Hay que seguirle el rastro a Valeria Tentoni (Bahía Blanca, 1985). Acababa de publicar el poemario Piedras preciosas en la editorial rosarina Neutrinos, y ahora ya está presentando ocho nuevos cuentos, reunidos bajo el título Furia diamante, en la editorial Leteo. Ambos comparten una apelación a los minerales en sus títulos, quizás el reino más misterioso. Y acá, a algo tan resistente y afilado como un diamante, brillante pero casi inaccesible, se le agrega la furia, ese sentimiento desbordante o contenido del que entramos y salimos. Furia diamante es entonces una expresión extraña, como los cuentos que contiene, que narran situaciones cotidianas o familiares sin excesos ni disquisiciones, pero que guardan en su interior una condición que las altera, como si nos enteráramos de un secreto que no debíamos saber. Es inquietante la forma en que Tentoni devela una pelea de pareja, o las dificultades de una mujer recién separada que teme dormir sola mientras la casa se le llena de babosas, o las sensaciones de una jovencita que se opera la nariz y se siente un “montoncito de hueso”, o las de la chica que pasea en auto con una pareja reciente a la que no se atreve a decirle que es su cumpleaños. Metemos las narices en esas historias ajenas con un poco de morbo, pero la literatura más arriesgada está en gran medida hecha a partir de lo inconfesable.
Como Tentoni misma decía en una entrevista, sus personajes están más conectados con su intuición que con su inteligencia, con sus impulsos más que con sus represiones. De allí que consiga escribir a partir de una negociación sensible entre saberlo todo de sus criaturas –el gran poder de algunxs narradores– y el insinuar lo que sienten y piensan –acaso algo más sutil y difícil de conseguir– para que, en su brevedad, sus cuentos se completen en la lectura. No hay largas descripciones, sino escenas condensadas con detalles exactos, los mínimos y necesarios para que entreveamos sus universos. Su literatura está a favor de la potencia de lo desconocido; a favor de que algo no se justifique del todo en vez de volverse categórico o definitivo.
Los relatos de Furia diamante están en su mayoría protagonizados por adultxs solitarixs o incomunicadxs que lidian con lo doméstico, y comienzan casi siempre in media res, por la mitad, como si algo ya hubiera empezado mucho antes, y sólo a partir de ese momento valiera la pena contarlo. Por ejemplo “Lireno” empieza diciendo: “Rodeó la mesa del comedor, buscándolo. Esta vez se lo merecía del todo”. O “Ziploc”, uno de los más fuertes, dice: “Masticó. Había mejorado su técnica y esperaba que fuese más tierna, pero no”. ¿Quién masticó? ¿Qué técnica? ¿Qué cosa debía ser más tierna? Luego nos enteraremos de que se trata de un cuento sobre canibalismo, pero ya nos lleva de las narices desde la primera línea. A su vez, todos están plagados de imágenes profundas y poéticas, porque Tentoni está atravesada como escritora por la poesía como visión del mundo. Puede, por ejemplo, comparar la sensación de abandono de la anestesia con “una cebra que corre cruzando la selva, decidida a demostrar que la perfección es posible pero también más ágil que nosotros”, en el cuento “El martillo de plata” o decir que “El gato apareció a sus espaldas, se arqueó como si fuera a disparar una flecha con su estómago hacia el centro de la tierra”, en el cuento “Babosas”.
Como apunta la escritora Cynthia Rimsky en la contratapa, la prosa de Tentoni es “turbiamente poética”, y a esa condición nada transparente, brumosa, a una oscuridad aparente, subyace una pregunta sobre cómo los humanos decodificamos la naturaleza, con todos sus misterios que nos son esquivos. ¿Qué vienen a decirnos otros seres que no se parecen a nosotrxs? Una respuesta posible es la literatura misma como exploración y aventura.
Furia diamante