En este momento tan difícil para el cine argentino, se están por estrenar en Buenos Aires dos películas en las que Sofía Gala Castiglione es protagonista. Se trata de La sabiduría -que en principio llegaría a las pantallas la semana próxima- y de El cuidado de los otros que, tras su paso por el Festival de Mar del Plata, tendrá su première comercial el jueves 28 de noviembre. “Me siento privilegiada y feliz de que en este momento de crisis pueda estar filmando y ser parte de este grupo de guerrilleros que se armó”, dice la actriz que en 2017 ganó la Concha de Plata por su brillante labor en Alanís, de Anahí Berneri en el Festival de San Sebastián. “A pesar de las adversidades y por las adversidades nos ponemos más fuertes, más defensores y más al frente de lo que estamos haciendo”, sostiene la hija de Moria Casán. Entiende que lamentablemente, es un momento de crisis, pero así como vio desaparecer un montón de proyectos que no se pudieron terminar de hacer, “hay productores, actores y directores apostando a hacer películas con dos mangos, de bajo presupuesto, con horas extras, con trabajo. Realmente se ponen a la orden de la película para que ésta crezca, exista, se estrene y para mí es un placer ver y ser parte”, entiende Sofía Gala.
-Este momento que está viviendo el cine nacional no se puede desligar del momento político del país. ¿Cómo viviste estos cuatro años?
-Los viví en crisis, como los vivimos todos. Un montón de proyectos se cayeron, trabajé por la mitad de la plata, la mitad de los recursos, vi mucha gente que se quedó sin trabajo... Si me hablás a partir de mi experiencia personal, viví todo eso. Después, llevado al país viví una caída importante de la calidad de vida, de la energía, de la esperanza, de la fe, porque también pasa eso. Vi a la gente muy enojada, muy desesperanzada, todos muy peleados. Espero que esto sea algo que nos pueda volver a unir y que el país vuelva a crecer porque el país se paró y se empezó a hundir.
Protagonizada por Sofía Gala junto a Analía Couceyro y Paloma Contreras, La sabiduría –dirigida por Eduardo Pinto-, muestra cómo, después de una fiesta de música electrónica, tres amigas deciden pasar un fin de semana en una vieja estancia en medio del campo. Pero lo que parece una estadía feliz se transforma en una oscura pesadilla cuando participan de un ritual nocturno con los indios y los peones. Así comienza un viaje a la dimensión inabarcable de la llanura pampeana, un retroceso en el tiempo al momento que la estancia fue construida, cuando la mujer era despreciada y los indios perseguidos. Y las tres deberán pelear enfrentando la violencia más primitiva. En El cuidado de los otros, de Mariano González, Sofía Gala compone notablemente a Luisa, una chica que trabaja cuidando niños y en una fábrica temporalmente. Por una inoportuna situación está a cargo con su novio de un chico que accidentalmente sufre una intoxicación por drogas. Luisa y su novio quedarán involucrados. Con un ritmo tan inquietante como intenso, el film no da tregua al espectador a partir del conflicto del personaje.
-Se podría decir que La sabiduría empieza como una película de aventuras y deriva a un tremendo drama. ¿Cómo fue trabajar ese amplio arco dramático que tiene?
-Creo que cuando comenzaron la ciencia ficción y el terror servían para mostrarte dentro del género determinadas situaciones humanísticas. A Frankenstein lo crea un humano y los humanos terminan siendo más monstruos. En un punto, la ciencia ficción empezó siendo un poco política, mostrando dentro de un contexto imaginario y ficticio o extremo. Está buenísimo porque en un contexto extremo uno puede ir a fondo con algunas ideas que en un drama realista no puede totalmente. Me parecía interesante que esta película empezara como una road movie de tres chicas que se van de vacaciones. Son tres amigas con sus conflictos. Y te empieza a mostrar el cambio de época que tiene la película en el medio. Al mostrarte el mundo, el campo y la sociedad como eran hace doscientos años y venir al hoy, uno ve que pasa lo mismo, y más en el campo.
-Es que se tiene la idea de que el campo es más tranquilo que la ciudad, algo que la película viene a romper absolutamente.
