¿El amor en sus diversas formas es siempre amor? ¿Es posible querer después de amar? ¿Puede haber una despedida de amantes o es algo que queda trunco? ¿Se olvida el amor? Todas estas preguntas, difíciles de responder de por sí, intenta responder la cineasta Paula de Luque en su nuevo film, La forma de las horas, que se estrena este viernes a las 20 en el Malba. Protagonizada por Julieta Díaz y Jean Pierre Noher, con la participación especial de la bailarina Paula Robles, la película de la directora de Juan y Eva aborda en este caso un derrumbe amoroso. Una mujer y un hombre se encuentran después de un año de haberse separado para pasar juntos sólo un día, y despedirse de la casa donde compartieron momentos inolvidables y en la que criaron a sus dos hijos. Desde ese momento, el tiempo entra como en otra dimensión y es donde la película se pregunta acerca de ese tiempo en que transcurre el olvido.
“Yo nunca sé cómo me surgen las ideas. Cada película es un mundo”, comenta De Luque en la entrevista con PáginaI12. “En el caso de La forma de las horas yo quería hablar del amor y del olvido. Tiene muy buena prensa olvidar, como que uno quiere olvidar un amor que terminó para que no duela más, como una manera de sanarse. Se publicita así o culturalmente estamos educados así”, plantea la cineasta. Y focaliza en el núcleo de su nuevo largometraje: “Habla sobre el dolor que produce olvidar, cómo soltar todo aquello que, en algún momento de nuestra vida, fue nuestro hogar”.
La forma de las horas fue realizada sin subsidios del Incaa. Es un film independiente que produjeron De Luque y un grupo de artistas de larga trayectoria, que fundaron la Compañía de Cine Independiente El Club. “Está hecha sin financiamiento. Esto quiere decir que la financiamos nosotros con nuestro trabajo y algunos de nosotros pusimos poquito dinero de nuestras economías familiares, bastante débiles, por cierto”, explica la realizadora. Pudieron concretar la película en una coyuntura en la que el Incaa implementó un Plan de Fomento que trabó las producciones. “Entonces, todos nosotros, de un modo u otro, teníamos películas paradas en el Incaa, imposibles de hacer; no había modo de filmar y diseñamos una película que pudiéramos hacer sin el Instituto. Así es que la filmamos en nueve jornadas, trabajando dieciséis horas por día, viviendo en la misma casa donde filmábamos. Y fue una experiencia no solamente cinematográfica y profesional sino también humana muy importante. No voy a decir lo siguiente de mí, pero sí del equipo: es la Selección Nacional”, afirma la directora. Entre ellos, figuran Hugo Colace en Fotografía y Leo Sujatovich en la música.
-¿Es un proyecto que nació con la película y termina con ella o se va a sostener en el tiempo?
-Es un proyecto que nació en esta coyuntura. Tenemos mucha esperanza que con el nuevo gobierno se reactive la producción nacional a todo nivel. El cine es una industria. Es nuestra industria cultural más importante: genera 100 mil puestos de trabajo al año. Y genera contenidos propios. Creo que una política de cine está hecha para dar trabajo y también para generar contenidos propios cuyo destinatario principal es el pueblo. Sueño que en el gobierno que viene haya muchas salas de cine proyectando películas argentinas y argentinos yendo al cine a verlas. Es una película hecha bajo esta coyuntura, lo cual no quiere decir que no podamos hacer otros proyectos con El Club, pero sí es cierto que El Club se formó como resistencia. Además, todos somos ideológicamente muy afines al nuevo gobierno y tenemos la esperanza de poder trabajar como corresponde.
-¿La forma de las horas es una película, como canta Fito Páez, sobre el amor después del amor?
-Puede ser. Cada pareja es un mundo, cada olvido es un mundo y cada proceso emocional es un mundo. No creo que se pueda generalizar sobre eso. Sí creo que hay amor entre ellos, hay un modo amoroso de despedirse. No creo que el amor se extinga. Uno no ama a tanta gente a lo largo de la vida. Podés tener un vínculo que sea tremendamente pasional, un vínculo más amistoso, pero el amor profundo, ahí donde el destino del otro te importa tanto como el tuyo y donde tenés esa intimidad, no sucede muchas veces. Yo no amé tanta gente. Si son tres... Dos, seguro (risas). Y tres podría pensarlo (risas). No creo que el amor se muera, creo que se desactiva. La película trata sobre eso que estaba desactivado y se activa en el momento en que ellos vuelven a estar en esa casa. Y se ponen en juego los objetos, el inventario, el tiempo que gira, la propia escritura de ella.
