Desde Brasilia
El Supremo Tribunal Federal determinó la excarcelación de Luiz Inácio Lula da Silva , 579 días después haber sido ingresado en la Superintendencia de la Policía Federal de Curitiba. Minutos antes de las 22 horas el titular de la Corte, Antonio Dias Toffoli, emitió su parecer a favor del político que el 27 de octubre pasado cumplió 74 años. De ese modo concluyó una sesión tensa. La tensión dramática creció como el marcador de un partido de fútbol: a las 15 horas había 5 jueces en contra y 3 a favor de Lula. Pero a partir de allí fueron llegando, uno a uno, los votos que desembocaron en el grito "Lula Libre!" dado por los militantes concentrados frente al Palacio de Justicia, en la Plaza de los Tres Poderes, de Brasilia.
"Lula no cometió ningún ilícito y es víctima de la lawfare que consiste en el uso estratégico del derecho para la persecución política", dijo su abogado defensor, Cristiano Zanin Martins.
Esta fue la su segunda prisión por enfrentar al régimen de turno. La anterior había ocurrido bajo la dictadura en 1980, cuando estuvo 31 días encerrado. Aquel tornero mecánico de los años 70 salió agigantado de la DOPS, la policía política de los generales, en mayo 1980.
Lo mismo debe suceder en los próximos días cuando traspase el portón policial de la sureña Curitiba. Su victoria es la derrota de sus principales antagonistas, el presidente Jair Bolsonaro y el exjuez Sergio Moro, actual ministro de Justicia y Seguridad Pública.
El abogado Zanin Martins adelantó que exigirá la inmediata salida de su defendido para lo cual tendrá que enfrentar a la jueza de primera instancia de Curitiba, Carolina Lemos, incondicional de Moro, quien posiblemente hará todo lo que tenga a su alcance para postergar la excarcelación.
A las 22 horas aproximadamente, frente al Supremo Tribunal, en el centro brasilense, el diputado Paulo Pimenta, jefe del bloque del Partido de los Trabajadores, prometió el retorno al poder.
"Lula, el pueblo te está esperando para enfrentar a este gobierno corrupto que está destruyendo la soberanía . Yo quiero ver a Lula otra vez en aquel palacio (señalando al Planalto, sede de la Presidencia). Vamos a subir otra vez esa rampa (del Planalto) . Es una noche histórica" .
"Sergio Moro es un matón de los paramilitares, esa banda que armó con Bolsonaro ya fue desenmascarada. Lula fue juzgado por un coludio mafioso entre Moro y los fiscales".
El congresista se refería a las maniobras ilegales entre el juez y los procuradores de Lava Jato para montar pruebas falsas y adulterar el proceso reveladas por el sitio The Intercept, del periodista norteamericano Glenn Greenwald.
Las informaciones obtenidas por ese sitio hicieron mella en la credibilidad antes invicta de la causa anticorrupción hasta hoy celebrada por el bloque conservador y los medios dominantes Lava Jato.
Durante la audiencia del Supremo fueron citadas esas informaciones, especialmente por el juez Gilmar Méndes, uno de los que se manifestó a favor de Lula.
Horas antes, por la mañana, un periodista vinculado a la ultraderecha le propinó un sopapo a Greenwald, vencedor del Pulitzer, y lo insultó con argumentos homofóbicos durante un programa de radio en San Pablo. Seguidamente las "milicias digitales" del bolsonarismo exaltaron la agresión. La atmósfera era pesada en San Pablo y en Brasilia a las 9 de la mañana se desató un vendaval, en una hora llovió lo mismo que en todo octubre.
La deliberación de los once miembros del Supremo comenzó a las catorce en, luego de un cuarto intermedio ordenado hace tres semanas. La estrategia de los jueces fue dilatar todo lo posible un fallo que favoreciera a Lula.
Desde la mañana circularon rumores, mezclados con informaciones posiblemente intoxicadas, sobre cuál sería la posición del máximo tribunal cuyas decisiones suelen responden a presiones políticas (y/o militares) antes que a lo prescripto por la Constitución y el Código de Proceso Penal.
Las especulaciones crecían con el correr de las horas: al principio el sentido común decía "a Lula no lo van a soltar" pero luego de algunos alegatos en el recinto del Palacio de Justicia se percibió que algo estaba cambiando.
Una señal de que el juez Dias Toffoli, el último en votar, podría ordenar la excarcelación fue que las radios del Grupo Globo evitaron transmitir en vivo la audiencia y dieron prioridad al intrascente partido San Pablo-Fluminense, por el campeonato brasileño. Al contrario de lo sucedido el 7 de abril del año pasado, cuando las radios y los canales del televisión privados formaron una cadena nacional para transmitir en vivo (eufóricas) el arresto del político.
Presión militar
En 2018 horas antes de que el Supremo se pronunciara sobre un hábeas corpus a favor de Lula, el entonces jefe del Ejército, general Eduardo Villas Boas, soltó un tuit intimidatorio sobre la jueza Rosa Weber para que su voto, que era el fiel de la balanza, garantizara la prisión del candidato a la presidencia. El mensaje de menos de 140 caracteres bastó para que Weber echara por tierra sus posiciones anteriores y apoyara el arresto: con ello el ex presidente fue proscripto y quedó allanando el camino para el triunfo de Bolsonaro.
En enero de este año, poco después de asumir la presidencia, el capitán retirado agradeció públicamente a Villas Boas su contribución en el resultado de los comicios de octubre de 2018.
El mismo general, ahora consejero del gobierno, divulgó otro tuit el mes pasado advirtiendo a los magistrados que no osaran abrir la puerta de la celda de Curitiba.
Esta vez la presión fue contestada, tímidamente, por algunos jueces, dando indicios de que podrían actuar con alguna autonomía. Los mismos magistrados que en su hora convalidaron el encierro de Lula ahora advierten el prematuro desgaste de la administración bolsonarista y el deterioro de Lava Jato, cuya credibilidad ya no es la de otrora.