Las redes sociales suelen arrojar la radiografía perfecta de una persona, de su vida en relación a los demás. Cuando la fiscal brasileña Carmen Eliza Bastos de Carvalho se retrató vestida con una remera que decía “Bolsonaro presidente” y la imagen del militar ultraderechista, sabía que traspasaba los límites de la imparcialidad judicial. Pero cuando se vinculó ese hecho con que investigaba el asesinato de la militante feminista Marielle Franco
, quedó en una posición insostenible. The Intercept Brasil publicó los pormenores de la situación y de inmediato surgieron pedidos para que se apartara del caso. La funcionaria renunció y en una carta abierta explicó que en sus 25 años de carrera en el Ministerio Público de Río de Janeiro, jamás actuó “bajo cualquier influencia política o ideológica”.
El escándalo – uno más desde que Sergio Moro asumió como ministro de Justicia – provocó reacciones en cadena contra la fiscal. El diputado del PT por Minas Gerais, Rogério Correia, pidió que se la excluyera de la investigación del crimen de Franco. Lo hizo ante la Cámara Baja y el procurador general de Justicia de Río, José Eduardo Citola Gussem. Bastos de Carvalho recogió el guante y se fue sola de un caso que involucra hasta al propio presidente. Porque dos de los implicados en el asesinato de Franco tienen algún tipo de vinculación con el clan Bolsonaro. Ronnie Lessa era vecino del primer mandatario en un exclusivo complejo del barrio Barra de Tijuca hasta que cayó detenido. Elcio Vieira de Queiroz siempre fue mencionado como un amigo íntimo de la familia presidencial. Ambos revistaban en la Policía Militar de la cual el segundo resultó exonerado. Son integrantes de las milicias de Río de Janeiro, escuadrones de la muerte que se mueven a su antojo en las favelas de la ciudad.
Cuando Bolsonaro se enteró en un viaje por Arabia Saudita que la cadena Globo lo había relacionado con Vieira de Queiroz, reaccionó a los gritos en un video casero: “Ustedes, TV Globo, ¡todo el tiempo hacen un infierno mi vida, mierda! Ahora quieren vincularme a la muerte de Marielle. ¡Infames! ¡Canallas!¡Paren de traicionar a Brasil”, exclamó.
La fiscal que se identifica políticamente con el presidente había dejado varias señales de sus simpatías en las redes sociales desde octubre de 2018 cuando se tomó la foto con la imagen de Bolsonaro. El 1º de enero de este año, mientras el ex capitán del Ejército asumía su cargo en Brasilia, Bastos de Carvalho afirmó: “No estuve tan emocionada durante años. Esa inauguración (del período presidencial) es como si fuera una victoria”. La funcionaria mostraba sin recato sus inclinaciones políticas como cuando se fotografió con el diputado del PSL de Río de Janeiro, Rodrigo Amorim. Es el mismo que rompió un cartel que colocaron militantes del PSOL cuando rebautizaron una calle con el nombre de Marielle Franco en Río. Luego posteó esa imagen desafiante en plena campaña electoral para la presidencia. El legislador había sido compañero de fórmula de Flavio Bolsonaro cuando se presentó en 2016 como candidato a prefecto (intendente) por Río de Janeiro. El hijo del presidente justificó la actitud de Amorim al explicar que “había restablecido el orden”.
En otro de los mensajes que subió a sus redes la fiscal, se quejaba de que el país vivía una especie de “cautiverio izquierdópata” y cuando Bolsonaro ganó las elecciones contra el candidato del PT, Fernando Haddad, señaló en su cuenta de Instagram que actualmente se mantiene cerrada: “¡Brasil ha ganado! ¡57.7 millones!”. La funcionaria es tan activa en el mundo virtual que también había retuiteado el hashtag #vaificarpresobabaca, en referencia al ex presidente Lula. Algo así como “va a estar preso, tonto”. El seguimiento de su dialéctica pro Bolsonaro que le realizó The Intercept, dejó en evidencia su exposición sin filtros a favor del presidente.
El Ministerio Público Fiscal de Río de Janeiro emitió una declaración para explicar por qué Bastos de Carvalho había sido asignada al caso Marielle Franco: “se definió por criterios técnicos, por su experiencia indiscutible y la probada efectividad de su desempeño en juicios por jurado”. También señaló que había trabajado en investigaciones complejas de manera sostenida, pero aclaró que eligió de manera voluntaria dejar de pesquisar el crimen de Marielle y su chofer, Anderson Gomes. Las razones las dio la fiscal en la carta abierta que difundió.
Unas horas antes, Bastos de Carvalho había brindado una conferencia de prensa junto a dos de sus colegas sobre los avances en el esclarecimiento del asesinato de la concejala y militante del PSOL. Fue el último acto judicial del que participó en torno a la causa. Casi no habló y delegó en sus compañeras Simone Sibilio y Leticia Emile Petriz las explicaciones de la investigación. Con espíritu de cuerpo, la Fiscalía General del Ministerio Público del Estado de Río de Janeiro (MPRJ) difundió su postura y reconoció “el celoso trabajo realizado por la fiscal Carmen Eliza Bastos de Carvalho, quien en los últimos días ha sido cuestionada en su imparcialidad con respecto a su desempeño funcional, por ejercer su libertad de expresión como ciudadana…”
Página/12 consultó a la diputada federal del PT, María do Rosario Nunes, sobre el caso de la funcionaria judicial cuestionada por su bolsonarismo explícito: “El crimen contra Marielle es político. La fiscal mostró que está del lado de la política y no de la víctima: contrarió el Código de Ética al confraternizar con un parlamentario reconocido por ofender la memoria de Franco y tornarse responsable de la investigación del Ministerio Público. Después cuando vio el nombre de Jair Bolsonaro ella se apartó. Ahora tendrá que responder por esto”, señaló la legisladora que le ganó un juicio al presidente. En 2003 y cuando ambos eran diputados, se dirigió a ella con expresiones misóginas y sexistas. En mayo pasado la Justicia Civil de Brasilia lo condenó a retractarse y pagarle una indemnización.