Lo personal es político. Nadie mejor que Thelma Fardin supo hacer carne esa verdad cuando el 11 de diciembre de 2018 rompió el silencio y su caso personal reveló la cruda radiografía de una problemática colectiva. Algo de esa liberación que sintió al poder contar lo que había callado por mucho tiempo se recupera, no casualmente, en la obra con la que Thelma vuelve al escenario: Nahuelito.
Escrita y dirigida por Matías Puricelli, y con música de Fran Ruiz Barlett, la pieza cuenta la historia de Jazmín y Tania, dos íntimas amigas que acampan a orillas del Nahuel Huapi para poder encontrar al mítico monstruo apodado “Nahuelito”. Pero en medio de la noche Jazmín revela a Tania un secreto que las involucra a las dos, y esa confesión cambia todo.
El proyecto que comparte con Victoria Raposo, Azul Araya y Violeta Brener, surgió hace cuatro años, según recuerda la actriz. “Con Vicky Raposo nos conocimos en el estudio de Julio Chávez. Ella era asistente cuando yo estudiaba con él. Luego hicimos una película -Amanda-, y ahí nos quedamos con muchas ganas de trabajar juntas. En paralelo, lo conocí a Matías Puricelli y me fascinó su trabajo. Había visto su obra Te quiero hasta la luna y estaba con ganas de hacer un material suyo, y funcioné como nexo porque le dije a Vicky que tenía la persona con la que teníamos que hacer algo. Hace cuatro años nos juntamos y empezamos a coquetear con Nahuelito, pero no era el momento para trabajar en eso. Y hace unos meses soñé que volvíamos a juntarnos para esto, y a los dos días me escribió Puri (Puricelli)”, cuenta Thelma, que había actuado por última vez en una puesta de Rey Lear, en septiembre de 2018. “Se armó una sinergia hermosa, y llegamos a un material que es una belleza”, anticipa sobre la obra que se presentará sólo por siete funciones este año, y se reestrenará en marzo de 2020.
Thelma, quien interpreta a Jazmín, reflexiona acerca del sentido de la pieza, cuyo mensaje se enlaza con su propia experiencia. “Estos personajes se sumergen en el bosque para buscar un monstruo. Lo buscan afuera y finalmente, como siempre, se dan cuenta de que el monstruo está adentro”, señala.
- ¿Qué te atrajo de esta historia?
- A mí me gusta mucho la manera de escribir de Puri. Arma pequeños mundos donde hay fantasía pero logra que eso sea verosímil y toque una fibra muy profunda de lo vincular, y eso me parece alucinante. Creo que esta obra supera sus otros trabajos. Y trabajar con Vicky (Raposo) para mí es un desafío y un logro, porque desde chica la admiro como actriz y para mí es una referente. Por eso estar ahora como pares, sosteniendo todo este material, me enorgullece un montón.
- Nahuelito habla de la amistad. ¿Qué valor le das a ese vínculo?
- Más allá de la frase hecha de que las amistades son la familia que una elige, realmente creo que lo genético y lo biológico no te da lo vincular. Entonces para mí las amistades son mi pilar en todo. Yo tengo una mejor amiga que es mi complemento total, y en la obra trabajo mucho con las imágenes de qué me pasaría si la que tuviera enfrente fuera ella. La amistad es el vínculo que me interpela por todos lados.
- ¿Qué lugar ocuparon tus amigos y amigas en todo lo que te tocó atravesar?
- Fueron fundamentales. De hecho, mi mejor amiga es la que viajó conmigo a Nicaragua, con todo lo que eso implicaba, porque no viajábamos a un país amigable. Nos fuimos a un país que está en una situación muy difícil, y no se habla de eso. Nicaragua hoy prácticamente no tiene Estado de derecho y están vulnerados muchos de los derechos humanos. Era un contexto muy difícil, y ella viajó en representación de todos mis amigos, amigas y compañeras que me estaban sosteniendo la mano. En todo este tiempo, mis amigas hicieron de todo. Fueron mis agentes de prensa, mi seguridad para sacarme de lugares en los que la prensa se me tiraba encima, o iban a mi casa a las dos de la mañana, porque yo estaba sobrepasada por alguna situación, y me llevaban un kilo de helado. Fue muy bello lo que pasó porque mis amigas de todos mis espacios se conocieron y se hicieron amigas entre ellas. Entonces crecieron vínculos más allá de mí.
