El camino hacia el Mastai es largo. No es una meca o un templo, es el festival creado por 300 Producciones y realizado esporádicamente desde 2012, siempre libre de auspiciantes y publicidades, abocado al fomento de la gestación y gestión independientes. La tercera edición tuvo lugar en la tarde / noche de ayer, en el Parque Municipal Independencia de la ciudad bonaerense de Mercedes, donde se instaló por primera vez, luego de dos ediciones anteriores en San Pedro. La extensa vía que llevaba desde lo cotidiano de la ciudad hacia lo exótico de un evento con más de 20 artistas, obligaba incluso al avistaje de enclaves históricos, como la Pulpería de Cacho, emblema mercedino en el que solía apoyar los codos el mismísimo Juan Moreira. Superados los controles, la guerra de parlantes y la surtida oferta de humos, el sendero pedregoso llevaba hasta una mini fanfarria circense, que daba la bienvenida con música para dramatizar algún malabar.
Desde temprano se encendieron los escenarios, y con ellos las filas para ir al baño o comprar comida en los foodtrucks, tradiciones de los grandes y duraderos eventos al aire libre. Los tablados Norte y Sur estaban dispuestos en forma contigua y coordinada, mientras que el Oeste se apartaba de la gran circulación. Por allí pasaron las tres bandas locales seleccionadas por concurso (Polillas de Poliéster, Rulo Godar & Nación Whipala y Tren Misterioso), y otras propuestas que terminaron siendo parte de la por momentos dominante atmósfera alrededor de Los Piojos. Por ahí pasó La Chilinga, compañía creada y dirigida por el exbaterista del grupo, Dani Buira.
“¿Ese no es Ciro?”, preguntó uno mientras husmeaba en la carpa de exhibición de productos locales. “¿Qué va a ser Ciro? ¡Mirá la hora que es!”, le retrucaron. En efecto, Andrés Ciro Martínez se dejó bañar por el sol del escenario Norte para la versión de “Taxi boy”, durante el set de La Que Faltaba, banda que comanda su excompañero, Miguel Ángel Rodríguez. Una decena de banderas de palo se alzó inmediatamente, retribuida con un par de gentilezas más, como “El balneario de los doctores crotos”, o “Fantasma”. Pero sería injusto destacar a la evocación de Los Piojos, banda que se separó hace una década, como la única sensación palpable de la tercera edición del Mastai.
La programación garantizaba una pluralidad artística que se plasmó en escena, donde alternaron el nü metal de Carajo, el rap mutante de Wos, el toque bucólico de El Plan de la Mariposa, la cumbia de Damas Gratis, más la pincelada flamenca de El Chapulín Solo -Manu Chao acústico-, el despliegue eléctrico de Divididos, y el rock candombeado de Ciro y Los Persas. Amplio el arco, pero muchos coincidieron en destacar la naturaleza independiente del festival -que no se reflejó en pobreza visual ni de sonido, más bien, lo contrario-, y casi todos, en bajar algún mensaje relacionado con la coyuntura. En algunos casos en forma inespecífica, como cuando Manu Chao les dedicó “El contragolpe” a “todos los políticos corruptos del mundo”, o cuando Marcelo “Corvata” Corvalán introdujo “Sacate la mierda”: “Es un tema que compusimos hace 18 años, y todavía funciona en esta Argentina tan lastimada”, explicó.
Wos y Pablo Lescano fueron más puntuales, cada uno a su manera. El rapero de 21 años les dedicó “Canguro” a “todos los poderosos que quieren joder siempre con la gente”: “Quedó demostrado que, si nos unimos, no nos pasan por arriba ni a palos”, pronunció, recordando la situación de Chile. Por su lado, el cumbiero, que reapareció luego de rumores acerca de su estado de salud, se puso pícaro antes de tocar “Industria argentina”: “Tuvimos las elecciones y quedó claro que vamos a volver”, dijo. Incrustados en una grilla donde lo predominante eran el rock y aledaños, se ratificó la importación cultural de Damas Gratis como algo natural, en una combinación hasta hace algunos años habría sido revulsiva, y hoy es celebrada, en cambio, como festiva.
“Esta tierra a cero peso no es real”, canta Ricardo Mollo en “Casi Estatua”, canción que compuso mientras se cocinaba la crisis de 2001 y que abre Narigón del siglo, disco que está a nada de cumplir 20 años, y que fue gran protagonista del set de Divididos. Soltaron una ráfaga inicial con algo de lo más poderoso de aquel disco (“Pasiones zurdas derechas”, “Tanto anteojo”) y de Gol de mujer (“Sobrio a las piñas”, “Alma de budín”), con agregados de una temprana cita a Sumo (“Banderitas y globos”) y una revisión del primer álbum (“Haciendo cosas raras”), que regrabaran en 2018 para celebrar los 30 años como grupo. Previo a ponerse más dulce con “Spaghetti del rock”, Mollo se encontró con una multitud de 30 mil voluntades -un tercio de la población de Mercedes- y diagnosticó: “Esto es amor”. Pero el show del trío, que este año grabó dos canciones nuevas después de casi una década, dejó poco tiempo para caricias o novedades, y fue directo al cachetazo, con versiones de Sandro (“Tengo”) y Pappo’s Blues (“Sucio y desprolijo”), hasta la harto conocida despedida, con “Paisano de Hurlingham”, “Rasputín”, “Paraguay”, “Ala delta”, más un bonus de versiones de Sumo: “Crua chan”, “El ojo blindado” y “Nextweek”.
El número definitivo estaría a cargo nuevamente de Manu Chao, quien regresó a la Argentina después de tres años, y que primero se había presentado en formato semi acústico al frente de un trío, con el que descargó clásicos como “Me llaman calle”, “La vida tómbola”, o “El tren se fue”, en versiones más españolas que de costumbre. “¡Gracias, Mastai!”, repetía el franco-español casi como un mantra, mientras elastizaba la duración de su fragmento. Para la conclusión se presentaría a bordo de Lapakita, con un set de soundsystem que, ya de madrugada, acompañó el éxodo masivo desde el Parque Independencia hacia todo el país.
El cierre virtual quedó a cargo de Ciro y Los Persas, y el cantante sabe que, para dar el show atractivo que pretende, Los Piojos deben estar tan en el centro como su cosecha más personal. Después de un comienzo basado en el camino solitario (“Prometeo”, “Banda de garage”), empezaron las citas piojosas: Miguel Ángel Rodríguez, Dani Buira y el tecladista Chucky De Ípola convergieron para “Todo pasa”, “Ruleta” y “Los Mocosos”. Pero la primera versión fue una particular de “Pistolas”, que abrió un valle sonoro para invitar a Wos a hacer freestyle. Barras pujantes y políticamente gráficas ratificaron al rapero -que sigue presentando Caravana y había dado un gran show con su banda- como el auténtico MVP de la jornada. Frente a la necesidad de renovar la escena, Wos estuvo a la altura de los profesionales más longevos y brilló con luz propia en el Mastai. Su camino, como el del festival, también promete ser largo.