· Las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) funcionaron como una anómala primera vuelta. En ésta, cerca del 90 por ciento del electorado se dividió entre dos fórmulas, “adelantando” el ballotage.
· El presidente Mauricio Macri es el primero desde 1994 que buscó la reelección desde la Casa Rosada y fracasó en el intento. En la experiencia comparada es altamente inusual ese tipo de derrotas.
· El Gobierno había denunciado (antes y después de las PASO) fraude cometido por la oposición desde el llano. Otra exclusividad vernácula se concretó, por lo visto.
· La diputada Elisa Carrió prometió anunciar la victoria de Juntos por el Cambio (JpC) el domingo pasado a las seis de la tarde. Se abstuvo y luego renunció anticipadamente a la banca porque nadie tiene mayoría de dos tercios en la Cámaras del Congreso. Festeja un resultado que era imposible: esa superioridad parlamentaria no se verificó nunca desde la recuperación democrática.
· La fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner—que nadie imaginaba antes de mayo-- se impuso con holgura. . Regresa a la presidencia el peronismo, cuya partida de defunción se expidió hace cuatro años. Desde 1946 solo lo hace tras elecciones libres y sin proscripciones a diferencia del radicalismo que se valió de esas trampas mucho tiempo atrás. La narrativa dominante, empero, acusa al justicialismo de voltear a sus adversarios. Golpismo que se retrotrae hasta 1930 o sea antes de que existiera.
Argentina es, nomás, un país particular por sus hechos y por las fantasías que se divulgan. La supervivencia del peronismo, una de sus peculiaridades. Lo que permite agregar una buena noticia, primicia de esta columna, en medio de una semana histórica y dichosa. El Decano de la Facultad de Sociales de Estocolmo resolvió sostener y pagar por un año más la tesis de postgrado que realiza su discípulo, el politólogo sueco. Este sigue de festejo en festejo por el Conurbano. Ladea a la pelirroja cristinista que quiere comprar un Clío usado por motivos emocionales y artísticos: arregló con Netflix filmar una serie sobre la campaña del gobernador electo Axel Kicillof. Documental ficcionalizado: se busca en Hollywood quien encarnará al ex ministro.
La Argentina, ojo al piojo, no es pura peculiaridad. Sigue inserta en la aldea global, padece la oleada neoconservadora y la hegemonía de la derecha. Se entreveran la interdependencia y el color local.
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Mapas de allá y de acá: Donald Trump, Jair Bolsonaro, el converso Lenin Moreno, tantos jerarcas en la Unión Europea… Imposible hablar de un fin de ciclo de la derecha mundial que tiene como capítulo autóctono al macrismo. A diferencia de sus homólogos internacionales el macrismo camufla a menudo su identidad: se autodefine como “republicano”. Su lenguaje a menudo encubre, endulza. Los mensajes del presidente chileno Sebastián Piñera evocaron al bipolar estilo de Macri. Por un lado, represión y toque de queda. Por otro lado, morisquetas de comprensión, vocablos como “escuchar”, “haber mejorado”… alabanzas a una movilización en su contra que le pedía la renuncia. Guau.
Esas autoridades responden como ciertos call centers cuya misión no es resolver el problema sino aplacar al cliente, desorientarlo, cambiar su estado de ánimo sin atender su demanda. Las técnicas del neuromarketing, adaptado a la política. La aproximación es emocional: te propongo alivio, los derechos te los debo...
En 2003 Carlos Menem y Ricardo López Murphy totalizaron onda 40 por ciento de los votos. La derecha atraviesa vaivenes, se recompone, JpC los contiene en una coalición política. Asoma una oposición con fuerza parlamentaria y relativo poder territorial. Padecerá la centrifugación y las internas que suceden a la derrota pero seguirá dando batalla.
El mapa federal, como el nacional, expresa la hegemonía del peronismo que recobró Santa Fe y Buenos Aires.
El PRO perdió uno de los dos distritos que gobernaba, bruta caída. El radicalismo conservó Corrientes, Mendoza y Jujuy.
Los mandatarios de Misiones, Neuquén, Río Negro, Santiago del Estero y Tierra del Fuego representan fuerzas provinciales de variada fortaleza y antigüedad. El socialismo era otra, se quedó sin Santa Fe.
La ciudadanía supo mudar de preferencias en distintas votaciones. Elabora el voto, no actúa como manada. La astucia de los gobernadores e intendentes que “desdoblaron” le facilitó la labor.
Las especificidades de cada distrito se hacen notar. El domingo pasado, el gobernador santiagueño Gerardo Zamora pudo colocar dos senadores con “boleta corta”.
Muy otra suerte tuvo el Movimiento Popular Neuquino (MPN) con la misma herramienta. Sigue siendo imbatible en las votaciones para gobernador. Como yapa le arrebató la capital provincial a los radicales. Pero por primera vez desde 1983 no tendrá ni siquiera una banca en el Senado nacional… casi siempre ocupó dos.
Alberto Weretilneck, gobernador de Río Negro, salió mejor parado que MPN sin lograr tanto como el santiagueño Zamora. Su partido conservó la provincia y él obtuvo la banca senatorial por minoría, escoltando al Frente de Todos.
Ayer nomás el macrismo soñó como “oposición de su majestad” (presidenciable por Alternativa Federal) al gobernador cordobés Juan Schiaretti quien hace siete días sucumbió a la polarización.
