Para la investigadora principal del Conicet y directora del Centro de Estudios de la Circulación del Conocimiento, de la Universidad Nacional de Cuyo, Fernanda Beigel, especialista en el campo científico argentino, el famoso crecimiento exponencial al que Sandra Pitta hace referencia durante la dictadura no fue tal. La académica explica que en realidad se trató de una transferencia de recursos para desarticular las universidades, proceso que incluyó persecución, cierre de carreras, expulsión de trabajadores, profesores exiliados y cientos de desaparecidos. “La dictadura militar es uno de los asuntos más duros y oscuros de nuestra historia sobre la que no se puede tergiversar para favorecer a un determinado gobierno”, criticó la investigadora.
-¿Qué ocurrió en el Conicet durante la dictadura?
-En primer lugar aclarar un aspecto central: la inversión en ciencia y técnica durante la dictadura respondió a una transferencia de recursos desde las universidades al Conicet. Esta transferencia se da por medio de un vaciamiento, el cierre de carreras, el exilio de profesores y una intervención tremenda de los militares en las facultades.
-¿Cómo se dio este proceso?
-Todo ocurrió a través de dos vías. La primera fue la transferencia de recursos desde las universidades, quitándoles su rol central en la construcción científica del país. Previo a esto ya se habían producido las expulsiones y el vaciamiento del Conicet de todos los investigadores que tenían cargos en las universidades. El otro recurso fue una gran deuda que el gobierno militar tomó del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para crear institutos y centros regionales de investigación.
-Si tuviera que definir al Conicet de la dictadura en números, ¿cuáles serían?
-Además de los dos desaparecidos, en los primeros años de la dictadura se expulsaron 680 trabajadores, entre investigadores, becarios y personal de apoyo. Número que representaba el 14 por ciento de la planta de ese momento. La Junta Militar acudió a un artículo que decía que si un investigador perdía su lugar de trabajo en una universidad se le podía dar la baja también en el Conicet. Esto, en el marco del cierre e intervención de carreras, dejó cesantes a cientos de trabajadores. El otro número que llama la atención es la cantidad de institutos abiertos. Durante la dictadura se inauguraron 100 institutos nuevos, algunos de los cuales fueron "institutos carcasas". Cada uno tenía dos o tres personas que no investigaban, nombradas por la Junta Militar sin ningún tipo de currículum, y que luego se descubrió que fueron usados para desviar fondos a través de fundaciones privadas.