El presidente electo Alberto Fernández y el presidente de México Andrés Manuel López Obrador coincidieron en la necesidad de reactivar organismos como la Unasur y la Cepal para revivir la integración regional, tan alicaída en los últimos tiempos. En ese plan, Fernández ponderó la actividad del Grupo de Puebla, que se reunirá en los próximos días en Buenos Aires, pero se preocupó en aclarar que era una iniciativa de líderes progresistas respetuosos de la democracia y las instituciones, que no se plantaba en contra de nadie sino a favor de políticas que "devuelvan la equidad perdida en América Latina".
Si hubo un tema que promovió el encuentro entre López Obrador y Fernández es su mirada similar sobre la región. De hecho, cada vez que le preguntan por Venezuela, el presidente electo responde que tiene la misma posición que México y Uruguay, que es de no injerencia en los asuntos internos de otros países y de favorecer las instancias de diálogo. En ese sentido, su postura es opuesta a la del Grupo de Lima, de la que Mauricio Macri fue uno de sus más entusiastas participantes, a tono con los deseos de Washington. Ayer, cada vez que le preguntaron por Venezuela o el Grupo de Lima, Fernández esquivó responder. "Todo el mundo ya sabe lo que pienso", dijo. También deslizó que el tema apenas si se había tocado durante la reunión.
"El Grupo de Puebla es un grupo que yo mismo impulsé, mucho antes de que fuera candidato", sostuvo Fernández sobre el primer encuentro de ese grupo realizó en la ciudad de México que lo bautizó en julio pasado. Por el lado del peronismo participaron Felipe Solá, Jorge Taiana y Carlos Tomada. Ahora se reunirá por segunda vez el viernes, sábado y domingo en Buenos Aires. Alberto Fernández quiso diferenciar la propuesta de otras anteriores. Esecialmente luego de que dirigentes de la derecha regional habían vinculado al Grupo de Puebla con el Foro de Sao Paulo y las protestas ocurridas en Ecuador y en Chile. El mandatario electo no sólo puntualizó el respeto a las instituciones al que adhieren los dirigentes participantes de Puebla -entre los que hay varios ex presidentes como Lula, Dilma Rousseff, Pepe Mujica, Rafael Correa y Ernesto Samper- sino que también marcó que "los vínculos internacionales no están dominados por la ideología porque cada pueblo determina su gobierno".
Fernández habló de Chile. "Tenemos que ayudar a Chile a recuperar la paz rápidamente y a que haya un mayor proceso de integración de la sociedad", dijo. Además reveló que había conversado telefónicamente con el presidente Sebastián Piñera. "Le expresé toda mi preocupación, me invitó a visitar Chile. Voy a ver si estoy en condiciones de hacerlo en los próximos días. Y Chile tiene que saber que lo único que buscaré con eso es ayudar a que Chile mejore, recupere su paz y recupere más igualdad", sostuvo Fernández.
En cambio, de quien prácticamente no se habló fue del brasileño Jair Bolsonaro. Apenas si Fernández lo mencionó al comentar que su elección, junto con la de Piñera y la de Mauricio Macri, habían llevado a muchos a declarar la defunción del progresismo latinoamericano. "El triunfo de Andrés Manuel López Obrador fue una bocanada de aire fresco", aseguó el presidente electo, que colmó de elogios a su anfitrión, de quien ponderó su "mirada latinoamericanista". Algo que, por cierto, no es común en los presidentes de México, que suelen privilegiar la relación con el gran vecino del Norte.
México presidirá el próximo semestre la Celac, un organismo creado justamente para que los países de América discutan sus políticas sin la tutela de Washington, como ocurre con la OEA. "Encontré en López Obrador alguien que piensa muy parecido. La integración es un tema central", concluyó Alberto Fernández.