Cuenta Alejandro Cervera que de las tantas versiones de Macbeth que conoció en cine, teatro, danza y ópera, la que más lo deslumbró fue Trono de sangre, la película del Akiro Kirosawa de 1957. “Kurosawa es un gran coreógrafo. Cuando uno ve el manejo de la cámara con las masas, con los objetos, cómo pone el ojo y cómo te obliga a llevar tu ojo hacia ciertos lugares. Es un sueño que los coreógrafos tenemos: guiar el ojo del espectador. Y la danza tiene que ver con eso”, asegura en diálogo con Página/12. El coreógrafo se prepara para estrenar con el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, hoy a las 15 horas en la sala Martín Coronado, su propia adaptación del clásico shakespereano, un trabajo cuyo germen se remonta décadas atrás, cuando enseñaba música para bailarines en el Taller de Danza del San Martín.
Es que antes de descubrir la danza, Cervera se dedicaba a la música. Eran los ’80 y realizó con sus alumnos un trabajo de fin de año en base a ciertas escenas de Macbeth musicalizadas, que cautivó a la gran Ana Itelman, pionera de la danza contemporánea argentina. “Ana me dijo que lo tenía que hacer con el Ballet. Pasaron muchos años hasta que Patricia Sabbag, la directora del Ballet Contemporáneo de Tucumán, aceptó mi propuesta de reflotar esa experiencia de Macbeth contado en escenas y contado a través de elementos tímbricos de percusión, básicamente”, comenta.
El estreno fue en 2016 y ahora Cervera presenta esa creación con muchos cambios. “La versión es diferente, tiene muchos más bailarines, algunas escenas nuevas y un tratamiento coreográfico más detallado. Los trabajos decantan con el tiempo: uno va realzando ciertos aspectos, apagando otros. Es una producción muy importante, con un vestuario de un artista inmenso como Julio Suárez, una escenografía de cierto monumentalismo de Laura Copertino, cuatro músicos en escena dirigidos por Zypce y un elenco de bailarines que está pasando por un momento fabuloso de mucha entrega, creatividad y felicidad en el trabajo. Fue sumamente gratificante estar en contacto con ellos, son un gran aliento. Necesitamos recuperar la fe y la confianza en el trabajo que hacemos”, sostiene el artista.
-¿Qué lo sedujo de Macbeth?
-Me gusta contar historias, no de una manera lineal, pero sí anclar en personajes, en situaciones dramáticas, en conflictos. Y los personajes de Shakespeare son enormes: Macbeth y Lady Macbeth están llenos de una humanidad, de una carga de contradicciones, de angustias, de deseos, de obsesiones, que los hacen muy ricos para cualquier director. Por eso pensé en volver a esta obra. Me acuerdo de que cuando daba el taller de Música para bailarines en el San Martín, Alfredo Alcón hacía Hamlet en el teatro. Yo estaba muy impresionado por ese trabajo, por ese clima shakespereano que se vivía en el San Martín. Pensé entonces en trabajar musicalmente algunas escenas de Macbeth. Hicimos un ejercicio sobre timbres. Los alumnos tenían que traer elementos de sus casas que sean atractivos por sus sonidos. Armaron distintos grupos en función de las sonoridades y se nos ocurrió ilustrar musicalmente ciertas escenas. Ana (Itleman) vio el trabajo final y le encantó. Ese fue el comienzo de todo.
-¿Cómo trabajó la adaptación de una obra literaria a la danza?
-Me interesa contar la historia y hacerlo de una manera entretenida, que no me parece una mala palabra. Me preocupa mantener la atención del espectador. Trabajé una alternancia entre las escenas pequeñas, las que protagonizan Macbeth, Lady Macbeth y Duncan, que es la gran víctima, y las escenas más épicas como las batallas, la apertura, el final y alguna otra cosa de mi propia cosecha como el banquete, que es un banquete bailado. Y lógicamente están las escenas dramáticas, como los asesinatos.
-¿Cómo describe el tipo de movimiento que trabajó con el ballet?
-El lenguaje corporal es sumamente teatral. Pienso todo el tiempo en la danza-teatro, que es una expresión viejísima, pero estoy marcado por esa forma de narrar por mi experiencia como bailarín, por mi contacto con Ana Itelman, Renate Schottelius, Ana María Stekelman. Siempre estuvimos muy cerca del relato teatral. Hice trabajos más abstractos pero últimamente estoy más vinculado a la teatralidad. En la obra incorporo algunos textos que dicen los bailarines al lado de los músicos, los que dicen las brujas, algunos que pronuncia Macbeth que son hermosos. Los mantenemos porque abren mucho la trama y dan continuidad al relato. Los bailarines hablan a modo de coro, como una sonoridad lejana que se entremezcla con la percusión en vivo, que a su vez también se mezcla con la música de Zypce, que es quien sostiene todo este relato musical, coreográfico, dramático. Y todo esto en medio de una escenografía que se emparenta con la idea del brutalismo arquitectónico, que tiene que ver con el monumentalismo fascista, italiano. Esas paredes enormes tienen que ver con eso, con la locura desenfrenada de Macbeth por el poder, de la que tenemos muchos ejemplos. Y cómo va quedando encerrado en esos muros, iluminados con contraste por Omar Possemato.
-Frente a la gran cantidad de versiones de este clásico, ¿qué distingue a la suya?
- Creo que mi versión es una lectura honesta, sincera de lo que a mí me produce la ambición desmedida, la locura del el poder, la muerte, el asesinato, la persecusión. Vi hace muy poco Campo minado, gran trabajo de Lola Arias, y me pregunto, como se pregunta con Macbeth: ¿cómo es que la humanidad sea posible de matarse una parte a la otra? ¿Cómo puede ser que la historia de la humanidad sea también la historia de las guerras? Hoy no estamos alejados de eso, vivimos en un mundo de ambiciones. No es lo mismo la violencia medieval o la del Japón feudal de Kurosawa que la violencia actual por el poder, por la dominación. Peso seguimos generando horrores.
Macbeth se presentará los martes a las 20, los jueves, sábados y domingos a las 15 horas en la Sala Martín Coronado del Teatro San Martín (Corrientes 1530).