En las elecciones del 27 de octubre triunfó un frente político que propone un cambio de rumbo hacia el diseño de una sociedad más democrática, popular, igualitaria, abierta a la comunicación y cooperación simétrica con las mejores experiencias mundiales.

El nuevo gobierno enfrenta la estructura actual, centrada en las actividades financieras extractivas, orientada a privilegiar a los sectores primarios y concentrados, registrando un amplio desempleo y, como si no fuera suficiente, se firmaron acuerdos de compromisos externos de corto plazo imposibles de pagar; con una realidad que transita una fuerte recesión combinada con una altísima inflación.

Se podría caracterizar como una entorno socioeconómico de “tierra arrasada”, lo que para obtener nuevos préstamos en dólares, para la restringida visión de unos pocos, llevaría a ajustarse a las clásicas recetas neoliberales que emite y repite sin distinción de país miembro el FMI, asociado a la intrusión del vuelo de los fondos buitre, ansiosos por chupar los excedentes locales.

Nos sumamos a los que se resisten al pensamiento que hay un solo camino de política socioeconómica marcado por el ajuste y la extracción financiera. Nos unimos a la reflexión de la búsqueda de imaginar y repensar distintas estrategias para enfrentar la desigualdad y la pobreza.

Se puede abordar la cuestión desde distintas perspectivas. Proponemos que no hay desarrollo socioeconómico sin la intervención de un Estado activo, fuerte, inteligente y participativo. Bloque soberano que tenga una estrategia que armonice la política social con la económica, para potenciar la lucha por las mejoras de las condiciones de vida con el despliegue de las actividades productivas, subordinando el accionar de la esfera financiera e improductiva. En el plano internacional redefiniendo los requisitos y los plazos de la abultada deuda contraída en los últimos años.

Una de las cuestiones centrales, compartidas con otros países, que se reiteran y culminan en crisis se localiza en el frente externo: la carencia de dólares para continuar con la reproducción material.

Una de las ventajas para rediseñar el cambio de rumbo es que se cuenta en el país con especialistas muy calificados/as, con experiencia en la instrumentación de las políticas públicas sectoriales.

Enfocando las relaciones desde la dimensión tecnológica de la estructura productiva, se puede diferenciar entre las que aplican alta, media y baja tecnología en su proceso productivo.

Cuando llegue el momento de la reactivación, será de gran utilidad estrechar las relaciones entre el sistema de universidades y las diversas ramas productivas, aunando esfuerzos de investigación y adaptación de los recursos humanos y materiales, para la utilización de la capacidad instalada en la industria que hoy está sin uso.

Seguramente los sectores atravesados por el empleo de alta tecnología llevarán más tiempo para su plena reactivación y, según el caso, una cierta inserción en las fases del circuito productivo en el mercado mundial.

Enfocaremos un sector que utiliza baja o media densidad tecnológica, y requiere muy poca importación, es decir, no afecta la balanza de pagos. Nos referimos al sector de la construcción de viviendas destinados a los sectores de menores ingresos (para propiedad o alquiler por parte del Estado, que pasaría a jugar una función en la fijación de los precios del alquiler) y obras públicas de equipamiento e infraestructura. Ahí afrontamos una amplia y desigual demanda social insatisfecha, extendida a lo largo y ancho del país.

La inversión pública sectorial genera una rápida respuesta en la movilización de las fuerzas del trabajo, creando las condiciones para fomentar la formación de nuevas modalidades de asociación social productiva y de consumo. En ese sentido hay camino ya recorrido localmente, lo que se puede ampliar con las experiencias de otros países, tal es el caso de México y Uruguay, países que tiene una interesante y rica trayectoria en estos temas.

La reactivación sectorial se expandirá en diversos eslabones productivos que hoy se encuentran ociosos; originado una baja importación de bienes y servicios, lo que no acentuará el déficit externo. Lo más importante es que su producción se orientará a dar respuesta a la grave situación que atraviesan los segmentos sociales más desposeídos y las franjas de ingresos medios y bajos; integrando al bienestar simbólico y material de vastas porciones sociales hoy excluidos.      

* Economista, profesor investigador consulto de la UNQ.