-Si bien el amor permanece, hay un derrumbe. ¿Cómo pensaste en contar eso? ¿Influyeron, por ejemplo, historias que vos escuchaste?
-Uno siempre escribe en primera persona porque es imposible abstraer la escritura de quien uno es. Y uno es y está construido a partir de las experiencias que vivió, que escuchó. Todo eso va conformando quién es uno. Es muy difícil escribir sin ser uno quien escribe. La película no es autobiográfica, pero está empapada de vivencias personales, de vivencias cercanas de amigas y amigos. Inclusive, cuando empezamos a hablar del guión con todo el equipo, todos teníamos mucha identificación. Si no tienen una herida de amor no es necesario que vengan al cine porque es una película que se puede entender cuando uno ya ha vivido un tiempo en este planeta.
-¿Fue difícil construir un guión donde el tiempo se modifica en cuanto a su dimensión?
-No, a mí me interesa. Hay teorías acerca de que el tiempo es lineal y hay teorías de que el tiempo es en espiral. Investigué bastante sobre eso. Uno no maneja los recuerdos, aparecen. Tampoco las emociones, aparecen también. Podés manejarlas un poco, conocer tus emociones para saber por dónde vienen pero, en general, ahí está el inconsciente. Y me gustó mucho trabajar eso. La película es el derrotero de un mapa emocional. No es la peripecia de si se va a quedar con un señor o con el otro o con una mujer. Es una especie de recorrido, de mapa emocional que ella recorre en el medio de ese derrumbe. Y yo le digo derrumbe porque es ahí donde la casa se empieza a vaciar.
-¿De qué manera está presente el olvido en el amor? Por ejemplo, la película mexicana Coco postula que alguien muere realmente cuando se lo olvida.
-Eso es muy interesante. En algún momento, él le dice: “Ojalá no me olvides nunca”. Así como está la frase: “Ojalá te enamores”. “No me olvides nunca” quiere decir “No me mates, puede ser que estemos juntos o no, que nuestro destino sea caminar juntos o no, pero no me mates”. Es como un “no me dejes”. No entiendo aquellos relatos que me llegan de gente conocida pero no porque no coincida sino porque no comprendo cómo alguien puede dejar de interesarse por completo; es decir, olvidar, “matar” a otra persona a la que amó, con la que vivió un nivel de intimidad incomparable, como es una pareja. No es algo que yo conciba. Para mí, amar a alguien es algo tan profundo que difícilmente uno termine “matando” a esa persona. Podés transformar el amor en otras cosas, en otro tipo de amor.
-¿Crees que es posible la despedida cuando un amor se frustró?
-Como la película no es lineal, tiene la estructura de una canción. Vuelve a girar y vuelve a dar otra vuelta y otra. Funciona casi como mecanismo de reflexión para el espectador acerca de eso. No tengo la verdad sobre la película. Pero hay tiempos superpuestos y tiempos dentro de tiempos. Cada espectador con su subjetividad va a poder completar esta pregunta.
-¿Es la película más introspectiva que hiciste?
-Sí, más intimista y con una libertad creativa absoluta. Por esto de la resistencia, también. A mí me constituye mucho el trabajo, me reafirma. Cuando te falta eso que te constituye aparecen otras cosas y también otras posibilidades. Depende cómo sea uno: si ve el vaso medio lleno o medio vacío. La verdad es que sufrí mucho en estos años. Sufrí mucho la falta de cine. Cuando veo la película, me veo no solamente en lo que hice sino que me veo haciendo una película con el mundo en contra. Eso también me afirma en algo que me define mucho: mi voluntad de trabajo. Para bien o para mal, porque podría haber hecho otra cosa. Sin embargo, hasta que no hice la película no volví a respirar bien.
-Señalaste un texto que acompaña el afiche de la película: no apta para hombres y mujeres sin heridas de amor. ¿El amor y el dolor van de la mano?
