La escritora Mariana Enriquez ganó la 37° edición del Premio Herralde de Novela, dotado de 18 mil euros, con Nuestra parte de noche, “una novela gótica desmesurada y polifónica sobre la herencia como maldición”, que narra la travesía de un padre y un hijo desde Buenos Aires hasta las Cataratas del Iguazú en los últimos años de la dictadura cívico-militar. El padre intenta proteger al hijo de su destino de convertirse en médium de una sociedad secreta. Enriquez es la primera escritora argentina en ganar el Herralde, un reconocimiento que en ediciones pasadas lo obtuvieron tres argentinos: Alan Pauls (2003), Martín Kohan (2007) y Martín Caparrós (2011). “Es un orgullo ganar este premio con una novela que me costó bastante escribir, más por extensión que por otro tema”, cuenta la escritora y periodista de Página/12 desde Barcelona. “Hay ganadores que admiro mucho; es un premio que me pone muy contenta porque es importante. Muchos de mis libros favoritos lo ganaron y me da una mezcla de pudor y de alegría estar acompañada por Los detectives salvajes o El pasado”, reconoce la autora de Los peligros de fumar en la cama, entre otros títulos.
Los miembros del jurado –integrado por Lluís Morral (director literario de la librería Laie de Barcelona), Gonzalo Pontón Gijón, Marta Sanz, Juan Pablo Villalobos y la editora Silvia Sesé- eligieron la novela de Enriquez (Buenos Aires, 1973) sobre un total de 680 originales y seis finalistas. Pontón destacó que “la obra desborda las convenciones del género al que adscribe para elevarse a la categoría de novela total, abierta a grandes asuntos: la inmensidad de la relación entre un padre y un hijo, los lazos terribles del amor y de la amistad, la enfermedad como condición de vida, las máscaras del ritual, la verdad atroz de los dioses, la cara oculta de la historia y la política”. Otro integrante del jurado, Villalobos, la calificó de “continuadora de una tradición que podríamos denominar ‘La Gran Novela Latinoamericana’, pertenece a una estirpe de obras tan disímiles, pero igualmente ambiciosas y desmesuradas, como Rayuela, Paradiso, Cien años de soledad o 2666”.
Empezó a escribir Nuestra parte de noche –que tiene más de 600 páginas- en 2016, el mismo año en que se publicó el libro de cuentos Las cosas que perdimos en el fuego, que recibió el Premio Ciutat de Barcelona en 2017. “Como al libro de cuentos le fue bastante bien, la novela tuvo varias interrupciones. A principios de este año empecé a afinarla hasta tener la versión final, que terminé presentando al premio”, cuenta Enriquez, editora del suplemento Radar de este diario. La novela transcurre en tres momentos: los años 80, los 90 y hay flashbacks hacia los 60; y en tres ciudades: Buenos Aires, Misiones y Londres. “En una primera línea de trama es una novela sobre varias familias super poderosas que tienen una secta ocultista que se comunica con dioses primigenios a lo Lovecraft y que utilizan a médiums, que son gente a la que explotan vilmente. Uno de los médiums es el protagonista del libro –explica la primera argentina en ganar el Premio Herralde de Novela-. En un segundo nivel trata acerca del poder como algo que parece siempre inamovible y en contacto con fuerzas oscuras. El poder de ciertas familias ricas sobre las voluntades y los cuerpos de los otros”.
La novela ganadora –reconoce Enriquez- tiene todas las obsesiones que ha trabajado también en sus libros de cuentos y anteriores novelas. “Venía de escribir cuentos, de escribir no ficción, y yo quería un poco más, incluso necesitaba volver a una forma más tradicional. La novela tiene una exigencia que va en contra de estos tiempos porque lleva muchísimo tiempo, mucha concentración; estar en un mundo de la imaginación, de la ficción y de la escritura, exige mucho más de uno que el cuento, que es otro tipo de inmersión. Necesitaba la inmersión de la novela y mostrar todo lo que podía hacer –plantea la escritora-. Detrás de esos intereses hay política, hay una pregunta por el poder, hay una pregunta sobre la herencia, también hay una pregunta sobre lo que significa la familia; hay una pregunta sobre América Latina y sobre la explotación de los cuerpos dentro de lo que me gusta hacer a mí, que es género. Hablar de estos temas desde el punto de vista realista suele agotarse o algunos escritores de no ficción lo hacen mejor que yo. A través del género puedo pensar mejor y más libremente”.
