Llueve en La Paz y las calles están desiertas. En Plaza Murillo, en el centro de la ciudad boliviana, quedaron a la vista las marcas de una jornada de violencia . De fondo el Palacio Quemado, adonde ayer a la noche, consumado el golpe de estado, el opositor Luis Fernando Camacho ingresó con una bandera boliviana y depositó la biblia.

“Han habido focos de resistencia en La Paz y El Alto ante los festejos de quienes celebraron con aplausos y bocinas el golpe de estado contra el gobierno de Evo Morales”, reportó desde La Paz, el periodista de Página/12 Marco Teruggi.

Ayer por la noche, luego que Evo Morales presentara la renuncia, grupos de violentos saquearon y quemaron las casas de varios gobernadores y funcionarios del gobierno del Cambio, incluida la casa del presidente depuesto. Los comercios continúan cerrados, el servicio de transporte público funciona con limitaciones y aún quedan pequeños grupos de vecinos en las barricadas, que se montaron en algunas esquinas para frenar el avance de grupos violentos.

“Se espera una reacción popular en respuesta a lo que fue un golpe de estado que se desató con furia sobre todo el país y que fue amparado por los gobiernos de derecha de la región”, remarcó Teruggi sobre la falta de pronunciamiento contra la ruptura del estado de derecho.

El periodista precisó que consumado el golpe de estado, la oposición aún no logra conformar un gobierno de facto debido a las disputas internas que subsisten entre los golpistas. “No está claro quien asumiría la conducción de lo que intentan hacer parecer como un ejercicio democrático cuando es a todas luces un golpe de estado civil, empresarial, militar y con complicidad de la cúpula de la iglesia”, explicó.