-El campo no tiene la computadora, el ruido de los autos, pero el campo tiene la muerte. La muerte en el campo es mucho más natural que en la ciudad. Está el machismo en el campo, y lo que representan el hombre y la mujer. A mí me impresionó mucho, haciendo la película, porque yéndome para atrás en esta historia me sentía totalmente identificada con el lugar: por más que nosotros hayamos evolucionado y la mujer haya conseguido un montón de derechos, hay que sostenerlo. Que existan los derechos y que ya no esté bien maltratar a una mujer no significa que no pase. Principalmente en los lugares más rurales o donde hay menos información es todavía más difícil para las mujeres.
-¿El rodaje te exigió mucho desde lo físico?
-Nos exigió mucho desde todo, a todos. Es una película hecha en comunión. Fue un rodaje muy difícil. Todo lo que se ve, pasó. A Paloma (Contreras) la perseguían sus compañeros, Daniel Fanego y Luis Ziembrowski a caballo. Yo me tiré adentro de un pozo y me picaron unas hormigas venenosas que me dejaron el brazo inflamado. Estuve haciendo una escena con Analía (Couceyro) en el mediodía, con la mano llena de ronchas y me tiraba agua. Estábamos muy compenetrados y creo que este nivel de violencia sólo podía suceder si todos estábamos tan en comunión como estábamos. Es una película en la que, más allá del género, Analía, Paloma y yo aceptamos hacerla, y nos encontramos. Recibí el guión hace diez años, y se fue deconstruyendo. Lo que era una cosa empezó a tomar distintos significados a medida que iba pasando el tiempo tanto para nosotras como para los demás. En un momento, nos juntamos y dijimos: “Vamos a atravesar todo esto, necesitamos nuestra impronta, ¿qué queremos contar?”. Es una película de mujeres, pero el director es un varón y el guionista principal también. Tuvimos una charla con Eduardo (Pinto), que fue fundamental. Propusimos la necesidad de participación para involucrarnos nosotras tres en el guión y en las escenas. Pedimos que nos escucharan para que todas las escenas se pudieran resolver a partir de conceptos, ideas y de cosas que queríamos contar. Hay una línea muy delgada cuando vos no podés mostrar algo sin tener un pensamiento claro de lo que querés exhibir. Si mostrás una violación o un abuso, debés tener muy claro lo que deseas mostrar con eso. Si no, es simplemente exhibicionismo. Es muy delgada la línea de lo que estás contando cuando es tan extremo.
-Esta es una película en la que los hombres están en las antípodas de lo que la sociedad actual pide a gritos. Sin embargo, ese machismo y esa misoginia que tienen en la ficción también están presentes en la sociedad. Aun así, ¿crees que se ha avanzado?
-Sí, está cambiando el paradigma, que es lo primero que tiene que cambiar. No hay que naturalizar las cosas, que es algo sucedía mucho. Es el primer cambio que hace que nosotras mismas entendamos que había cosas que aceptábamos y naturalizábamos que no debía ser. Es importante que esté claro que eso no estaba bueno, pero de ahí a que todo el mundo lo conciba y cambie, es un trabajo muy arduo. Hemos evolucionado, la mujer está en otro lugar y no nos vamos a quedar quietas. Hay que sostener lo que uno pide y hay que educarse, educar, deconstruirse, crecer y cambiar no sólo paradigmas sino actitudes, vidas. Todas las revoluciones cuestan tiempo. Cuando se levanta el que necesita rebelarse hay un miedo muy grande de los que están en el poder sosteniendo eso hace tantos años y ese miedo hace que todo se ponga más violento. ¿Cómo es que se pida cada vez más que no se maten mujeres y las matan cada vez más? Primero, se sabe cada vez más porque ahora importa. Y segundo, porque creo que el hombre (no quiero generalizar porque hay muchos hombres que intentan cambiar) le tiene un gran miedo a la igualdad y a la posibilidad de que la mujer se levante. Creo que el miedo es lo que trae violencia y la pérdida de poder. Entender que las cosas van a cambiar trae esta violencia que nosotros vemos. Y, a veces, parece que mientras más pidamos y más exijamos, más violencia hay.