- En la obra, Jazmín logra hablar con su amiga Tania de un secreto que la inquieta. Vos lograste lo mismo con tu denuncia. ¿Hablar te sanó?
- Sacar el monstruo siempre es sanador, y yo creo que hice un máster en sacar monstruos afuera en el último tiempo. Esta obra también tiene que ver con eso. Por eso era necesario que pasara la vida para que pudiera llegar a este material desde este lugar de madurez donde puedo entender que el monstruo está adentro de uno y entender qué pasa cuando lo sacás. Por el contexto social y la coyuntura en la que estábamos había que hablar de esto. Creo que lo más sanador de todo el proceso es hablar y poner palabras. Para mí esto es así desde siempre porque yo actúo por esa necesidad de decir, contar y escribir. Fue sanador entender qué es lo que me pasó, en qué contexto se dio y saber que esto no fue algo aislado sino algo que nos pasó a todes. En ese sentido, el autor habla de algo fantasioso pero que toca una fibra íntima, porque cuando nombramos a “Nahuelito” en realidad estamos hablando de otra cosa.
- ¿Tuvo costos en materia laboral la denuncia que realizaste el año pasado?
- Creo que no hubo costos, sino un filtro que me hace bien. Puede parecer un costo que alguna persona no se anime a trabajar conmigo, porque tiene miedo, prejuicios o ideológicamente no está alineada conmigo, pero finalmente es algo que juega a favor porque puedo elegir proyectos en los que me siento como en mi casa, como ocurre con esta obra. Con los integrantes de Nahuelito estamos todos alineados y tenemos las mismas intenciones. Sé que me van a cuidar, y que el hecho de que yo esté cumpliendo un rol social en este momento es tenido en cuenta pero no modifica el material que vamos a hacer.
- ¿Pensaste en algún momento que podías convertirte en la referente que hoy sos para muchas jóvenes?
- Jamás. Por supuesto que yo me organicé y fui estratégica. No es que un día me levanté y decidí que iba a hablar y exponerme de cualquier manera. Hice un trabajo de moldear mi personalidad más impulsiva para ver cómo me iba a enfrentar al monstruo vinculado no sólo a lo que me había pasado, sino también al aparato que se te viene encima por la forma en la que tenemos armada esta sociedad. Si yo no dejaba radicada la denuncia en Nicaragua, al día siguiente me iba a levantar con una carta documento y una denuncia civil o penal, como le pasó a Calu Rivero o a Anita Coacci. Hace un año y medio atrás no había manera que supiera que me iba a convertir en una referente, pero porque no sabía ni siquiera que existían la justicia penal y la civil. Ahora atravesé una cantidad de capas del sistema que me obligaron a entender y tengo mucha suerte porque la tuve a la Peker (Luciana) al lado mío todo el tiempo diciéndome lo que podía hacer. La sociedad de hace diez años no es la sociedad de hoy. En el medio tuvimos el “Ni una menos” y la lucha por el aborto legal. No es que de la nada llegamos a hablar de esto. Era un proceso social que se estaba dando. Yo tenía muy claro que quería que mi denuncia no se farandulizara, sino que se politizara. Y lo logramos. Por eso tuvo el impacto que tuvo. Hoy siento la responsabilidad de ser referente de un movimiento de mujeres que tiene mucha historia en la Argentina.
- ¿Cómo convivís con esa realidad de que muchas jóvenes te busquen para que las escuches?
- Hay necesidad de ser escuchadas, y en mí ven algo que en realidad no soy yo, sino un problema que se representó en mí. Pero evidentemente algo se dio para que yo quedara en este lugar, y tuve las herramientas para hacerlo. En algún momento me abruma la sensación de responsabilidad porque me llegan casos en los que quiero ayudar. Afortunadamente, dentro de la colectiva de actrices estamos divididas en comisiones, y una de ellas se ocupa específicamente de recibir esas denuncias. El hecho de que nosotras quedemos en el lugar de dar respuesta a estos temas habla del gran agujero que tenemos en el Estado para esto.
