De pronto en la madrugada se interrumpe nuestro sueño, que no siempre es descanso reparador.

Algo nos impulsa a levantarnos y percibimos en otro espacio una luz que rasga la penumbra.

Si bien la rutina agobia, la irrupción de lo inesperado genera a veces sensaciones de angustia.

El rayo de luz que penetra por debajo de la puerta moviliza sensaciones múltiples, principalmente la de inseguridad.

Algo se ha alterado en el cotidiano paisaje interior y la incertidumbre nos acecha.

La noche y sus misterios.

Los miedos nocturnos que extraviados en el devenir vital acechan de manera inusitada. Ya nada parece estar en su sitio y esta situación por algunos minutos nos altera.

Recuerdo cuando leí por primera vez la novela de Malraux La condición humana, en las primeras páginas se narra el asesinato de un traficante de armamentos a manos de justiciero joven revolucionario.

Se percibe de inmediato la vulnerabilidad del hombre entregado al sueño y el contraste con el insomne que cumplirá su misión y aunque vacila un instante concreta su objetivo.

El resquebrajamiento súbito de lo cotidianamente previsible, y que algunos llaman realidad inmediata hace perder la noción de que lo imprevisible puede irrumpir en cualquier minuto e instalar en nosotros sentimientos muy singulares. Es como si en la noche un puñal rasgara de pronto un tul que todo lo encubre.

Carlos A. Solero