Con su desarrollo, durante la primera mitad del siglo XX, los antibióticos apagaron en el cerebro de los humanos el temor de morir infectados. Alexander Fleming iluminó el camino al descubrir los efectos de la penicilina y millones de soldados pudieron salvar sus pellejos durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el empleo excesivo e incorrecto de los medicamentos, con el tiempo, tornó a las bacterias más resistentes y condujo a su evolución en “súperbacterias”.
¿Por qué sucede? ¿Cómo es que evolucionan? Este trabajo revela que cada bacteria “elige” y “selecciona” aquellas proteínas que luego utiliza para inactivar a los antibióticos y configurar “escudos bacterianos”. Aunque muchas de estas proteínas son tóxicas para su huésped y habitualmente son expulsadas, hay una que representa la suma de todos los males. Se trata de la denominada “NDM”: una enzima que no intoxica a las bacterias, es muy resistente a las terapias terapéuticas convencionales y, para colmo, se disemina con velocidad. Tanto que de manera reciente ocasionó decenas de fallecimientos en Italia. Alejandro Vila es doctor en Química e Investigador del Conicet en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR). Aquí comparte en detalle el estudio que realizó junto a sus colegas Carolina López y Lisandro González y, en días recientes, fue publicado en la revista Nature Communications.
–¿Cómo es que las bacterias nos infectan si estamos hechos de ellas?
–Si uno observa la historia evolutiva es fácil advertir cómo nuestro mundo fue hecho por las bacterias. Fueron los primeros organismos vivos, aunque nuestro sesgo antropocéntrico algunas veces nos impida percibirlo. Nuestra vida, ya sea en la salud o en la enfermedad, depende de la interacción que tengamos con ellas; nos protegen, nos inmunizan, modulan nuestros estados de ánimo y ayudan al correcto funcionamiento de sistemas muy complejos como el digestivo. Constituyen un excelente ejemplo de convivencia dentro de la diversidad. La cantidad de células de bacterias en nuestros cuerpos es superior a las humanas. Somos bacteria. No obstante, no todo lo que proviene de ellas es tan beneficioso.
–También nos enferman…
–Hay algunas, como las patógenas y las oportunistas que, en su afán por sobrevivir, buscan ganar terreno a costa de los demás. Esto sucede especialmente cuando tenemos las defensas bajas (inmunodeprimidos) y estamos hospitalizados, de la misma manera que ocurre con las bacterias que infectan otros animales, como las vacas. La penicilina, el primer antibiótico desarrollado por Alexander Fleming, era un compuesto secretado naturalmente por un hongo y solamente en la 2° Guerra Mundial permitió salvar la vida de seis millones de heridos. Las bacterias participan de un proceso de selección e incorporan mutaciones desde hace miles de millones de años de evolución. Si nosotros utilizamos de manera indiscriminada los antibióticos estamos pisando el acelerador y, sin proponérnoslo, también seleccionamos súper bacterias capaces de resistir a todo. Es una carrera que no podemos ganar.
–Su investigación representa un intento por tratar de comprender los mecanismos de comportamiento y acción de estas súper bacterias.
–El 60% de los antibióticos en el mundo se utilizan en ganadería y del 40% restante que están destinados a la salud humana, la mitad se emplea de manera errónea para afecciones virales. Esta situación no hace más que seleccionar a las mejores y abrir paso a las súper bacterias. Nosotros trabajamos para entender cómo actúa NDM (la Metalo-beta-lactamasa de Nueva Delhi), una proteína que se ha diseminado en todo tipo de bacterias patógenas y oportunistas y se ha vuelto capaz de resistir a cualquier antibiótico de última generación. Esta enzima se descubrió cuando una persona escandinava viajó a India a hacerse una cirugía estética de bajo costo. Cuando regresó a su país tuvo una infección bacteriana y murió. El hecho sucedió en 2008 y en tan solo tres años se diseminó en más de 100 países; incluso, en Pakistán no solo la hallaron en bacterias patógenas sino también en agua potable.
–Es decir que la proteína no solo resiste a los antibióticos sino que demuestra una alta capacidad de diseminación.
–La globalización del mundo en el que vivimos y el incremento notable de los viajes transoceánicos han potenciado esta situación. Todo se traslada más rápido, incluso las enzimas que se hallan en las bacterias y nos enferman. Desde nuestro Laboratorio logramos advertir que NDM se expulsaba en vesículas (pequeñas esferas). Estas proteínas –cuando se alojan en las bacterias patógenas– son lanzadas como pequeños misiles y destruyen a los antibióticos. En el último tiempo también comprobamos que NDM no le genera ningún costo a las bacterias, no las intoxica. Les evita cualquier daño.
–¿No solo resiste antibióticos y se disemina muy bien sino que también tiene la virtud de no intoxicar a las bacterias?
–Exacto, es que ha sido seleccionada con todas estas características y, gracias a ello, tiene una ventaja importantísima con respecto a otras que conocemos. El mes pasado se informó de un brote de resistencia en Italia –debido a bacterias con NDM– que causó 30 muertes.
–Según la OMS, de cara a 2050, se estima que podrían morir 10 millones de personas al año por infecciones bacterianas. Constituiría, de este modo, la principal causa de mortalidad a nivel mundial.
–Antes de las guerras mundiales la principal causa de muerte eran las infecciones bacterianas. Estamos volviendo a la era pre-antibiótica. Cuando, a principios del siglo XXI, mejoró la calidad de vida, las enfermedades cardiovasculares y el cáncer dominaron el podio. Sin embargo, de acuerdo a los últimos informes de la Organización Mundial de la Salud, estamos volviendo al pasado. Desde el punto de vista de la ciencia básica lo que podemos hacer es tratar de entender sus mecanismos de diseminación para que las estrategias terapéuticas tengan mejores resultados. Pertenecemos, actualmente, a un consorcio internacional que diseña inhibidores que procuran frenar las acciones de NDM. Todavía estamos en una fase de laboratorio (preclínica) pero existen muy buenas perspectivas.
–¿Y cómo ingresa la política en todo esto?
–Las políticas públicas no solo son necesarias sino que son fundamentales. Debe haber un control en el uso de antibióticos en ganadería porque se emplean, en muchos casos, de manera preventiva y para favorecer el crecimiento de los animales. Diseminar antibióticos en el ambiente, lo único que hace es seleccionar bacterias más resistentes. Por otro lado, debe existir una regulación en la venta libre que realizan las farmacias; es antipático que diga esto y lo sé pero nadie debería poder comprarlos sin recetas. No es correcto automedicarse, al tiempo que es obligatorio respetar las dosis y los tiempos que los profesionales de la salud estipulan. Por último, y conectado con ello, sería muy importante tener más conciencia ciudadana, esto es, tratar de conocer un poco más lo que los médicos nos recetan porque en muchos casos, no faltan aquellos que “nos dan antibióticos por las dudas” cuando no los necesitamos. En definitiva, también precisamos un cambio en la concepción cultural del asunto.