“Aunque estemos lejos, somos un tándem que ya está armado a fuerza de tiempo, experiencia y voluntad”, define Elbi Olalla. La pianista mendocina se mudó este año a Barcelona, pero eso no significa que Altertango quede de lado. Viajan o laburan a la distancia, amplían colaboraciones y editan singles. Quizá porque siempre estuvieron “lejos”, no saben si la distancia acerca tanto como decía Manzi, pero una buena conexión de Internet ayuda a ensayar y componer con colegas e invitados a recitales.
“La idea es unir los lugares y creo que lo estamos logrando”, considera Olalla. En esta visita al país, la banda se juntó para girar por Chile, Colombia, su provincia natal, Wilde, La Plata y, esta noche, la Ciudad de Buenos Aires. La presentación del martes 5 será en Vuela El Pez (Av. Córdoba 4379), como parte de la Milonga del Pez Cañón, que arranca 22.15. Será una excelente oportunidad -además del único show de Altertango del año en CABA- para poner su tango vanguardista al servicio de los bailarines en un contexto amigable: la del Pez Cañón es una de las pocas milongas porteñas donde sólo suenan orquestas de hoy. Además del grupo, se subirán al escenario amigos como Alejandro Guyot, Juan Pablo Fernández (Acorazado Potemkin), Gisela Magri, Natalia Lagos, y los anfitriones de Cañón: Nicolás di Lorenzo y Julio Coviello.
En Barcelona, explica Olalla, encontró “tiempo”. Para tocar el piano, para componer, para jugar y probar. “Volví a tener tiempo de escribir una fuga, una canción, repensar mi música y mi carrera”, cuenta. Los últimos años sintió perder “la posibilidad de estar más tranquila”, algo que la estadía catalana le devolvió. Y eso que allá tampoco se queda quieta: participa del ciclo Tango en el Raval (de Josefina Rozenwasser Marin), da clases y frecuenta milongas, además de jammear con cuanto colega se asome por la ciudad (enumera rápido a Julieta Laso, Agustín Guerrero, Leonel Capitano, Martín Scalerandi). “Por Barcelona pasa todo el mundo y a veces te toca compartir tangos con gente que lo labura de maneras muy distintas, que tienen otro approach”, reflexiona.
Ese intercambio es parte integral de Altertango desde hace varios años. “Nos pasó con Siete que durante un año tocamos con 50 o 60 músicos de todo el mundo”, recuerda la pianista. Así, por ejemplo, apareció la chilena Pascuala Ilabaca, que les propuso grabar alguno de los temas emblemáticos de Jorge Farías, gran cancionista del puerto de Valparaíso. “Elegimos un bolero, ‘El gran tirano’, que aunque no era suyo sí era como su tema insignia; lo grabamos en Mendoza, yo metí los pianos en Barcelona, Pascuala su voz en Chile y Acqua desde Buenos Aires lo distribuyó”, relata. “La idea es esa, seguir bookeando personajes del tango y no; deconstruimos la idea el tango desde el respeto absoluto por el género, pero con la impronta de nuestro sonido y lo que nosotros también creemos que es”.
“Estratégicamente, Altertango siempre se estuvo moviendo”, plantea Elbi y mira a sus compañeros en la mesa de al lado. Habla de viajes como el suyo, pero también de una actitud del grupo, que desde el inicio supo que sólo con Mendoza no alcanzaba. “Ni siquiera estando yo allá podíamos tocar con los pibes todas las semanas porque el lugar se agota, entonces hace rato que ya decidimos hacer dos o tres cosas grandes por año en Mendoza, dos o tres en Chile, una por año en Buenos Aires, que es cada vez más difícil, y cada uno o dos años, Europa”, traza su mapa.
“La idea es que Altertango siga funcionando como lo que siempre fue: un proyecto que anda a pesar de sus integrantes, entonces si yo no estoy y salen cosas en Mendoza, que haya un reemplazo también para mí”, cuenta. ¿Funciona un proyecto como este sin su directora musical? Ella no tiene dudas. “La música está compuesta y la banda suena, quien venga, que será una mujer, también aportará su impronta”, agrega. “Por ahí un grupo que recién arranca sí necesita estar más así (junta los dedos) con sus compañeros, o casos como Cañón que tienen una milonga y ahí hay un proyecto que te ancla, pero nosotros, con 18 o 19 años juntos...”
Después de varios años tocando en festivales y salas de recitales en Buenos Aires, Altertango recalará en una milonga local. Algo que, asegura la pianista, a ellos les resulta “re natural”. “Nada de lo que hacemos está hecho para los bailarines, pero tampoco pasando de ellos. El círculo de felicidad musical es que si hacemos un tango que se puede bailar, la gente lo baile. Si yo toco y alguien baila no es lo mismo porque trato de colaborar con ese momento, de sumar a un lenguaje que estamos construyendo entre todos”, plantea la mendocina. “Para mí, lo que no puede suceder es que los bailarines estén en la suya y les dé lo mismo lo que está sonando, o los músicos sin hacernos cargo de que ahí hay otros participantes, porque estamos todos en esta”.