Con el golpe de Estado concretado en Bolivia hoy se trunca unos de los procesos más exitosos de la región latinoamericana de los últimos años, con logros indiscutibles en lo económico, en lo político, en lo cultural y en lo étnico, tal como lo dejaron en claro tanto el presidente Evo Morales como el vicepresidente Alvaro García Lineras al hablar a la población ofreciendo su renuncia.
Más allá de las razones políticas que dan para un análisis de mayor profundidad, la renuncia de las dos principales autoridades del gobierno constitucional que hace apenas unos días tuvieron el respaldo electoral del 47% de los bolivianos y bolivianas, se da por razones humanitarias. Lo dijeron en diversas formas: quieren evitar más muerte y destrucción. Y así se lo pidieron a quienes lideran la escalada subversiva contra el Estado constitucional.
Bolivia, quizás el país de la región que más ha soportado golpes de Estado a lo largo de su historia, regresa así a un camino que parecía definitivamente abandonado. El golpe es un atentado para la democracia boliviana, para bolivianos y bolivianas, pero también para toda la región. De la misma manera que hace dos días se vivió con alegría la libertad de Lula en Brasil, hoy la renuncia de Morales y García Linera empujados por la violencia prepotente de las fuerzas de la derecha, el golpe de Estado, implican un derrota más allá de las fronteras del país andino. Es un retroceso para la democracia, para la libertad y la justicia de los pueblos de la región. Es un motivo de tristeza.
Es un dato más para preocuparse en el escenario de nuestra región latinoamericana. Por motivos similares a los que generan los exabruptos de Jair Bolsonaro en Brasil, la claudicación de Lenin Moreno en Ecuador o la grave situación que atraviesa el pueblo chileno porque no se atienden sus demandas.
Nuevas luces de alerta y atención. No solo para Bolivia, sino para toda la región.
Los motivos del golpe en Bolivia los aclararon Evo Morales y Alvaro García Linera al hablar al pueblo y se pueden sintetizar en las opciones que el gobierno hizo en favor de los pobres, de los campesinos y de los indígenas. No hay otras razones, porque si así fuera se habría aceptado la ya de por sí generosa oferta presidencial de convocar a nuevas elecciones acatando el pedido de organismos internacionales.
El futuro parece incierto. Pero quedan las palabras del presidente y del vicepresidente bolivianos: "Desde donde estemos seguiremos luchando" y "no los vamos a dejar solos". Tampoco América Latina, sus dirigentes y sus organizaciones y movimientos sociales deberían abandonar en esta hora al pueblo boliviano.