En los últimos meses se viralizó por Internet una foto que exhibe un paredón escrito a medio camino entre la rebeldía y la ternura: “Contra toda autoridad... excepto mi mamá”. Las Madres de Plaza de Mayo tienen decenas de anécdotas con la cultura rock que podrían explicarse en ese meme que mezcla firmeza y sensibilidad. Como aquella noche en la cancha de Rosario Central donde un grupo de muchachos pasó sin entradas y con botellas rotas. Acababa de tocar la banda mexicana Molotov en un festival por las dos décadas de la Asociación y Hebe de Bonafini avisó que iba a subirse al escenario para aclararle algo al público.

--Miren, chicos, todo esto lo estamos haciendo por ustedes. ¡No se imaginarán que nosotras vinimos a escuchar rock! Pero si no se cuidan ni tampoco respetan el lugar, no vamos a llamar a la policía: directamente suspenderemos todo.

El eco de su voz quedó rebotando entre el silencio y, poco a poco, las cosas volvieron a su cauce normal. Efectivamente los pibes habían entendido que podían ir contra toda autoridad... excepto contra las Madres.

El diálogo entre el rock como expresión de la cultura popular y las Madres de Plaza de Mayo como estandartes de la resistencia frente a la violencia representan el sincretismo entre dos manifestaciones por fuera de los discursos oficiales. Sentada en su oficina, Hebe habla con lujo de detalles sobre cada uno de esos encuentros. Menciona músicos de aquí y de afuera con precisión melómana, y destaca especialmente a León Gieco: “Él estuvo siempre con nosotras, es un cantante de rock aparte”.

El primer acercamiento del rock hacia las Madres fue aquel ya legendario contacto de Sting en 1987, cuando las leyes de Punto Final y Obediencia Debida eran un oprobio reciente. No fue un argentino sino un británico quien se interesó por darle escenario a una bandera que no parecía interesarle mucho a los músicos domésticos aún. “Estábamos en una marcha y nos avisan que un tal Sting nos quería conocer. ‘¿Quién es ese?’, preguntamos. Fueron algunas, Elisa Landín por ejemplo, y cuando volvieron nos dijeron: ‘es un rockero que habla en inglés y nos invita a un recital el sábado’. Ahí fue cuando nos dedicó “Ellas bailan solas”, una canción inspirada en la forma que las chilenas tenían de manifestar cuando les faltaba alguien: bailando una cueca en soledad”, recuerda Hebe.

Otro baluarte del rock británico que mostró interés y afecto fue Bono, líder de U2. El grupo irlandés las invitó a un show de febrero de 1998 en River, donde terminaron todas en el escenario. “Encima después vinieron a nuestra casa, se cortó la calle y se llenó de pibes. Fue muy lindo y emocionante”, asegura Hebe, quien además valora tanto de Sting como de U2 las ayudas económicas que aportaron para la creación de la librería o la Universidad. Lo cual, de todos modos, no la inhibió para poder decir lo que ella pensaba: una vez la llamó Bono para practicar su español y ella aprovechó entonces para decirle que la ONU, la OEA y todos esos organismos a los que el cantante asistía a dar charlas “no servían para nada”. El irlandés no encontró idioma para reaccionar...

Pero hay otro hito de conexión con el rock que roza una fibra personal de Hebe: era el género musical favorito de Jorge Omar y Raúl Alfredo, sus hijos secuestrados durante la última dictadura y aún desaparecidos. “Desde que se los llevaron, me quedó la intriga por saber cómo es que les gustaba tanto”, confiesa. “Entonces le pregunté a un muchacho si me podía traer un disco, a ver si entendía algo. Y me viene con uno de Hermética, un grupo de heavy metal. ¡Imaginate! ¡Si no entendía al rock, menos con ellos, jaja! Pero poco a poco me fui interiorizando para comprender lo bueno que era, y sobre todo lo que significa hacer rock: se trata de romper estructuras y todo lo que les quieran imponer”.