-A veces sí y a veces no. No creo que el amor sea solamente dolor, de ninguna manera. El amor es un montón de cosas, pero no todas del mismo color. Puede también contener dolor. El amor también se define por la inquietud de la posibilidad de la pérdida. Si uno no ama, no tiene miedo a perder, pero si uno ama, también tiene miedo de perder. No es que está solamente el miedo de perder al otro, de perderse en el otro, o de fracasar. Por lo menos, desde mi punto de vista. Pero eso es un ingrediente del amor, forma parte. Creo que mantiene vivo al amor, también la inquietud. No creo en esas teorías que dicen que el amor es todo felicidad y corazoncitos. En el amor se juega mucho de la profundidad del alma de cada uno y pone en juego cosas: el otro mirando, el otro es un espejo, el espejo deforma, cómo te ven, cómo te ves en el otro. De toda esa materia está compuesto el amor. Paradójicamente -o no-, el amor se construye como algo muy fuerte cuando todo eso también funciona.
-¿Cómo fue la experiencia de haber tenido la première mundial en el Festival de Cine de Gramado, donde Julieta Díaz ganó el premio a la Mejor Actriz?
-Fue buenísima. La película gustó mucho, tuvo unas críticas brillantes. Me doy cuenta de que cada persona que la ve observa cosas que ni yo había visto. Y eso que estuve meses y meses editándola. Verdaderamente, funciona como mecanismo de reflexión. La experiencia de Gramado fue doblemente interesante porque siempre estar en un festival de cine es muy lindo. Ahora, nos vamos con Julieta al Festival de El Cairo (Egipto). Y después, La forma de las horas va a hacer un recorrido internacional. Fue muy lindo Gramado, pero particularmente en el contexto en que está América latina. Me invitaron a varias charlas. Estuve en contacto con la industria de cine en Brasil, que supo ser una industria pujante. Lula fundó Ancine, que es el equivalente al Incaa argentino. Ancine está prácticamente cerrado, ellos están viviendo la censura, no pueden producir. Están como estábamos nosotros en 2016. Eso fue bastante conmovedor para mí. Fue un poco como en la película: mirar desde afuera y verme reflejada en la gente de Brasil. Y decirles: “Hay que salir a filmar como sea”, porque después las películas quedan y también son reflejo de una época. En Gramado pasó que Bolsonaro censuró un contenido y estaba justo el director. Se armó una protesta en la alfombra roja. Fue el día de la clausura, con todo el glamour que tiene una alfombra roja. Estábamos entrando a recibir los premios y desde los costados, la gente de Gramado empezó a tirar cubitos de hielo que estaban a los costados de la alfombra roja porque había muchas cervezas de sponsors. La gente empezó a tirar, a agredir con un odio tremendo a artistas inofensivos que estábamos expresándonos. Yo también estaba con ellos y con todos los invitados al festival. Hubo odio, gente tirando piedras a los artistas y hubo sangre. Con esa impronta entramos a recibir los premios. Entonces, la clausura se convirtió en un acto político y fue una experiencia muy fuerte, muy conmovedora.
-Mencionaste varias veces la necesidad de filmar. ¿Qué significa filmar para vos? ¿Es un trabajo o una forma de vida?
-No, una forma de vida, no. Me afirmo mucho en mi trabajo. Trabajar me constituye mucho. Tengo mucho depositada en mi trabajo. Me considero una trabajadora de la cultura. Si hablamos puramente de lo artístico –aunque, en realidad, no se puede separar-, para mí es el arte con más herramientas para decir algo o para dejar sentado un punto de vista, una postura sobre algún tema.
Proyectos
Biopics y novelas
Paula de Luque no para. Tiene un proyecto de una película de ficción sobre una etapa de la vida del escritor y periodista argentino Rodolfo Walsh. Otro proyecto cinematográfico que está empezando a trabajar es sobre una novela de Claudia Piñeiro, nuevamente con Julieta Díaz. Además, escribió el texto de un film que reflexiona sobre la vida y la muerte, que “es otro de los grandes temas” y reflexiona “sobre la finitud, la culpa, los vínculos familiares”, según señala la directora. “Para mí fue muy sanador escribir durante todos estos años porque escribir es el acto de libertad por antonomasia. No hay nada más personal que tener una hoja en blanco y llenarla con pensamientos propios que organizo en guiones”, entiende De Luque. En realidad, hay una cuarta película que tiene escrita la cineasta sobre una historia de amor. “Es sobre una mujer que se debate entre el deseo y el deber”, concluye un tanto enigmáticamente.