No pasa muy seguido que un relato sólido y atractivo sea al mismo tiempo, y explícitamente, didáctico. Es por eso que Unbelievable, la serie de Netflix sobre detectives que investigan a un violador serial, es una más que bienvenida rareza: desde que el feminismo masificó la idea de que las series y películas no representaban suficientemente a las mujeres, una andanada de productos protagonizados por personajes femeninos vino a ponerse al día con esa falta y ese nuevo mercado, muchas veces en tonos condescendientes o superficialmente celebratorios. Unbelievable tiene personajes femeninos fuertes, está protagonizada por tres mujeres brillantes que llenan la pantalla a cada minuto (Toni Colette, Kaitlyn Dever, que recientemente protagonizó Booksmart, y Merritt Wever), y aborda un tema difícil como son las violaciones y abusos cuando son atravesadas por la justicia con una mezcla de bronca, delicadeza y pedagogía perfectamente equilibrada.
Los ocho capítulos de Unbelievable están enmarcados en un caso que duele mirar, el de una adolescente que una noche es violada por un desconocido que se mete por la ventana y no deja huellas. Ese primer capítulo nos hace recorrer minuciosamente todo el proceso de denuncia, testimonios que se piden a una persona shockeada una, dos, tres veces, hasta que no sabe lo que está diciendo, exámenes médicos, entrevista con policías que ante todo sospechan de la víctima y le reclaman extrema coherencia, sin ofrecerle una pizca de humanidad a cambio. El episodio es desgarrador, porque además muestra lo que pasa después de denunciar con una víctima a la que el entorno se le vuelve hostil; como una bomba atómica, las consecuencias de la violación se multiplican y todo se reconfigura para peor. Si a Marie (Kaitlyn Dever), antes de que la violaran, le costaba confiar en otras personas y no ver el mundo como un lugar esencialmente hostil, después de esa experiencia todo se desbarranca.
En el segundo capítulo a Karen Duvall, policía casada con un policía y madre de dos hijas, le toca un caso de violación en el que un hombre encapuchado entró al departamento de una chica, la ató, la violó repetidamente durante varias horas y finalmente la obligó a ducharse. La escena está impecable: no hay ADN, no hay semen, pelos, nada. Mientras intenta reconfortar a la víctima, sobre todo haciéndole entender que puede contar a su ritmo y según sus posibilidades, sin invadirla y sin juzgarla, nos queda claro por contraste la brutalidad de los dos policías que entrevistaron a Marie en el capítulo anterior. Ante la aparición de un nuevo caso de características similares, Duvall sospecha que está frente a un violador serial y se pone a trabajar en equipo con una detective de otro distrito, Grace Rasmussen (Toni Collette). La pareja de mujeres policías es perfecta: Duvall es medida, maternal, habla en un tono suave y firme a la vez, mientras que a Rasmussen no le gusta que se metan en su trabajo y le provoca rechazo cualquier manifestación emocional que se considere femenina. A lo largo de la investigación, lo que sale a la luz no son solo nuevos casos sino el tratamiento desigual que se da a las violaciones, donde la mayoría de las víctimas son mujeres, por parte de una institución donde la mayoría son varones y además muchos de ellos ejercen violencia doméstica.
Duvall y Rasmussen son personajes perfectos que cumplen con todos los requisitos del género policial, tienen distintos conflictos en casa, buenos personajes secundarios como compañerxs de investigación y una amistad naciente que da gusto mirar capítulo a capítulo. Pero también están interpretadas por grandes actrices que logran articular la bronca hacia una sociedad machista de la que forman parte, el cuidado hacia las víctimas y la información dirigida a lxs espectadorxs con una fluidez asombrosa. Hacen falta muchas más ficciones así, que demuestran hasta qué punto hay historias y sobre todo puntos de vista que no se han representado todavía; algo parecido trató de hacer Netflix con You, una serie sobre un acosador donde todo estaba mal, pero esta vez acertaron.