¿Cuál es el destino de las palabras no dichas? ¿se convierten en espirales de dolor que crecen con el tiempo? Estas son algunas de las preguntas que sobrevuelan la obra teatral La luna está tremenda, dirigida por María Eugenia Insua.
Los fragmentos poéticos de Carlos Skliar, investigador y escritor argentino, fueron el insumo necesario para que Lucía Sola y Natasha Zaiat crearan la dramaturgia de una obra que aborda la complejidad de los vínculos familiares.
Si bien Skliar es reconocido internacionalmente por sus aportes pedagógicos y filosóficos al campo de la educación, algunos de sus planteos refieren al silencio como elemento imprescindible para indagar sobre los desafíos de la humanidad. Así es como sus reflexiones, de cara al mundo, derivaron en la creación artística de La luna está tremenda.
Allí, Soledad (Lucía Sola) y Dolores (Natasha Zaiat), dos hermanas que se reencuentran en la casa de su infancia, revivirán los fantasmas del pasado bajo la mirada y la presencia de Santos (Federico Martínez). El reencuentro de los tres, removerá heridas que, hasta ese momento, permanecían ocultas.
La luna está tremenda es un hecho teatral que se desarrolla bajo el amparo del cielo. Los espectadores tienen que atravesar un largo pasillo para llegar a un patio en el que se ubicarán como si fuesen parte de la escena. “No está bueno atragantarse con el silencio”, sentencia Soledad (Lucia Sola) bajo las copas de los majestuosos árboles. Es ese patio el que funciona como una ventana abierta al mundo. Ese mundo hoy oxidado, se quedó en un pasado que ya nadie visita.
La arquitectura del espacio es de una belleza que, por momentos, distrae, pero que a la vez les permite a los actores jugar y poetizar, armar diálogos fuera del ángulo de visión de los espectadores y efectos de sonido con pisadas de un lado al otro. Dentro de lo que sí se puede ver, el patio se cierra o se abre para funcionar como espacio escénico de la obra y, a la vez, es tomado por el hecho artístico.
Con una puesta simple, las autoras eligieron las vísperas de año nuevo para que los personajes viajen hacia atrás en el tiempo y se reencuentren con el verano, la pileta, la abuela Berta, el abuelo Miguel y los silencios. “Volver a la casa de la infancia o nunca haberse ido, parecen ser dos caras de la misma moneda”.
La luna está tremenda es una las opciones dentro del teatro porteño que le escapan a los circuitos convencionales. Se trata de una apuesta con una espacialidad alternativa que propone una forma distinta de relación catártica entre el actor y el espectador, con la luna en el cielo.
* La obra puede verse todos los domingos a las 20.30, en Animal Club Cultural, Castro 561.