Terminó tercero con su boleta corta para diputados nacionales. La pretérita ancha avenida del medio se redujo a una calle angosta, dato comprobado también por la módica cosecha de la fórmula Roberto Lavagna- Juan Manuel Urtubey a nivel nacional.
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Lo que pasa, lo que viene: Alberto Fernández produjo el gesto de la semana al recibir a Braian Gallo y calzarse su gorra. Dialogó con el ex presidente uruguayo José Mujica, recibió un significativo mensaje telefónico de Trump.
Macri planifica un acto de despedida. Cuando fantaseaba con “dar vuelta” el resultado, el presidente se comparó con Boca y la semifinal de la Libertadores. La comparación sirve, a condición de no exagerar. Boca perdió y se fue ovacionado por la hinchada porque acortó diferencias en el score final del “partido de 180 minutos”. Como Macri. Pero al día siguiente comenzó la discusión sobre la continuidad del DT Gustavo Alfaro y se debate si se debe prorrogar el contrato ¡de Carlos Tévez! Hasta los ídolos pagan la derrota. En política sucede lo mismo. La caída centrifuga, azuza las diferencias día tras día.
Importantes dirigentes de Cambiemos se muestran los dientes riñendo por cargos públicos que hace dos meses hubieran despreciado.
Los radicales imaginan cómo reperfilar el poder interno. Las elecciones de medio término serán una oportunidad, en una de esas JpC rumiará si es ideal abolir las PASO. Con muchas internas en ciernes quizá le sirvan en la coyuntura.
La cadena privada de medios oficialistas inventa o exagera internas del Frente de Todos (FT). El palco del domingo, superpoblado de ganadores en Buenos Aires y Nación se leyó como un cerco K a Fernández. Días después, juró el gobernador tucumano Juan Manzur y primaron sus colegas. No medió contradicción sino distintas escenografías en escenarios diferentes. Tamañas obviedades suscitan interpretaciones desmesuradas, simplistas.
Como es de manual se despliegan operaciones. Circulan rumores, versiones serias, chismes sobre el posible Gabinete. Se lanzan apellidos al ruedo para promoverlos o incendiarlos, con fines de autobombo o de generar “títulos”.
Fernández, hasta el cierre de esta nota, no confirmó a nadie. Movidas, comitivas, gestos, presencia en la transición, hasta la escenografía del local de la calle México, autorizan a suponer que existe un conjunto de protagonistas que estarán en el equipo de Gobierno. Sin afán de ser exhaustivos nombremos a los más mentados: Daniel Arroyo, Gustavo Beliz, Santiago Cafiero, Eduardo “Wado” de Pedro, Vilma Ibarra, Matías Kulfas, Felipe Solá, Cecilia Todesca. Se enumera en orden alfabético, método considerado neutral aunque a veces perjudique a ese cronista.
Los buenos modos de la transición oxigenan el clima democrático aunque Macri dé rienda suelta a su idiosincrasia con medidas atroces a menos de cuarenta días de ahuecar el ala.
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Clientelismo Hood Robin: Las subas de los combustibles líquidos y los tarifazos de servicios públicos concretan acciones irresponsables a contadas semanas del recambio presidencial. El clientelismo VIP, a la Hood Robin, signó la etapa. La redistribución regresiva del ingreso es uno de los propósitos conseguidos por el equipazo gubernamental. Transgrede todo límite dañar tanto a la ciudadanía in extremis para engordar los bolsillos de aliados: las concesionarias de servicios públicos, las empresas energéticas. Un favor de salida. Habrá que revisar por qué no se llama corrupción a ese tipo de beneficio o por qué se naturaliza que importantes reparticiones del Estado hayan sido atendidas por sus dueños: Agricultura y Energía solo para empezar.
No hablamos de considerar a priori delitos penales a conductas desviadas o amorales: resolverlo es resorte de los jueces, preservando la presunción de inocencia. Tampoco de encarcelar sin condena a sospechosos o procesados por integrar la oposición. Tales pilares del macrismo explícito deben ser combatidos. A título de suposición: es altamente posible que Macri y gente destacada de su elenco teman ir presos pronto…el inquisidor cree que todos son de su condición. Quizá el recelo ayuda explicar por qué el presidente vive desencajado desde el verano. Ojalá no se repliquen las persecuciones políticas que desató el oficialismo. Las frenaron las distintas oposiciones, sindicales, sociales y políticas. También el peronismo no kirchnerista que obstruyó el desafuero de Cristina en el Congreso. Los distintos destinos de Cristina y el ex presidente brasileño Lula da Silva comprueban diferencias entre los dos sistemas políticos.
Las elecciones en democracias estables las gana o las pierde el oficialismo. Macri lo hizo, aquí y ahora. La rotunda voluntad popular expresada premió la aptitud del peronismo para rehacerse, la de CFK para escoger el rol que facilitara la unidad, la de Alberto Fernández para ponerse al hombro la campaña, la de Axel para sumar a su capacidad intelectual, militancia, carisma y calidez.
El macrismo deja un legado atroz y se empecina en seguir arrojando sal sobre el suelo. Un modo ruin de irse aunque entregue el bastón presidencial en gran medida gracias a la gobernabilidad que garantizaron sus adversarios a quienes atacó como a enemigos, con demasiada frecuencia.