Una película de los '90 fue lo que se propuso realizar Emiliano Serra en 2019. La estrenará en tiempos macristas de feroz neoliberalismo en la Argentina; algo parecido a lo que sucedió durante el menemismo, aunque ahora en declive postelectoral. Cartero tiene como protagonista a un joven que consigue trabajo en pleno gobierno de Carlos Menem, cuando el trabajo escasea, las privatizaciones arrasan con el Estado y cierran los comercios. A los 18 años, Hernán Sosa (Tomás Raimondi) logra acceder a su primer empleo en el Correo Central, que está en proceso de pasar a manos de la familia Macri. El joven entra con un salario mucho menor al de los trabajadores veteranos, quienes lo miran con desconfianza por temor a perder sus puestos si vienen "muchos Sosa". Sin embargo, un viejo cartero le enseña el oficio y, sobre todo, los códigos. Esos códigos o, mejor dicho su ruptura, es lo que pondrá en problemas a Sosa en las calles porteñas.
La idea de la película –que se estrenará mañana- surgió porque el propio cineasta fue cartero en los '90. “Surfeé toda la etapa de la privatización del correo. Después estudié Diseño de Imagen y Sonido en la UBA, trabajé como montajista y dirigí documentales”, narra Serra sintéticamente su currículum. “Llegó un momento en que tenía esta historia dando vueltas y sentía que quería contarla en clave de ficción. Toda la carga política y todo ese trasfondo queríamos narrarlo a través de la ficción”. Eso fue cuando el director conoció al guionista Santiago Hadida. “Estuvimos trabajando como cinco años y generamos el libro que después llegó al productor y se convirtió en película”, recuerda el cineasta.
-¿Cómo buscaste reflejar el contexto de privatizaciones, despidos y retiros voluntarios de los '90?
-Lo buscamos reflejar en casi todas las escenas y en casi todos los personajes. Todos surfean el retiro o algo por el estilo, y al protagonista le pasa lo contrario: llega a un lugar nuevo mientras eso está pasando. Tiene que lidiar en el nuevo contexto. Al privatizarse, empiezan a irse carteros viejos y comienzan a trabajar otros mucho más precarizados laboralmente, con tickets y esas cosas. Lo pensamos desde cada texto y desde cada encuadre. Buscábamos encuadrar con vagabundos de verdad en la calle, por ejemplo.
-¿En qué aspectos esta película sobre los '90 tiene similitudes con la actualidad?
-Muchas con respecto al ataque neoliberal sobre los espacios y sobre los derechos de la gente. La precarización laboral, los retiros voluntarios, los despidos… Pasó que nosotros empezamos a escribir el guión antes de esta última etapa. Y la película fue creciendo constantemente mientras se incrementaba el inconveniente político en la Argentina. Eso nos ayudó mucho a que el film se siguiera cargando políticamente. El inconsciente colectivo de la gente conoció el caso “Correogate”. Entonces, empezó a pesar mucho más la película por el contexto que teníamos marcado. La ciudad de Buenos Aires tiene momentos que si le ponés el filtro de los '90, todavía está muy noventosa, no sólo por los vagabundos y lo gris sino que hay sectores que están. Era cuestión de buscarlos y de trabajar por ahí. Gracias al diseño de arte y de fotografía lo fuimos encontrando.
-¿La idea fue mostrar cómo le enseñan los códigos a este joven cartero y cómo los aplica al encontrarse frente a la dura realidad?
-Claro, él tiene que adaptarse a la ciudad a la cual llegó. Nosotros quisimos que la ciudad fuera lo que empata a todos. Así como él se anima a acercarse a otras personas, también tiene que aprender todos los códigos para subsistir dentro de la ciudad y dentro de este trabajo nuevo que es lo que necesita para estudiar. Siempre tuvimos la prioridad de que él estudie y siga estudiando. Tiene que aprender a surfear todo esto.
-¿En qué medida el mundo de los carteros refleja el universo laboral de los '90?
-El trabajo se readaptó frente a las nuevas tecnologías, pero los carteros siguen existiendo y siempre son personajes grises dentro de la ciudad, que pasan desapercibidos. Como dice Sánchez -el que le enseña el trabajo- en la película, son muy importantes: traen desde la pavada más insignificante hasta cosas muy importantes. Y en ese momento movían toda la correspondencia. Hoy por hoy, mueven menos, pero los carteros siguen trabajando sin ningún problema.
-La historia transcurre en el Correo Central, cuya privatización quedó en manos de la familia Macri. ¿La historia de esta película hubiera cambiado sin este hecho?
-Es un hecho que tenía siempre presente. Por eso, siempre pensaba que no podía ser un documental porque hubiera sido de denuncia y la peli va por otro lado. Yo era cartero cuando lo privatizaron, después Macri ganó varias veces las elecciones en Boca, luego en la ciudad… Entonces, sentía que era una película como un reflejo de toda esa era. No tenía que ser una biografía mía sino de toda una generación que venía pasando por eso. Después, la película empezó a crecer mucho. Al principio, pensábamos cómo contar en el guión que el correo era de los Macri; o más bien que sin contarlo estuviera narrativamente. Después, ya la misma sociedad lo sabía y nos fue mucho más fácil trabajarlo por ese lado. Siempre quisimos cargarla políticamente, pero mientras eso sucedía, cada técnico, cada personaje estaba dentro de la misma crisis. Nosotros la planteamos también como una película de crisis social. Eso llevó a que se carguen políticamente todas las escenas y que sean un reflejo de lo que nos pasó ahora nuevamente.
-Los trabajadores de mayor antigüedad desconfían de los jóvenes que ingresan por menores salarios. ¿Este es un recuerdo de la época menemista o es algo que quedó impregnado en el mundo laboral argentino?
-No sé si hoy por hoy sigue siendo lo mismo. Sí recuerdo de ese momento lo mismo que siente Hernán: el rechazo de los mayores por el miedo a ganar los espacios. Un poco me pasaba a mí: a los 18 años tenía que trabajar para ir a la Facultad. El neoliberalismo hace que no les alcance a los mayores ni tampoco a los menores. Es como que se exacerba mucho más esta brecha. Pero en mi caso, yo era bastante amigo de los viejos. Se generaba una cuestión de buena relación. Al laburante de 40, 50 años lo venían a desestabilizar en esa época de su vida. Lo primero que aparecía eran estos chicos y era fácil cuestionarlos a ellos. Pero sabemos que la desestabilización era general y generaba una brecha mayor.
-Que el joven se sienta contento de trabajar en una empresa que viola los derechos laborales tiene que ver con un clima de época, ¿no?
-Sí, está relacionado con lo anterior. Por eso, hicimos que Hernán, en determinado momento llegue a corromperse. También quisimos reflejar en Hernán algo que me pasaba a mí: no entendía tanto, como lo puedo leer ahora. Al tipo le da miedo pero, a la vez, necesita subsistir.