-Otro tema que tuvo a las mujeres movilizadas es la lucha por el derecho al aborto. ¿Crees que con el cambio de gobierno será más factible que salga ley de legalización del aborto?
-Con un presidente a favor, sí. Espero que este nuevo presidente esté acorde y a la altura de lo que nos estamos convirtiendo los argentinos. Somos modernos, progresistas. Y lo va a estar. Está todo dado para que suceda. Creo que nuestra política y nuestro gobierno actual no están a nuestra altura. Nosotros somos gente de cabeza abierta. Son unos pocos los que creen que las mujeres humildes se tienen que morir para no abortar o tener al pibe, o morirse porque tomaron una mala decisión y, entonces, no pueden hacerse un aborto en un lugar higienizado que no signifique la muerte. Por las ideas que propone, Alberto Fernández está mucho cercano y a la altura de mi país, del país que yo quiero.
-¿Por qué no integrás el colectivo Actrices Argentinas?
-Formé parte de la primera movida. Fui una de las primeras que firmó y creó la colectiva. No formo parte porque nunca lo hice activamente. No voy a las asambleas. . Está buenísimo que se unan porque realmente logran cosas, pero yo no quiero formar parte de ningún colectivo porque por suerte tengo voz y puedo hablar. Creo que los colectivos también sirven para que un conjunto de mujeres con una determinada popularidad o posibilidad o lo que sea puedan visibilizar determinadas cosas que, de otra manera, no se podría. Y así pueden ayudar. Yo camino sola. Me cuesta mucho formar parte, involucrarme y salir con la campana de toda una situación en la que hay que ponerse de acuerdo, ceder en determinadas cosas. La colectiva es algo donde uno tiene que ceder pensamiento. No siempre tenés que estar de acuerdo en todo. Y yo soy acuariana. Es difícil que pase en cualquier colectiva que estés de acuerdo en todo, pero yo soy parte de todas las colectivas. Soy parte de la colectiva mujer. Acompaño, soy parte, marcho y me pongo la camiseta de todas las mujeres que están unidas cambiando la historia. Pero no me ato a ninguna situación porque también me gusta ir por todos lados.
-Volviendo al cine, en El cuidado de los otros nuevamente tenés que cuidar a un niño pequeño. ¿Te sentís una mujer que contiene?
-(risas) Igual, en El cuidado de los otros hay una situación totalmente distinta a Alanís. Justamente, es una situación de cuidado frustrado, de desatención. Me encantan los desafíos. Y trabajar con niños te conecta y te pone también en otro lugar. Hay que respetar mucho al chico y hay que trabajar a partir del nene.
-En el caso de Alanís, tenías la ventaja de que era tu propio hijo, ¿no?
-Pero se trabajaba a partir de Dante (su hijo). Hemos estado un día, durante tres horas, esperando para filmar una toma porque no se dormía. Imaginate un set entero, todos en absoluto silencio, hasta que logramos hacer una puesta alrededor del nene dormido en el quilombo y el bardo que ya conocemos que es el cine. Pero es fantástico porque al niño lo tenés que respetar. Si no, el niño no te funciona. ¿Cómo le hacés entender que esto es un laburo, y en ochos horas se va, y que parás para comer? El nene es el The Boss. Para mí, es un desafío y me encanta. En este caso, no era mi hijo y también hice otra peli, donde trabajo con un nene que hace de mi hijo, que todavía no se estrenó.
-A diferencia de La sabiduría, El cuidado de los otros no da tregua desde el principio y tu personaje está muy angustiado por todo lo que le pasa. ¿Cómo se trabaja el dolor de un personaje?
-Yo trabajo con mi emocionalidad. Todos tenemos una emocionalidad que se va estructurando a partir de nuestras vivencias. Trabajo a partir de la historia que me toca. Yo soy la persona que tiene todas estas vivencias. ¿Y qué me pasa a mí con todo eso? Lo trabajo muy internamente y muy personalmente a partir de mí. Tiene que ver con lo que me pasa emocionalmente cuando yo soy esta mujer que permitió que le suceda eso a este nene estando ahí. Y eso ya te carga de emocionalidad real, de lo angustiante que puede ser una situación así.