Alberto Fernández trajinó su celular durante todo el día para conseguir que Evo Morales saliera de Bolivia rumbo a México, el primer país que le ofreció asilo político . Fernández había conseguido incluso que también Paraguay aceptara recibirlo, pero el vice Alvaro García Linera le respondió que consideraban mejor la distancia que le ofrecía México, dado el nivel de violencia imperante en Bolivia. El presidente electo también hizo llamadas a algunos líderes en busca de alertar sobre el golpe ocurrido y obtener respaldo internacional para Morales. Mientras tanto, el gobierno argentino hasta el 10 de diciembre se mantenía pasivo ante la situación. Desde Bolivia llegó la alerta de que los consulados argentinos estaban cerrados ante los pedidos de auxilio de funcionarios bolivianos. Fernández le transmitió de inmediato el reclamo a Mauricio Macri, porque algo de eso habían hablado el día anterior. Macri, aparentemente no al tanto de la situación, luego le reenvió un mensaje del canciller Jorge Faurie asegurándole que el tema había sido solucionado .
“Pocos hombres que le gusten tanto los problemas, incluso más allá de las fronteras”, lo definió en sorna el ex senador chileno Marco Enríquez-Ominami en la presentación de un libro sobre campañas electorales y progresismo que compartieron ayer en el Centro Cultural de la Cooperación. Ominami, amigo de Fernández y uno de los fundadores del Grupo de Puebla que sesionó el fin de semana, lo vio durante toda la jornada ocuparse de la situación en Bolivia, algo que nadie podría demandarle, cuando todavía le falta un mes para asumir. Fernández incluso habló ayer a la tarde con Evo Morales para transmitirle su solidaridad y ponerlo al tanto de las tratativas para sacarlo sano y salvo.
El presidente electo se comunicó con el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, por el envío del avión para buscar a Morales. “Gracias a Dios tenemos la solidaridad de los presidentes. Tenemos que tener una enorme gratitud con AMLO”, diría después. El trabajo lo completaron el encargado de Latinoamérica de la cancillería mexicana, Maximiliano Reyes -también en Buenos Aires por el encuentro de Puebla- y el canciller Marcelo Ebrard. Fernández agradeció la política histórica del país azteca de recibir exiliados políticos, como sucedió con miles de argentinos durante la dictadura. También se contactó con el presidente de Perú, Martín Vizcarra, quien debía permitir el paso y el abastecimiento del avión en su país. Tanto a López Obrador como a Vizcarra los conoce porque los fue a visitar recientemente. El otro presidente que lo recibió en las últimas semanas fue justamente Evo Morales, en una cena en Santa Cruz de la Sierra de la que Fernández salió encantado.
Cuando el operativo parecía trabarse, Alberto Fernández también se comunicó con el paraguayo Mario Abdo, quien lo sorprendió con su total predisposición. “Si usted me lo pide, presidente, con todo gusto”, le respondió sobre la posibilidad de dar refugio a Evo y su gente. Sus contactos también incluyeron a la titular de la Secretaría Iberoamericana, la costarricense Rebecca Grynspan, quien a su vez se comunicó con el catalán Josep Borrell, flamante jefe de la diplomacia europea. Los puso al corrientes de la situación crítica en Bolivia. Semejante red daba como resultado que anoche, cuando presentaba el libro junto a Ominami, las dos autoras y ex diputado Juan Carlos Junio, el avión mexicano estuviera próximo a concretar el rescate de Morales y García Linera.
Mientras Alberto Fernández desarrollaba toda esta tarea, Macri todavía evaluaba si lo de Bolivia era un golpe o no. Y dice haberse sorprendido cuando se enteró, a través del presidente electo, que los consulados argentinos estaban cerrados a los pedidos de asilo. Cuando conversaron el domingo, habían quedado que Argentina recibiría a los funcionarios bolivianos que lo solicitaran. Macri le transmitió la consulta a su canciller y luego le reenvió la respuesta directamente a Fernández. Al parecer, había sido el embajador quien había dado la instrucción de bajar la persiana de los consulados. Recibió la directiva en contrario. Había dos ministros de Evo en la embajada argentina: el de Gobierno, Carlos Romero, y la de Planificación, Mariana Prado.
Pero los contactos internacionales de Alberto Fernández no se limitaron a ese problema, aunque en todos los llamados la situación de Bolivia ocupó alguna parte. Habló con el triunfante jefe de gobierno español, Pedro Sánchez, a quien felicitó por la victoria del domingo y alertó sobre la situación boliviana. "Estoy siguiendo el caso con atención", le aseguró el socialista.
Otro de los integrantes del Grupo de Puebla, el ex canciller brasileño Celso Amorim, le pasó su teléfono en el que estaba conversando con Lula. Hubo saludos, bromas y risas por la liberación del ex presidente y la promesa de un pronto encuentro. No le dijo si planeaba asistir a su asunción. "Son amigos, vienen cuando quieren", respondió Fernández.
Como había anticipado, volvió a conversar con el chileno Sebastián Piñera, a quien desea ayudar a solucionar la situación que atraviesa. "Hay que ayudar a bajar la locura de que se volteen a los presidentes", coincidieron. Fernández no descarta la posibilidad de viajar a Chile si Piñera considera que eso puede ayudar a llevar calma, aunque antes tendría que quedar claro el propósito. Todavía no lo está.