En Nuestra parte de noche Gaspar, el hijo, está llamado a ser un médium en una sociedad secreta, la Orden, que contacta con la Oscuridad en busca de la vida eterna mediante atroces rituales, en los que es vital disponer de un médium. Pero el destino de estos seres dotados de poderes especiales es cruel, porque su desgaste físico y mental es rápido e implacable. Los orígenes de la Orden, regida por la poderosa familia de la madre de Gaspar, se remontan a siglos atrás, cuando el conocimiento de la Oscuridad llegó desde el corazón de África a Inglaterra y desde allí se extendió hasta Argentina. Anagrama, la editorial que publicará la novela, anticipa que el lector encontrará casas cuyo interior muta; pasadizos que esconden monstruos inimaginables; rituales con fieros y extáticos sacrificios humanos; andanzas en el Londres psicodélico de los años sesenta, donde la madre de Gaspar conoció a un joven cantante de aire andrógino llamado David; párpados humanos convertidos en fetiches; enigmáticas liturgias sexuales; la relación entre padres e hijos, con la carga de una herencia atroz; y, de fondo, la represión de la dictadura militar, los desaparecidos y, más adelante, la incierta llegada de la democracia, y los primeros brotes del sida en Buenos Aires.
“La primera parte es una novela de carretera; la pensé para que tuviera ese ritmo de ir hacia adelante. Después lo que pasa en el texto, a los personajes y al país, es terrible. Como mis cuentos, que también son muy oscuros, se leen con lo que tiene el género fantástico, que es esa especie de tensión eléctrica en la que uno va a buscar emociones fuertes”, revela la escritora durante la conferencia de prensa en la que le preguntaron si había alguna influencia de Sobre héroes y tumbas, de Ernesto Sabato. Aunque considera que el problema más grande que tiene la novela de Sabato es lo político y lo ideológico, hay algo del ambiente, de la Buenos Aires gótica. “Lo de las sociedades secretas es un guiño a (Roberto) Arlt”, confirma Enríquez y enumera una serie de novelas y escritores que podrían haberla influido como El mal menor, de Charlie Feiling, “que trabaja con un mal atávico en una Buenos Aires súper contemporánea”; Horacio Quiroga porque es “inevitable la selva como una especie de animal poderoso e invencible”; “la incorporación desprejuiciada” de Borges de tomar la magia inglesa, “pero yo lo hago diferente, más a lo Neil Gaiman y Alan Moore”; y también escritoras británicas como “la victoriana posmoderna” A.S.Byatt y su novela Posesión.
Enriquez aclara algunas cuestiones sobre los distintos tiempos de la novela. “No quería que fueran años tan icónicos, no quería que fuera en el 78, el año icónico del Mundial, ni tampoco el 82, el año de la Guerra de Malvinas –advierte la escritora-. Transcurre en 1980, que es como el año gris. Luego la crisis de la híper inflación está asordinada porque la crisis que tienen los personajes es más importante. Después elegí el principio de los 90 porque fue una época compleja y rara para ser joven; era una época eufórica y deprimente al mismo tiempo. Cuando uno elige años muy icónicos, el momento histórico puede arrastrar la novela; el único momento icónico que dejé fue el Mundial del 86 porque necesitaba que uno de los personajes tuviera una alegría y la única alegría fue ganar el Mundial”.
La autora de la novela Cómo desaparecer completamente (2004), el libro de viajes Alguien camina sobre tu tumba: Mis viajes a cementerios (2013) y el perfil La hermana menor: Un retrato de Silvina Ocampo (2014) precisa que Nuestra parte de noche –título que es una traducción de la propia Enriquez de un verso de Emily Dickinson, our share of night- no es una novela alegórica. “La brutalidad de los rituales tiene un sentido dentro de lo que creen los personajes. ¿Se puede establecer una mirada política sobre lo despiadado que puede ser el poder? Por supuesto, de eso se trata. La imaginación es uno de los mejores instrumentos para pensarnos”, subraya la escritora.
--¿En qué sentido “Nuestra parte de noche” es una novela política?
--El tema que recorre la novela es si es posible desprenderse de una historia política. Si ese legado, si esa herencia, te marca o no te marca. También es una novela política porque plantea una pregunta sobre el poder, sobre si es posible torcer los designios del poder. Una parte de la novela transcurre en dictadura, otra durante la crisis de la híper inflación y después durante los primeros años noventa. Hay personajes que son militantes políticos. Las cosas que pasan políticamente influyen en la vida de los personajes; no son ajenos a lo que ocurre. Pero quizá la pregunta política o la pregunta sobre el poder es un poco más simbólica porque es una novela de género, pero también como suelo hacer con los cuentos es una novela muy realista con escenarios, épocas, personajes y situaciones sumamente reconocibles. Lo que tiene de lovecraftiano la novela es esta idea de la secta ocultista de una familia poderosa que maneja el mal. No es casual que haya un momento de la novela que suceda durante la crisis del sida. Uno de los personajes principales padece una enfermedad; es una novela que tiene bastante relación con el tema del cuerpo. Lo que es diferente, en cuanto lo que hago habitualmente, es que tiene un aliento más épico; es una novela ambiciosa por la extensión, por el tiempo, por el trabajo con diferentes voces y diferentes narradores. La novela tiene algo desmesurado; es larga y polifónica y yo diría que es sobre todo un libro sobre la herencia como maldición y hasta dónde llegamos para librarnos de ella. Es una novela gótica más que de terror; es una novela también sobre la amistad o sobre la lealtad. A la familia de sangre, que es muy siniestra, se le opone la familia elegida de amigos.