Entre los numerosos eventos que hicieron las Madres en alianza con el rock se destaca el “Encuentro de rock para contar” en la víspera del 20º aniversario del Golpe de 1976. Tocaron en Plaza de Mayo Todos Tus Muertos, los Fabulosos Cadillacs, Actitud María Marta y Fito Páez. Menem lo quiso suspender porque no había operativo de seguridad, pero no pudo. “Yo misma había echado a la policía. ¡Si ellos son los que la pudren!”, justifica. A la medianoche, cuando las bandas ya habían tocado, Hebe tomó el micrófono y pidió “guardar algo de rebeldía para la lucha”. Eran tiempos donde esas palabras estaban lejos de los discursos políticos mayoritarios.

Un año después volvieron a auparse con el rock para recordar las dos décadas de las Madres a través de un festival a dos noches en Ferro con una cartelera prodigiosa: Los Piojos, Attaque 77, Gieco, Malón, Rata Blanca, La Bersuit, Caballeros de la Quema, Divididos y otros. “Somos el puente entre nuestros hijos y ustedes. La música nos unió esta noche. Sean rebeldes, pibes”, exhortó Hebe antes de que cerrara La Renga. Fue el primer vínculo con una de las banda más convocantes de Argentina (aún vigente y por sacar disco nuevo). “Me encantó La Renga y también su gente, además nos ayudaron muchísimas otras veces. Como una vez en La Plata, donde yo estaba hablando en el escenario, llovía mucho y de golpe aparecieron todos sus seguidores, se subieron y se pusieron a bailar. Andaban con muchos paraguas, así que les agarré uno y me puse a bailar con ellos. Porque a los chicos no los podes cortar. Vienen entusiasmados, cantan, saltan. Me llevo rebien con ellos: los jóvenes tienen que ver con las Madres”.

Charly García merece un capítulo aparte. Y también un desagravio: cuando en su show de Costanera Sur en febrero de 1999 quiso tirar muñecos al Río de la Plata desde un helicóptero, varios dijeron que las Madres reaccionaron enojadas. “¡Y no fue así! --desmiente--. Le dije que era muy triste para nosotros y él lo entendió”. Fue en el marco de Argentina en Vivo, festival organizado curiosamente por un negacionista como el entonces Secretario de Cultura delarruísta Darío Lóperfido. “La relación con Charly es de afecto, cariño y anécdotas divertidas. Como cuando me invitó a ver películas a su casa y apareció con una pantalla pintada con la frase “Say no more”. Obviamente la película no se veía, pero él se moría de risa. Tiene un espíritu de niño y lo vuelca como artista”, dice Hebe. Y aclara: “Lo quiero mucho, pero hace tiempo que no lo puedo ver porque tiene un entorno que le hace de colchón”. Teléfono por ahí.

Con quien construyó un vínculo reciente es con el Indio Solari, al que le valora un gesto simple pero hondo: “Mi nuera era de Gualeguaychú y él la nombró la vez que tocó ahí”. Se refiere a María Elena Bugnone, secuestrada y desaparecida desde el 25 de mayo de 1978. “Cuando el Indio estuvo enfermo, le pedí que se cuidara, porque eso es clave para la recuperación. Hablamos por teléfono y me gustaría conocerlo personalmente. Mientras tanto leo su autobiografía, que es enorme pero muy buena y bien escrita. Se nota que estuvo al límite como muchos rockeros, pero nunca lo pasó. Eso es por la gran inteligencia que tiene”.

 

Sin embargo, si tiene que elegir un gusto dentro del rock, Hebe elige sin ponerse colorada a nuestro Elvis de Alsina: “Siempre me gustó Sandro, y de hecho una vez que lo fui a ver me hizo pasar a su camarín, me atendió con un respeto impresionante y me regalo la rosa que tenía en su escritorio, además de un libro y una copa. Para mí siempre fue un artista lanzado y audaz, dos condiciones que relaciono instantáneamente con el rock”.