónde empezás?
--Es muy mágico lo que pasa cuando una tiene que elegir, entre muchas canciones, solo un puñado. Lo que me pasa a mí, en general, es que las canciones me aparecen cuando apelo al material del que estoy hecha. Me empiezan a sonar cosas que estaban en el baúl. Favio, otra vez él (risas), siempre me decía "nena, vos tenés que hacer lo que quieras siempre que salga del corazón, de la tripa, pero tratá de hablar de lo que conocés". Además, con la música no me interesa hacer un personaje… para eso está la actuación ¿no?
--Lo más genuino está en la música, entonces…
--Es que a través de ella entrás a los otros corazones, siempre y cuando emitas desde tu propio corazón. Yo soy yo, trato de no disfrazarme de nadie, ¿y qué soy yo?... soy ese cóctel que me sale, ese eclecticismo. Siempre les digo a los músicos con los que trabajo que si no se me eriza la piel con lo que estamos haciendo, no sirve. Tengo mucho oído y me gustan las sutilezas, me gusta trabajar desde el silencio. No me gustan ni el ruido ni el virtuosismo vacuo… me aburre eso. Para mí menos es más, todo tiene que ser y sonar amable. Como decía el flaco Spinetta, la gente necesita de las buenas canciones para poder aliviar un poquito su existencia. Me pongo como ejemplo: las cosas más importantes de mi vida las he aprendido de las canciones.
--Hablás de Spinetta y él, con su universo de canciones, puede abrazar y formatear tu campo afectivo de una manera increíble.
--Estimo que por su compromiso con la vida, sí. Creo en la cura a través de la palabra y él fue eso. Una vez lo entrevisté para Aerosol, un programa que salía por ATC, allá por 1986, y me dio toda esa sensación. Me pegó fuerte.
--A propósito, ¿qué vuelta personal le das a “Los libros de la buena memoria”, el tema de Invisible que vas a interpretar en el recital?
--Cuando armamos la versión le decía a los chicos "imaginen un hombre que está tirado en la arena, absolutamente alcoholizado". Eso es lo que tiene que sonar, pedí, y salió una cosa así: tensa, viscosa… como de alguien que está mirando el mar, el horizonte, y que quiere que su voz llegue del otro lado ¿no?, que atraviese el océano. Alguien que pregunta si nunca escuchó la hojarasca crepitar y se queda oyendo como un ciego frente al mar. Es una canción de imágenes sonoras maravillosas.
--En cuanto a “Tonada de la luna llena”, de Simón Díaz, ¿por qué lado la hiciste ir?
--Ufff, si, es un tema que me emocionó porque fue el que escuché en mi primer viaje en ruta, manejando mi auto. Viajábamos con una amiga, Adriana Garibaldi, para buscar casa para hacer temporada en el verano, y ella me regaló Fina estampa, donde está la versión de esa canción que hizo Caetano. Recuerdo que ya en Mar del Plata, estábamos con mi amiga viendo el atardecer sentadas en la rambla y empecé a tararear ´luna, luna llena, menguante´ y juro que, en ese mismo momento, empezó a asomar en el horizonte una luna amarilla de esas que parecen un sol. Me acuerdo y se me eriza la piel, mirá… No sé, creo que todos los seres humanos tenemos ese nivel de conexión y sintonía con el universo y con la naturaleza, lo que pasa es que estamos aturdidos.
--Abichados, amuchados en la ciudad...
--Por eso, y yo, para desaturdirme, canto. Con la música, una convoca e invoca. Un perfume, un sonido…
--¿Cómo te llevás con la tele, con la masividad, con esas cosas que parecen marchar en sentido contrario a lo que se está abordando?
--Lo he padecido mucho, sí. Hay momentos en que la híper exposición me agota, pero cuando me pasa eso paro un poco, me voy a la montaña, al mar, y desenchufo. Igual, no estoy tanto en la tele, lo que pasa es que cuando estoy, hago cosas que la gente no se olvida. Me pasó con Vidas robadas, una tira diaria que se paraba el país para verla. Igual, son más excepción que regla.
La visión compañera
“Mi política es estar siempre a favor del desvalido”, señala Innocenti, cuya línea emocional-ideológica no es difícil adivinar. Fue pichona artística de Favio y Bauer. Eso dice algo. También que haya traído a Tita Merello al 2010, o compuesto “En la sangre, sueños de agua y desembarco” (ver nota central). “Siempre estuve vinculada a Abuelas, al Teatro por la Identidad, y el espectáculo del Parque de la Memoria lo armé específicamente para que la gente conozca el lugar”, afirma. “Si bien no estoy afiliada a ningún partido político, en los últimos años he adherido al kirchnerismo y especialmente en este último tramo a la candidatura de Alberto Fernández, básicamente porque no quiero al neoliberalismo ni en mi país, ni en ningún lugar del mundo”, se planta, como lo ha hecho medio país desde 2015 hasta hoy. “Lo que veo es que nosotros hemos sido absolutamente respetuosos de las prácticas democráticas, mientras que del otro lado no ha sucedido lo mismo. El nivel de violencia, la lluvia de amenazas e insultos que, por ejemplo, recibí en lo personal por postear que volvió la alegría, bueno, es algo tremendo”.
--¿Cambiemos ha sido muy efectivo en generar o avivar el odio atávico de cierta parte de la población, y sacarle rédito político a ello?
--Y duele, porque yo creo que soy un ser humano con empatía por el otro. Muchos y muchas lo somos. Como decía Tita, no me interesa ser la más rica del cementerio. Ella, como Favio, son unos faros ¿no?... él con esa situación de quedar en el medio del fuego cruzado en Ezeiza, bueno… son artistas que, como muchos otros, me conmueven muchísimo porque tienen esa visión compañera de la vida.