Por Sergio Kiernan
Esta semana fue medio asombrosa para más de uno en la provincia de Buenos Aires. Arrancó en Mar del Plata, donde a nadie le extrañan los turistas, pero siguió por Balcarce, hizo base en Azul y anduvo por pagos más discretos como Saldungaray, Coronel Pringles, Laprida y Rauch, donde no se ve tanta cámara. En cada lugar frenaban dos enormes micros y se bajaban casi ochenta arquitectos, diseñadores, conservacionistas y aficionados. En cada lugar había por lo menos una obra de nuestro arquitecto más extraño, más zafado. Esta semana, el Congreso Mundial de Art Deco arrancó con la Expedición Salamone.
Este congreso internacional es el número quince, y el primero que nos llega, con el nombre de Rioplatense porque arrancó itinerante, se asentó ayer en esta ciudad y continúa en Montevideo. El encuentro sirve para varias cosas, todas importantes. Una es para aprender de las ponencias de verdaderos expertos en este estilo. Otro es para que más de uno se dé cuenta del valor de lo que tenemos. Y el tercero es para poner en el mapa algo que ya debería estar hace rato, que nuestro Art Deco es original, masivo, de fuertes raíces y autores que valen. La mayoría de ese patrimonio lo conocemos con el nombre de racionalismo, y no hay paisano que no sepa qué es.
El Congreso es organizado por la Fundación Copperbridge, creada por una persona de inmensa curiosidad, Geo Darder, un cubano-norteamericano que descubrió sus raíces y se quedó encantado con el muy rico y poco conocido Art Deco de Cuba. Darder tiene muy claro, por experiencia, que cuando se realiza un encuentro así, en el que llegan representantes de asociaciones Art Deco de medio mundo, expertos, arquitectos y diseñadores, los locales redescubren lo que tienen. Y se tejen relaciones que duran, idas y venidas a futuro, mapeos y saberes.
No extraña, entonces, que los dos micros zigzaguearan unos mil kilómetros para ver las maravillas de Francisco Salamone, el explosivo, dramático ingeniero-arquitecto que en apenas cuatro años desparramó 72 piezas únicas por la provincia. Fue de 1936 a 1939, con los fondos inagotables del gobernador Manuel Fresco y la capacidad constructiva notable que cada pueblo argentino todavía tenía en esos años. El programa incluía estrictamente cuatro cosas: intendencias donde no las hubiera, cementerios, plazas y mataderos de higiene garantida. La cosa es que donde otro arquitecto hubiera hecho cajas prácticas, rapiditas, Salamone se soltó y voló.
Es por eso que Rauch tiene una municipalidad que parece una nave espacial a punto de despegar, con una sala de legisladores que parece el puesto de mando de una Enterprise avant garde. Es por eso que las almas idas de Azul están bajo custodia de un ángel feroz de once metros de altura. Y que Saldungaray, población dos mil personas, tiene una plaza con un equipamiento que ya lo quisiéramos por acá. Y es por eso que cada uno de estos pueblos y ciudades conserva con esmero, en la medida que puede, lo que Salamone les dejó. Saldungaray tiene un mercado diminuto, bello, en uso, que da ganas de volver nada más que para estar en ese ambiente.
Pero, ¿será que Salamone nos asombra a nosotros? ¿Qué puede decir gente que conoce los Deco de tantas latitudes? Joe Loundy, que preside la Sociedad Art Decó de Chicago, nada menos, y ahora la internacional también, no duda: “Es extraordinario, original, dramático”. Loundy, acostumbrado a la escala monumental de Chicago, no escondía el deleite de ver en medio del campo piezas de semejante vanguardismo y personalidad, ni de encontrar casas y tiendas de pueblo en el lenguaje que ama.
Desde ayer, los participantes están recorriendo Buenos Aires y su Deco racionalista e influido por la Bauhaus, y el 14 se mudan a Montevideo, a descubrir las notables variaciones locales (¡el racionalismo náutico!). El especialista Fabio Grementieri, co-organizador del enorme viaje, es uno de los que va a hablar en el encuentro, un elenco que incluye a Alastair Duncan, Christian Larsen (Wolfsonian Miami y Metropolitan Museum New York), Vicki Gold Levi (Wolfsonian Miami), Mitzi Mogul (Los Angeles), Therese Poletti, Kathleen Skolnik, Aditi Khavnekar (especialista en el poco conocido Art Deco de la India), Robin Grow de Australia, Ian Ferguson de Canadá, Genista Davidson del Reino Unido, Wolney Unes de Brasil, Eduardo Treviño Fernandez y Mauricio Ibinarriaga Herve de México, Diego Baloian y Katherine Vyhmeister de Chile, William Rey de Uruguay y Oscar Centurión de Paraguay. A ellos se suman los argentinos Alberto Petrina y Marcelo Nougués.
Una de las alegrías es que el Art Deco, el último estilo de arquitectura en considerar el ornamento como parte integral, está siendo valorizado como nunca antes. Gracias a la Fundación Copperbridge y su Congreso Mundial, hay que darse por enterado del potencial turístico y cultural de este estilo. Y de que es hora de cuidarlo.