En 1999, en el ocaso de la década menemista, el Circuito Cultural Barracas montaba sobre las calles del barrio Los chicos del cordel, obra que visibilizaba las consecuencias devastadoras de la desigualdad en la infancia. Veinte años después, ese mismo espíritu se recrea en Barracas al fondo, última creación del grupo de teatro comunitario de Barracas que propone otro recorrido para seguir denunciando las mismas miserias aunque desde nuevos disparadores.
Planteada como un circuito turístico, la obra convoca al público a transitar los rincones periféricos del barrio porteño para exponer las tensiones y los conflictos propios del espacio, siempre en clave de humor pero con una potente mirada política. El juego teatral se activa con la propuesta de una guía y dos cartoneros que arman un emprendimiento al que llaman “Turismo marginal”, y al que suman la presencia de una mujer representada como la figura de “La República”, invitada para que pueda ver con sus propios ojos la realidad incómoda que se oculta y se niega.
“Este proyecto nace de los vecinos que conviven con una realidad que les duele”, asegura Ricardo Talento, director del grupo formado en 1996 y que hoy reúne a 250 vecinos actores de entre 5 y 80 años. “Por la zona en la que estamos nosotros, y por el tipo de trabajo que hacemos, siempre vemos la tensión que hay en el barrio entre las distintas capas sociales y entre las fronteras internas que se arman. Y una de las cosas que nos atraviesan es el tema de la exclusión de los vecinos que forman parte de dos o tres generaciones que no han ido a la escuela o no tienen trabajo. Pero esto no es de ahora. Viene de los noventa, cuando hicimos Los chicos del cordel”, sostiene y recuerda: “En ese momento, como comunidad estábamos diciendo que la situación venía mal, porque ya había chicos drogándose con pegamento y comiendo de un tacho de basura”.
Como es usual, el teatro hecho por vecinos no sólo pone el foco sobre problemáticas colectivas propias del territorio que habita, sino que también propone una representación dispuesta a cuestionar lo que se presenta como incuestionable. “Se naturaliza que alguien coma de la basura, que duerma en la calle y que no pueda acceder a un trabajo porque no tiene preparación. Y nosotros desde el teatro construimos una metáfora y un grotesco para abordar eso. Por eso imaginamos esta historia donde, desde el humor, hablamos de cómo los excluidos inventan un tour turístico sobre su mundo, de cómo crean su propia cultura, su forma de sobrevivir y de relacionarse entre ellos y con los otros. Y como es un espectáculo de calle, lo hacemos en la zona donde está esa exclusión”, cuenta Talento al respecto. “Este tema es complicado. ¿Qué se hace con el ser humano que vive al margen? Es una aberración que alguien nazca y no tenga un lugar en el mundo”.
- ¿De qué manera pensaron el recorrido que se realiza en la obra?
- Yo recorro mucho el lugar antes, porque a partir de lo que me dice el espacio armo las escenas, y pienso por dónde tiene que ir el público y lo que tiene que percibir. Por eso al principio de la obra, los actores más chicos le dicen a la gente: “Miren, que si miran algo puede cambiar”.
- ¿Y cómo construyeron la dramaturgia?
- En el teatro comunitario el texto lo escribe un dramaturgo, pero con aportes colectivos para poder darle una unidad poética. Y hay escenas que se dejan o se sacan según cómo funcionan. También vemos cómo el momento político o social que se esté viviendo influye en la lectura que se hace de la obra.
- A propósito, en varios momentos hay guiños al contexto político actual. ¿Eso va cambiando?
- Sí, continuamente. Antes de las PASO, el personaje de “La República” era totalmente macrista. Y ahora, después de las elecciones, ya cambió de marido (risas).
- ¿Cómo es la experiencia de hacer teatro en la calle?
- Es un gran compromiso que muchos actores profesionales no se animan a tener, porque acá hablamos de nuestros propios problemas en el lugar que ocurren, sin ningún amparo. Pero creo que los vecinos se animan a hacer esto porque sienten que es legítimo lo que están planteando. No están hablando de una ficción de otro lado, sino de ellos mismos. Este espectáculo tiene mucha logística de cuidado, porque mientras en un lugar se realiza una escena, en otro lado se está trasladando utilería para armar otra. Además, tenemos un equipo que dos horas antes de empezar la obra va a limpiar y a ordenar el espacio. Hay todo un pensamiento distinto al del espectáculo de sala.
- ¿Cuál es la realidad del teatro comunitario hoy?
- La actividad está fuerte, porque siempre la comunidad tiene interpelaciones y cosas para plantearse. El teatro comunitario nació en momentos muy duros, en la posdictadura, y nosotros nacimos en los noventa. Después, la mayoría de los grupos surgieron en 2001, pero se siguen reproduciendo porque los vecinos necesitan juntarse, plantear sus políticas e imaginarse cómo quisieran ser. No casualmente hemos logrado que, por ejemplo, vecinos de España, en Bilbao, Madrid o Zaragoza, hagan teatro comunitario. Yo ahora viajo a principios de diciembre a México, invitado por la Secretaría de Cultura, porque allá quieren implementarlo en distintas regiones, y hay compañeros que en febrero viajan a Francia y a Portugal. Esto no es algo que sólo pasa en la Argentina. En el mundo estamos añorando otra forma de relacionarnos y de vivir en comunidad, porque es una necesidad.
*Barracas al fondo se presenta en el Circuito Cultural Barracas (Av. Iriarte 2165), los domingos a las 16. Se suspende por lluvia.