- ¿Qué significado tomó en tu vida esta revolución feminista que se consolida en la Argentina?
- Yo actúo desde que tengo seis años, y no me imagino mi vida sin eso. Con el feminismo me pasa lo mismo, y hoy ocupa un lugar tan poderoso como el que ocupa mi pasión por el arte. Por suerte ahora estoy pudiendo equiparar ambas cosas. Nahuelito, y una película que hice hace poco, significan poder volver a conectar con lo que hice toda mi vida. Y en paralelo, sigo militando. Estar organizadas es lo que nos salva, y es la única manera de salir de este laberinto que te propone el sistema de justicia. En este sistema patriarcal y capitalista conviene tenernos separades, y creo que esa unión, organización y complicidad que ves en la calle es reparadora.
- Eso es un terreno ganado. No hay marcha atrás.
- A mí me impresionó leer a Simone de Beauvoir, que escribió en los años cuarenta, y ver que fuera tan actual. Yo realmente espero que mi libro, El arte de no callar, aunque la editorial se enoje, quede caduco en breve, y que lo lean sólo para ver cómo era la sociedad antes. Quiero creer que la hiperconectividad que tenemos hoy no va a permitir que se retroceda otra vez, aunque hay algunos grupos muy derechosos que están intentando hacernos retroceder en lo discursivo. Pero esta vez va a ser difícil volver atrás.
- ¿Cómo apareció el deseo de actuar?
- No sé si hay un momento en el que hago el quiebre, pero sí me acuerdo de esa cosa lúdica de jugar y hacer otra cosa con lo que hay. Siempre tuve la necesidad de salirme un poco de la realidad. Me acuerdo de ver a mi mamá actuando en un acto del jardín haciendo de bruja, con unos anteojos grandes, y pensar: “Es mi mamá, pero no es mi mamá, y la estoy compartiendo con todos mis compañeritos”. Ahí me di cuenta que eso me divertía, y cuando fui creciendo la actuación se fue haciendo más consciente y la entendí como una forma de vida. Siempre siento que tengo mucho por decir.
* Nahuelito, funciones los sábados a las 21 en El Método Kairós (El Salvador 4530).
Enfocada en actuar
Thelma Fardin habló y su denuncia fue un antes y un después. “Mirá cómo nos ponemos”, fue la consigna que se acopló al “Ni una menos”, para revelar el secreto a voces de la magnitud de la violencia sexual en el país. En una conferencia realizada en diciembre de 2018 en el Multiteatro, y acompañada por el colectivo de Actrices Argentinas, Fardin hizo pública su denuncia penal por violación contra el actor Juan Darthés, en el marco de una gira de Patito feo en Nicaragua, en 2009, cuando ella tenía 16 años.
Casi un año después, Thelma se muestra fortalecida. Su compromiso con el movimiento de mujeres ya es parte de su vida cotidiana, y en la primera mitad del año publicó el libro El arte de no callar (Planeta) para “abrazar desde mi experiencia a todas esas personas que me escriben”. Pero hoy la actriz pone el foco en su profesión. “Decidí poner toda mi energía en mi laburo, sabiendo que descanso en mis abogadas Sabrina (Cartabia) y Eilyn (Cruz)”, asegura.
Luego de que la justicia de Nicaragua recientemente acusara formalmente a Darthés por el delito de violación agravada, y mientas espera más novedades del caso, Thelma disfruta de su trabajo. “Este año hice dos películas”, comparte. “A principio de año filmé La estrella roja, de Gabriel Lichtmann, donde interpreto a Laila Salama, una mujer que fue espía y ayudó a capturar a Eichmann junto con el Mosad, pero que por ser mujer la historia no habló de ella”, agrega anticipando la perspectiva de género que tendrá el film en el que compartirá pantalla con Héctor Díaz y Rafael Spregelburd, y que podrá verse el año próximo. La segunda película es Giro de ases, de Sebastián Tabany, con Romina Gaetani, Juan Grandinetti, Carolina Kopelliof y Lautaro Delgado. Allí, se la podrá a ver a Fardin convertida en maga. “Estuve un mes y medio entrenándome en magia”, dice entusiasmada y concluye: “Hoy estoy enfocada en actuar de vuelta”.